23 de Abril de 2024
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EL GRITO SOCIAL Y LA GOBERNABILIDAD
Francisco Cabral Bravo
2014-07-30 - 10:09
Pero la democracia no es un estado de perfección. Tiene que mejorar, y eso significa una vigilancia constante. (Antonio Tabuchi)

Nadie da paso sin huarache, dicen los clásicos. Y eso resulta cierto.
El otro día me decía un amigo, al que admiro mucho, que lo de la educación le parecía aburridísimo. Me “pudo”, como decimos aquí, el comentario. En parte porque llevo ya bastante tiempo dedicado al tema; en parte, también, porque tengo que decir que, a ratos, coincido con mi amigo.
Muchas veces me resulta, en efecto, de flojera hablar y analizar algo tan “noble” como “la educación”; de flojera completa escribir, opinar y “disertar” sobre eso que todos (o casi todos) con los que hablo, opinan constituye la “llave maestra” para hacernos “mejores”, para hacer posible el desarrollo de la patria, o cualquier otra cosa digna y valiosa.
Supongo que cada época tiene su cabecera para imaginarse un mejor presente y un mejor futuro posible. El nuestro, o, en todo caso, uno de nuestros favoritos para ese propósito tan encomiable, es el de la “educación”.
Más allá de la incomodidad momentánea, tengo que decir que me sirvió el comentario de mi amigo, pues me obligó a pensar con mayúsculas y eso de que a uno lo obliguen a pensar (así), siempre se agradece (o tendría que agradecerse). Su comentario me puso a pensar, por ejemplo, en qué imaginará la mayoría de mis interlocutores cuando se ponen tiesitos, harto serios y harto complacidos consigo mismos al hablar de la “educación” que “requerimos”.
Imaginarán que “educación” es igual a ser como ellos, o imaginarán, más bien, que “tener educación” significa acomodarse y desempeñar correctamente los roles que le toca desempeñar a cada cual en nuestra sociedad de castas.
Me temo que, para muchos de aquéllos con los que hablo sobre este asunto, ser o estar “educado” significa o bien que los “de abajo” sean dóciles y acepten su lugar en la jerarquía social que favorece a los que hablan y pueden opinar con la ventaja de que hablar de ello lo vuelve a uno “sensible” y “moderno”, o bien imaginarse sin costo alguno un mundo en el que todos son como “uno”, armados con hartos grados académicos de buenas universidades, pero en el cual “uno” sigue estando arriba.
Sí, visto así, lo de la “educación” es de flojera completa. Un discurso más para sentirse bien los que lo tienen todo; una canción reconocida universalmente como buena y bonita para sentirnos mejores de lo que somos y para expiar la culpa que pudiera producirnos todo eso que tenemos sin merecerlo cabalmente.
Y, a pesar de todo esto, la educación me interesa, me entusiasma e importa (la mayor parte del tiempo). Me interesa cada vez que me encuentro un dato o una historia que no me cuadra. Me entusiasma cada vez que me toca atestiguar esos poderes suyos transformadores, casi mágicos.
Me importa porque sé cuánto te puede abrir y cambiar la vida.
No creo que la educación sea la llave maestra de todo lo deseable. Sé, por ejemplo, que, en el caso de México, un crecimiento económico más dinámico, una democracia menos oligárquica, y un país más justo e incluyente no dependen, sin más, de más y mejor educación. La ecuación para lograr todo ello es infinitamente más compleja.
Con todo, la educación, saber más, entender más, poder más y ser capaz de sumar más y convivir mejor con los otros, importa mucho.
Importa porque posibilita y porque, sin ella, todas esas potencias posibles, individuales y colectivas, se quedan en puras palabras.
A propósito y cambiando de tema, dicen que para merecer hay que sufrir, y la verdad resulta cierto, al inaugurar el V Foro Regional del Programa Nacional de Atención a Víctimas del Delito, el responsable de la política interna en la entidad, Erick Lagos Hernández, declaró que estos encuentros indican que sociedad y gobierno construyen correctamente con diálogo y acuerdo los elementos que garantizan la gobernabilidad.
Con esta declaración, el servidor público confirma que el gobierno de Veracruz trabaja todos los días con el compromiso de garantizar la legalidad y el respeto a los derechos humanos. Así luego se ha asumido desde el primer día de esta administración y se ha reflejado en planes y programas de acción, cuyo objetivo central es la atención a víctimas e intercambiar puntos de vista y experiencias que nos permitan brindar un mejor servicio a los ciudadanos.
El secretario de Gobierno argumentó y ratificó el compromiso del gobierno estatal, de trabajar estrechamente con las autoridades de los tres órdenes de gobierno, en aras de alcanzar la prosperidad y el bienestar que el país merece en este ámbito.
Desde mi punto de vista, coincido con el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa: ya no son tiempos de equivocarnos.
Veracruz atraviesa por una situación social, económica y de seguridad que exige de absoluta objetividad para tomar decisiones.
Javier Duarte está de cara al futuro, porque trata en principio de finiquitar las causas de una crisis estructural que no puede ni debe continuar en los años venideros.
No es tiempo de equivocaciones, porque aún persisten hondos desequilibrios socioeconómicos que es preciso enfrentar con decisión y patriotismo.
No es tiempo de equivocaciones, en fin, porque las clases medias han visto frenadas sus expectativas de mejoramiento.
Éstas son las que más han resentido el proceso inflacionario y se han visto seriamente canceladas las posibilidades de ascenso social.
Es preciso abrir más cauces de mejoramiento social entre burócratas, obreros, campesinos y maestros, de manera que convenga a los fines de la consolidación de la reestructuración estatal.

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