“Es irrelevante saber cuántos artículos tiene la Constitución Política del Estado de Veracruz”. Lo anterior puede ser expresado e incluso puede ser justificado a millones de veracruzanos. No le resulta práctico al carnicero, al taxista, al bolero, ni siquiera al funcionario público, es de esos saberes de los que comúnmente se dice “Eso es una de las tres millones de cosas que me valen madres”.
Pero que un diputado considere que es irrelevante conocer la Constitución, convierte esa ignorancia en burla; que un diputado piense que hasta en lo básico debe ser asesorado; que un diputado traslade su responsabilidad cognitiva a sus asesores; que un diputado después de nueve meses no se haya preparado para una de las preguntas más obvias que se le puede hacer, muestra indolencia, apatía y devaneo.
“Es irrelevante”, asegura un diputado, y en cierto sentido no le falta razón. El conocer el número de artículos de la Constitución no lo haría un mejor diputado, ni un político más hábil, ni un mejor cabildeador, pero el considerarlo irrelevante lo hunde en el desacreditado arquetipo que histórica y viralmente se han formado los representantes populares.
Los diputados que se equivocaron exhibieron su ignorancia legislativa, pero hasta ahí. Errare humanum est. Pero los que consideraron la pregunta ofensiva, intrascendente o irrelevante, no se separan del cuerpo amorfo y animalesco acostumbrado a levantar el dedo para cobrar un sueldo.
No necesitamos en las curules legislativas a despectivos personajes que se toman tan a la ligera el conocimiento. Los saberes no son irrelevantes, los que son irrelevantes son esos diputados.
Impráctico e irrelevante sería solicitar una renuncia de esos diputados, pues los ignorantes se ufanan hasta de su propia ignorancia. No es requisito tener educación para ser diputado, esa parte formativa del ser humano ni siquiera tiene que estar presente en las sesiones del Pleno. Pero sí les pedimos lo básico, lo que no nos pueden negar ni escatimar señores y señoras diputadas: les pedimos que asistan a todas las sesiones; que no falten a las reuniones de sus Comisiones; que se esmeren en disimular la ignorancia y acorten su brecha cultural; que cuestionen a sus asesores -los elegimos a ustedes, no a ellos-; que lean lo que votarán; que tengan independencia en ideales y pensamiento; que se vuelvan esos librepensadores que tanto espantaban al Sistema; que si no saben pregunten, investiguen, lean y analicen con conocimiento de causa; que tengan la humildad de reconocer que no son seres superdotados y que no tienen la obligación de saberlo todo pero que en la decencia humana pueden investigarlo; que no osen pensar que lo que hacen en el Congreso, la Constitución, las Leyes y los Reglamentos, son irrelevantes; les pedimos que se vuelvan, por fin, diputados relevantes.


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