En un Frente electoral lo único que no se puede decir es: voy de frente y no me quito
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La estrategia de crear un Frente que aglutine a partidos políticos y organizaciones sociales para competir en unos comicios, es un mecanismo que ha dado resultados positivos en otras latitudes, basta recordar el creado por la oposición chilena, para echar del poder al dictador Augusto Pinochet.

En México, tenemos como referencia las elecciones de 1988, cuando el Frente Democrático Nacional, postuló a Cuauhtémoc Cárdenas, con los resultados de sobra conocidos.

Sin embargo, el experimento impulsado por el panista Ricardo Anaya y la perredista Alejandra Barrales, al que se sumó Dante Delgado con su partido Movimiento Ciudadano, tiene serios problemas para ser viable por una circunstancia: no hay un liderazgo, que cohesione la mayoría de las voluntades, para competir por la presidencia en 2018.

Quien aparecía como favorito apenas unas semanas atrás, Ricardo Anaya, enfrenta acusaciones de corrupción, que deslegitiman sus aspiraciones, además, la salida de Margarita Zavala del PAN, lo puso en predicamentos ante la militancia blanquiazul.

Por otro lado, Miguel Ángel Mancera, no cuenta con la suficiente fortaleza al interior del PRD, en virtud de que un número importante de sus principales cuadros, han emigrado al proyecto de Andrés Manuel López Obrador.

El tercero en discordia, Rafael Moreno Valle, no ha despuntado en las encuestas y es cuestionado por irregularidades en su desempeño como gobernador de Puebla.

La única opción que se antoja como una solución inteligente, es que los partidos y demás fuerzas involucradas en el Frente Ciudadano, se decanten por una candidatura surgida de la sociedad civil, de lo contrario, sólo quedarán como políticos ‘bien intencionados’, que perdieron la oportunidad de trascender en la historia.

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