Este mes que corre, el último del año, es un mes muy especial y muy significativo.
Especial, porque constituye una ocasión para refrendar la fraternidad, la hermandad entre la familia, entre todos los connacionales y no connacionales; esa unión y amor que debe ser indisoluble y que, no obstante, en los últimos tiempos se ha ido perdiendo y diluyendo.
Especial, porque también en este mes se dan distintas y plausibles muestras de solidaridad, de consideración para con los que menos tienen y más lo necesitan; para aquéllos a los que la vida les ha negado o quitado todo, y su vida, más que vida, es un verdadero calvario, un sufrimiento perenne al que encaran con resignación.
Pero diciembre también es muy significativo, porque en este mes se celebra la Natividad del Señor, el nacimiento de Jesucristo, cuyas enseñanzas tienen como fin redimir a la humanidad de todos sus males y que todos se vean y se traten como verdaderos hermanos.
Su doctrina tiene como finalidad el respeto y el amor, el entendimiento y la comprensión, la solidaridad, pero sobre todo la igualdad entre todos, independientemente del color de piel, de estaturas, de aptitudes físicas o intelectuales que distinguen a unos de otros.
Hace hincapié en los valores intrínsecos como la honestidad, la humildad, la responsabilidad, entre muchos otros, y considera lo espiritual más allá de lo material.
Hoy, precisamente a unos días de celebrar este acontecimiento, es menester, independientemente de la fe que se profese, del estatus económico o social que se tenga, volver la mirada y retomar estos principios, porque en ellos está la clave para aspirar y alcanzar una vida mejor, más humana, más equitativa, de paz y de tranquilidad, que tanta falta está haciendo a este pueblo, hoy lacerado por la pobreza y sacudido por la violencia y la inseguridad.
Diciembre es un mes muy especial y significativo, porque en esta época renace la alegría y el amor; es un tiempo de adviento, de paz y de felicidad, pero también es ocasión de recibir y de dar.
Y si se da a quien o quienes más lo necesitan, qué mejor.
Por ello vale destacar las actividades que por estos días realizan varias agrupaciones en bien de los demás, de los más pobres, para que en esta Navidad tengan algo que llevarse a la boca; para que en estos días y noches de intenso frío tengan una cobija o una chaqueta que les resguarde aunque sea un poco; para que muchos pequeñitos reciban un juguete que les arranque una sonrisa, y para que muchos enfermos reciban el medicamento que les calme su dolor.
En este país tan desigual, el más desigual según la OCDE, sin duda que un gesto de esta naturaleza, y que a veces no cuesta, puede ser la gran diferencia.
Es un mes en el que se respira y demuestra la fraternidad, pero sobre todo se requiere demostrar ese sentido de solidaridad.