La disyuntiva es la duda que nos plantea la tragedia shakesperiana
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Cualquier acercamiento serio para entender lo que pasa en Veracruz, parte de un hecho incontrovertido: un periodo de dos años como gobernador es una vacilada.

Si a lo anterior agregamos que se recibe una administración en bancarrota, en el más amplio sentido del término, la pregunta obligada es ¿qué hacer?

Desde nuestra perspectiva, tal situación supone quedar plantado frente a una serie de disyuntivas, pero no en el sentido de ¿construimos una Marina en Veracruz o un hospital de tercer nivel en Tuxpan?

Para nada, la elección inicial fue: ¿contrato deuda para pagar aguinaldos y que me ataque la oposición o no la contrato y que se rebelen la burocracia y los pensionados?

¿Compramos reactivos para identificar los cadáveres de las fosas, renovamos el parque vehicular para combatir a la delincuencia o contratamos decenas de fiscales para imputar a todos los presuntos defraudadores del erario público?

¿Surtimos medicinas, acabamos hospitales inconclusos o pagamos adeudos al SAT?

Pero no todas las encrucijadas son económicas, citamos ejemplos:

¿Nombro a un general en la SSP que le sea leal al titular de la SEDENA o designo a un colaborador de todas mis confianzas?

¿Me concentro en atender la problemática heredada al cien por ciento o destino tiempo al proyecto 2+6?

Claro que todo lo anterior se encuadra en una disyuntiva madre: ¿gano popularidad entre la ciudadanía o me dedico a quedar bien con los grupos de poder derrotados?

Es el político y su circunstancia.


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