24 de Abril de 2024
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ENTRE PARÉNTESIS - David Martín del Campo
Un infierno en cada esquina
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2017-05-22 - 19:19
El infierno entre nosotros. No los 44 grados centígrados registrados en Campeche, ni los explosivos accidentes de los huachicoleros, sino el infierno cotidiano en que se está convirtiendo el país. Sitios de horror que dan pena mencionar donde día con día las estadísticas suman puntos... cuatro, dos, siete, no, hoy ningún muerto.
Antonio Sáiz, pintor a contracorriente, es un sobreviviente del infierno. Nieto de la actriz Emma Roldán, gesticula con cada palabra como si los significados fueran insuficientes. Su más reciente muestra pictórica –“Accidentes Afortunados”– reúne una colección de cuadros trepidantes, sugestivos, en los que el fuego mismo pareciera retratarse. Su vida misma, que cuenta en tercera persona, es un viaje al infierno de la esquina, aunque no deja de ofrecer sus recodos de humor.
Antonio es nieto de español, vive en Cuernavaca, se mueve en bicicleta y ejerce también como "sobador", porque no le gusta reconocerse como masajista. Pero lo suyo en realidad es la pintura, el dibujo, pues destaca por ser uno de los discípulos más sobresalientes del maestro Gilberto Aceves Navarro.
La biografía de Sáiz Roldán, por cierto, no es muy distinta de la de Frida, la de Coyoacán. Poco después de nacer padeció una neumonía que derivó en fiebre reumática, anemia y viajes permanentes al consultorio médico porque pensaban que lo suyo era también poliomielitis; aunque no. Luego los males del aparato digestivo y un mal diagnóstico que no le auguraba más de unos meses de vida. Por todo eso –que podríamos llamar el infierno de Antonio— es que al sobrevivir se hizo caprichoso, demoniaco e incontrolable.
Era el demonio de Mixcoac, su barrio, y muy pronto debió marchar a Ensenada, donde dos de sus hermanas completaban maestrías en Física y Matemáticas. La preparatoria allá iba regular, aunque las tardes eran para recalar en el Hussongs, la cantina más antigua de Baja California, que se inauguró a golpes de espuela. A veces eran dos las cervezas que gorreaba a los gringos borrachines, a veces tres, de modo que para salvarlo debieron enviarlo de nuevo al DF, donde hallaría quizá su última redención. Y la hubo, dentro de los muros de La Esmeralda, la legendaria escuela de pintura y escultura del INBA.
No tardó mucho en abandonar él figurativismo, como casi todos los compañeros de su generación. Pintar motivos abstractos, esencias que flotan sobre los brochazos de la primera impresión, niebla que se disuelve alrededor de esos personajes espectrales que asoman y se dejan llevar por la brisa. O el Demonio, con mayúsculas.
El infierno, decíamos, porque el país arde por todos sus rincones. Algo así como un incendio incontrolable donde nadie, o sólo unos pocos, se salvan. En Europa les llaman las "no-go areas", y generalmente son los barrios habitados por los argelinos, los turcos, los rumanos y los inmigrantes afines. Donde medra la mafia no hay seguridad, el delito es la ley y los coches patrulla no traspasan sus límites. La “no-go areas” abundan en México, añadiendo día con día rincones desaconsejables para el turista y el ciudadano común.
Los cuadros de Antonio Sáiz se presentan como alegorías de esos territorios entregados al fuego. Arecen decirnos, “por aquí pasó Dante en su camino al noveno círculo”. Por aquí Juan Rulfo, por aquí el marqués de Sade porque la exposición de Sáiz (montada en el Salón Dès Azteques), se acompaña además con luces negras. El efecto contagia a los lienzos de una refulgencia especial, de modo que detrás del fuego asoman fragmentos de un paraíso primigenio que parecieran obedecer la primera impronta de luz sugerida en el texto bíblico. El origen luminoso, feliz y lleno de colorido.
Frida Kahlo sufrió igualmente en sus primeros años –poliomielitis, luego el terrible accidente– de manera que sus pinturas fueron una búsqueda de redención. Del mismo modo los cuadros de Antonio Sáiz retratan el sendero caliginoso hacia los hornos del inframundo, que no por ello prescinden de la belleza cromática y la vibración refulgente del sol. Un artista que duda de acceder al infierno de la esquina.
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