26 de Abril de 2024
INICIO
Política Columnas Municipios País Orbe Educativas Cultural Sociedad Negocios Farándula Deportes Sucesos
-
PARA SER DIPUTADO… SE NECESITA…
.
2014-10-08 - 09:51
Los torpes e ineptos han matado el espíritu del Constituyente de 1917.
Lo que el pueblo quiere no es el diputado disciplinado, moral, bien portado, niño bueno y servicial; exige un diputado que en coraje restablezca el orden constitucional, que en convicción defienda la división de poderes, el federalismo, el municipio libre, que lance a los vientos su grito incendiario insurgente para dar congruencia a los sueños estampados en la letra con la vivencia de la acción generosa. Eso espera Veracruz y México de sus legisladores.
La primera semana de enero de 1982 murió, a los 94 años, el diputado constituyente Alberto Terrones Benítez. Para ese entonces sólo sobrevivían tres de los hombres que en 1917 redactaron y votaron la Constitución. No mucho tiempo después, el paso del tiempo, implacable, se llevó a los actores. Y dejó en manchón de historia el recuerdo del acontecer.
Desde el Plan de Guadalupe que repudió el cuartelazo de Huerta y reivindicó para la dignidad nacional el gobierno de las instituciones democráticas, habían transcurrido cuatro años. Carranza logró, para entonces, el dominio y la pacificación del 80 por ciento del territorio nacional; en perspectiva histórica consideró hombres y tiempos maduros para la convocatoria a un Congreso constituyente que trajo a unidad aspiraciones y sueños contenidos en los planes revolucionarios y dio a la Revolución mexicana proyección nacional.
Así, Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de la república, convocó al pueblo a elecciones de diputados al Congreso constituyente, el que debería reunirse en la ciudad de Querétaro, y quedara instalado el 1 de diciembre. En el articulado se establecían las bases reglamentarias generales: la elección se verificaría el domingo 22 de octubre, serviría de base el censo de 1910 y la división territorial de 1912; en ella se otorga a los diputados electos fuero constitucional, se les asigna un sueldo de 60 pesos diarios y derecho a que se les abonen los gastos de viaje tanto de ida como de regreso; se reglamentan la calificación de las credenciales, el quórum y los datos protocolarios para protestar el cumplimiento de la Constitución que del Congreso emane.
"Cuando Carranza expidió la convocatoria para las elecciones de diputados al Congreso constituyente", señala don José C. Valdés en su “Historia de la Revolución Mexicana”, se advirtió que “en el país no existía ni un solo partido político; que ni siquiera había promoción cívica en ese sentido ya que el espacio del mando y gobierno de la república se llenaba casi por entero con el poder de las armas. Carranza no ignoraba esa anomalía conexiva a los cánones democráticos; mas no procuró remediarla porque tenía el propósito, dado que la república vivía un periodo preconstitucional a fin de que la primera jefatura pudiese hacer la más atinada selección de candidatos a diputados".
Transcurrido el simulacro de elección, "los diputados electos –afirmaba el constituyente don Juan de Dios Bojórquez en su encantadora crónica llena de frescura de recuerdos– fuimos llegando a la antigua Academia de Bellas Artes de Querétaro, tímidos y reservados. Fuimos puntuales desde la primera junta preparatoria que se celebró el 20 de noviembre. A esta junta no se le dio validez porque don Venustiano Carranza había autorizado que se pospusiera en vista de la suspensión del servicio de trenes de pasajeros. El mismo primer jefe, en parte por sport hizo el viaje a caballo de la metrópoli a Querétaro en cinco días. Recorrió el histórico camino de Maximiliano”.
Se iniciaron las labores establecidas por la convocatoria. El Colegio Electoral, para la calificación de las credenciales, evidenció que los integrantes del Congreso constituyente no eran hombres mansos que integraran rebaño dócil al servicio del Ejecutivo. Si no hubo elección, difícilmente podía objetarse en el Colegio Electoral un proceso inexistente.
Lo que alentó en las discusiones enconadas fueron las discrepancias entre las fuerzas revolucionarias que en el Congreso encontraron foro para manifestarse. Ya en Querétaro se perfilaba, a través de la oratoria, el largo y sangriento camino que México habría de recorrer para el tránsito de los caudillos a las instituciones. Ya aleteaba la historia: Carranza presidente, Bonilla sucesor, Tlaxcaltongo, triángulo Sonora, apetito desordenado de poder en Obregón, la Bombilla, el maximato, y la fundación del PRI.
Destacaron en los debates: el periodista y escritor tabasqueño, ingeniero Félix Fulgencio Palavicini Loría; Francisco J. Múgica Velázquez, general de división michoacano; Olegario Medina, de Aguascalientes; Rafael Martínez de Escobar, de Huimanguillo, Tabasco; Alfonso Cravioto Mejorada, de Pachuca, Hidalgo; Heriberto Jara Corona, veracruzano; Juan de Dios Bojórquez de León, sonorense; Jorge Von Versen, de Coahuila; José Natividad Macías Castorena, de León, Guanajuato; José María Truchuelo, queretano; Paulino Machorro y Narváez, de San Luis Potosí.
La oratoria fue épica; no tenía el rococó del juego floral; fue apasionada, vigorosa, reflejo de hombres y tiempo; hubo ímpetu y vigor parlamentario, conciencia de historia, se conjugó lo anecdótico y lo trascendente, los jacobinos despertaron y trajeron a presencia las viejas luchas y los viejos rencores del siglo anterior; en el vértice, virulencia liberal, tiempo congelado, rencor que se apagaba; en el aire, ráfaga de historia, edificación del destino, mural de Orosco o Rivera en la pincelada vigorosa y multicolor que diseñó y definió un sueño; y todo dicho en palabras violentas, agresivas, volterianas; y del debate, la ratificación de la república democrática, del federalismo y del municipio libre, de la educación laica y de la propiedad con sus límites exigentes de justicia y distribución, de la división de poderes; y en el ejemplo y en el testimonio, un Congreso que se legitimó en la actuación; que ofreció al Ejecutivo resistencia, frenos y contrapesos.
En el discurso no hubo el jilguerismo acartonado, zalamero y lambiscón; hubo, en contraste, majestad y libertad de un poder que modificó el esquema de Constitución propuesto por el Ejecutivo, para incorporarle sueños románticos aprendidos en los libros o en la intemperie.
En curiosa y aleccionadora coincidencia, el mismo día que la tierra recogió a uno de los últimos sobrevivientes del constituyente, los diputados priistas ofrecieron a su candidato a la presidencia un desayuno; y en los variados discursos se habló de la diputación como premio, y se dejó el perfil del diputado en el marco esfumado y confuso, “de moralidad revolucionaria y personal, de disciplina y de abandono, de falsos coqueteos con pretendidas doctrinas propuestas”.
En análisis y perspectiva de historia puede afirmarse que Venustiano Carranza formuló personalmente la lista de integrantes del Congreso constituyente; sin embargo, no se quedó en la pequeña exigencia de moral; les pidió, además, imaginación y coraje; no los acusó de “coqueteos con pretendidas doctrinas progresistas”, al contrario, aceptó el aliento para modificar su proyecto…

rresumen@hotmail.com

Otras Entradas

Lo más visto