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EL DESTINO NOS ALCANZÓ
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2014-10-25 - 10:02
Con excepción de algunos conatos de guerrilla en los años 70 del siglo XX, y del levantamiento de “Marcos” en 1994, que fue más mediático que otra cosa, pues aun en la mayoría de las ciudades del estado de Chiapas sólo se enteraron de que había un movimiento armado por medio de la prensa, radio y televisión, los mexicanos vemos la violencia masiva como algo lejano, algo que ocurre en Afganistán, Siria, Sudán, Irak, Palestina…
Así nos enteramos, por ejemplo, de que el régimen de Hosni Mubarak, en Egipto, arremetió contra manifestantes y murieron más de 800, lo que a la postre generaría una revuelta que derribó al gobierno y llevó a la cárcel al presidente. Así cayeron los regímenes de Túnez y Libia, con su contribución de muertos inocentes y no inocentes. En Siria, Vladimir Putin ha impedido la caída del presidente Bashar al Assad, pero la guerra civil desangra a ese país desde hace más de tres años. Respecto a Irak ya nos acostumbramos, macabramente, a escuchar o leer acerca de los atentados casi diarios; y así, como si nos informaran que el Cruz Azul ganó a los Pumas o que la actricita tal se operó el busto, nos van diciendo: “26 muertos en atentado suicida contra una mezquita”, “80 muertos en triple atentado en Bagdad”, y así.
Ahora nos enteramos de los horrores de un fanático grupo musulmán que parece haber surgido de la nada, el llamado Ejército Islámico (EI). La alarma que ha provocado en la comunidad internacional es tal, que a su lado Al Qaeda parece inofensivo. Plantó ya su dominio en parte de Irak y parte de Siria; posee armamento sofisticado y va tomando ciudad tras ciudad en ambos países, sin que nada lo detenga, ni siquiera los bombardeos que ya han realizado Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Holanda. Todo parece indicar que va a obligar a Estados Unidos a intervenir nuevamente con tropas terrestres. Según reportes de periodistas y misioneros, en cada ciudad que van tomando degüellan a kurdos, cristianos y hasta otros musulmanes pero de otras sectas, y a todo aquél que no comulga con su muy particular visión del islam, incluidos niños, mujeres y ancianos. Respecto al origen de este infame grupo terrorista musulmán, parece ser que Arabia Saudita y Qatar (aliados de Estados Unidos) financiaron y armaron hasta los dientes a milicianos en su intento de derrocar al presidente de Siria Bashar al Assad. Al ver que no podían, esos rebeldes decidieron hacer su propia guerra, y como verdadero Frankenstein, sus creadores perdieron el control del monstruo que formaron.

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Con la reacción que provocó la estrategia del gobierno del ex presidente Felipe Calderón para combatir a los cárteles del narcotráfico, la violencia se acercó a los ciudadanos. Balaceras por todos lados, en las que frecuentemente eran atrapadas en medio personas que nada tenían que ver en el asunto.
Pero el destino finalmente nos alcanzó, al menos en la percepción pública, cuando salió a la luz la información sobre las fosas encontradas en San Fernando, Tamaulipas, en los límites con el estado de Veracruz. Cientos de migrantes asesinados, que al haber ingresado a nuestro país sin papeles, su desaparición no fue percibida ni por las autoridades mexicanas ni por las de sus países de origen. La información tétrica respecto a las fosas que se fueron hallando una tras otra, adquirió tintes verdaderamente satánicos, cuando ya con algunos detenidos confesos, se nos informó, por ejemplo, que muchos fueron asesinados a mazazos, y que algunos de los sicarios que los ejecutaron eran menores de edad.
Aquí en Xalapa llegó un momento en que se generalizaron los enfrentamientos entre el Ejército y narcomenudistas y narcomayoristas o entre la policía estatal y delincuentes que hasta entonces habían actuado con cierta impunidad. A todos en esta ciudad nos tocó, por lo menos, escuchar alguna balacera a lo lejos, y no fueron pocos los que con menos suerte, se hallaron atrapados en medio de ellas. Sin embargo, la acción de las fuerzas de seguridad estatales y federales funcionó y esas balaceras cesaron, al menos con la frecuencia que llegaron a darse, aunque el llamado “efecto cucaracha” parece haber llevado a los delincuentes que no fueron abatidos o encarcelados a lugares aledaños como Paso de Ovejas o Alto Lucero (sólo por mencionar dos como ejemplo).

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Los lamentables hechos ocurridos en Iguala, Guerrero, a pesar de que son de índole netamente local (autoridades municipales coludidas con una organización criminal de esa zona de aquel estado), han trascendido ya a nivel internacional incluso. La izquierda más extremista no duda en llevar agua para su molino y está aprovechando la muerte de seis y el secuestro y posible asesinato de 43 normalistas de Ayotzinapa. En manifestaciones que se están dando para que aparezcan con vida esos normalistas, de repente escuchamos gritar al orador en turno: “¡Abajo las reformas de Peña Nieto!”, y algunas otras frases en su diatriba, que nada tienen que ver con la situación criminal local que ocurrió en Iguala.
Lo malo es que México, ante los ojos de la comunidad internacional, volvió a ser el país bárbaro, corrupto y violento, país tipo las películas de los hermanos Almada. Y es que en el extranjero casi nadie está al tanto de la manera violenta y vandálica en que suelen manifestarse los normalistas de Ayotzinapa; para ellos (los extranjeros) el gobierno de México –no hacen distinción entre autoridades locales y grupos criminales y el gobierno federal– desapareció y posiblemente asesinó a más de 40 inocentes jovencitos que estudiaban para ser maestros. Absurdamente han llegado a comparar el hecho con los sucesos del 2 de octubre del 68. “Crimen de estado”, proclaman algunos extremistas. Por lo grave de la situación, muchos optan por ignorar que los hechos que se suscitaron el 26 y 27 de septiembre del presente se dieron porque los normalistas de Ayotzinapa habían secuestrado varios autobuses y se dirigían a tomar y vandalizar, como ya lo habían hecho antes, el palacio municipal de Iguala. Nada justifica el secuestro y posible asesinato de 43 jóvenes hayan hecho lo que hayan hecho, es verdad; pero sí es importante tener en cuenta que no se trata de inocentes e inermes estudiantes.
Lo peor es que ahora están tomando palacio tras palacio en Guerrero, vandalizando, destrozando, incendiando, y el gobierno federal y el de Guerrero no actúan como deberían por temor a que los tilden de represores, ya que los ojos inquisidores de la opinión pública nacional e internacional están clavados en la figura del presidente Peña Nieto.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

raulgm42@hotmail.com

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