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Los ramos y la pasión
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2017-04-09 - 03:24
Los Ramos.- En este día, 9 de abril de 2017, celebramos el Domingo de Ramos “De la Pasión del Señor” en la liturgia de la Iglesia Católica y así iniciamos solemnemente la Semana Santa. Hoy la Iglesia recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén como rey “apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo” (Zac 9, 9), como rey mesiánico, humilde y pacífico, y es recibido por mucha gente que extendía sus mantos y ramas de árboles por el camino a la vez que gritaban ¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Este gesto profético de Jesús, realizado poco antes de su pasión, proyecta sobre ella la luz de su gloria y anuncia por la boca de los niños y de los humildes su próxima victoria sobre el dolor y la muerte a través de su resurrección. Desde tiempos muy antiguos, conmemoramos esta entrada de Jesús en Jerusalén con una procesión acompañada de cantos e himnos, y con la bendición de los ramos de palma o de otros árboles, que después conservamos en nuestras casas.Al bendecir hoy nuestros ramos, nos comprometemos con Jesucristo para imitarlo en su mansedumbre, en el sacrificio y en el servicio, iluminados por su cruz gloriosa. Expresamos públicamente que estamos dispuestos a correr su misma suerte, a aceptar en nuestra conducta su misma actitud ante el sufrimiento y la injusticia, y a ofrendar, como él, nuestras vidas a Dios Padre a través de la solidaridad hacia los sufridos, necesitados, oprimidos y marginados. La entrega voluntaria de Jesús que mereció el perdón y la redención de la humanidad de todos los tiempos, es la invitación que nos hace aceptar la cruz, para lograr nuestra plenitud en Cristo, que culminará con nuestra liberación definitiva. Su cruz debe ser nuestra cruz, su camino nuestro camino, su servicio y su entrega a los hermanos nuestro lema de vida cristiana.


Las Lecturas.- La primera es del Profeta Isaías (50, 4-7) y presenta al misterioso Siervo del Señor que escucha con oídos de discípulo, que conforta con palabras de aliento al abatido, que es insultado y golpeado pero, a pesar de todo, pone toda su confianza en Dios. Esta lectura es ya un preludio de la pasión de Jesús y se le complementa con el impresionante Salmo Responsorial (Sal 21), que los evangelistas pondrán en labios de Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado”. La segunda lectura es un antiguo himno sobre Cristo, mencionado en la Carta de San Pablo a los Filipenses (2, 6-11) y expresa que Cristo, siendo Dios, no se aferró a su condición divina sino que se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo y se humilló. Además, por obediencia aceptó la muerte, y una muerte de cruz. Gracias a esto, Dios Padre lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Jesús es el Señor.


La Pasión.- El relato de la Pasión, según San Mateo (26, 14-27. 66) manifiesta cómo se cumplen perfectamente las lecturas anteriores. Empieza describiendo la traición de Judas Iscariote, la última cena de Jesús con los suyos, las palabras y gestos sobre el pan y el vino, la advertencia a Pedro sobre su negación; para seguir con la oración y la agonía en el huerto, la llegada de Judas y la detención por los enviados de las autoridades, el episodio de las negaciones de Pedro, el juicio ante las autoridades religiosas y luego ante las civiles, la condena a muerte por Pilato, el camino hacia el Gólgota y la muerte en la cruz, gritando las palabras del salmo 21: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, para terminar con la sepultura del cuerpo de Jesús realizada por José de Arimatea. Este domingo hacemos nuestras las hermosas palabras de la Oración Colecta: “Dios todopoderoso y eterno, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro Salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con él de su gloriosa resurrección”.

* Arzobispo de Xalapa
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