19 de Abril de 2024
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LA REVOLUCIÓN MEXICANA, OLVIDADA
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2014-10-29 - 11:36
Todavía allá a finales del siglo pasado se mantenía una cierta nostalgia sobre la Revolución mexicana. Ésta llegó a tocar fibras sentimentales de mucha gente, y no pocos de los mexicanos, que vivieron después de la era revolucionaria, la recordaban con tristeza.
En este próximo aniversario de la gesta de 1910 que se celebrará el 20 de noviembre, da la impresión de que los jóvenes que desfilarán muy deportivamente no le hallarán una liga real a su desfile con el motivo original que lo viene produciendo: la Revolución mexicana de 1910. Esto, por lo que se refiere a los desfilantes; pero en cuanto a los funcionarios, éstos tienen la obligación de rememorar el hecho en forma viva y palpitante, nostálgica, aunque sea vaga de un hecho del pasado incierto, suceso ocurrido en un tiempo en que no habíamos llegado al desarrollo espectacular que los políticos de hoy se empeñan en hacernos creer que hemos alcanzado.
En los actuales discursos políticos de funcionarios importantes y aun los de gente menor, nunca jamás se nombra a los héroes y la Revolución. Todos se han olvidado de que la Revolución estaba viva y pujante hasta los tres últimos sexenios antes del panismo en el poder. Se decía que la Revolución mexicana no moriría nunca mientras hubiera un mexicano vivo sobre la tierra, lo cual no sólo fue una afirmación antihistórica, sino antinatural. Por fortuna tal afirmación constituyó nada más un recurso para lograr lo imposible: establecer un real y verdadero lazo entre las acciones políticas de hoy y los orígenes del complejo social que fue el movimiento revolucionario mexicano de 1910.
Los que hoy vivimos, y quienes hoy nos gobiernan, estamos en una etapa de modificaciones profundas en su naturaleza y en sus estructuras, y de ninguna manera somos los continuadores de aquellas horas de nuestra historia. Los que dicen gobernarnos y que nosotros a fuerza los aceptamos, son usufructuarios. Vivimos con estos políticos en un país que no hubiera podido ser como es, sin la Revolución mexicana; pero en el que debemos reconocer que hace tiempo, mucho tiempo, ya no se vive la etapa revolucionaria.
Hoy ya no se entrega la tierra a los campesinos, se las quitan alegando que ya se agotó en su extensión lo repartible o porque institucionalmente se ha hecho difícil y aún inconveniente seguirla dividiendo hasta atomizarla.
Lo que se debió mantener vigente y unido fue el ejido. Pero éstos ya desaparecieron porque los campesinos –algunos de los cuales recuerdan a Zapata– ya vendieron sus parcelas a funcionarios que encontraron su mina de oro haciendo fraccionamientos habitacionales que venden a través de los bancos a los propios campesinos a precios estratosféricos que los endeudan por más de 20 años. O los utilizan para construirse mansiones o para tener su rancho, como debe ser un buen político en la actualidad.
Si bien es cierto que hay políticos de la nueva hornada que creen que la Revolución consiste en hacer escuelas y hospitales, en establecer centros de trabajo y dar ocupación a los desocupados, en formar nuevas poblaciones y ciudades, con agua, calles, banquetas y servicios de vigilancia y de transporte, que lo hacen con un doble propósito, porque ven en ello la ganancia monetaria que les reditúa el pago del diezmo con los empresas constructoras, formando un binomio de corrupción.
Quienes hayan sido Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón y Calles, no está claro para la niñez y la juventud de ahora, que forman la mayoría. Tampoco está clara la forma en que ellos o su gente, en nombre de la Revolución de 1910, mataron, despojaron, martirizaron, violentaron las conciencias y perdonaron o enriquecieron a muchos culpables e inocentes.
¿Por qué se hicieron muchas de las leyes que nos rigen y se implantaron los principios que norman nuestra conducta? Ni nosotros ni los políticos actuales hemos podido hacérselo saber a los nuevos mexicanos.
Ellos desfilarán, marcharán, correrán, se afanarán, uniformados como atletas o deportistas y como en el caso de Veracruz, donde no hay deportistas destacados en natación, box, decatlón, velocistas de 100 o 5 mil metros, o maratonistas o futbolistas, porque ni modo que traigan a Layún del equipo América como abanderado para encabezar el desfile.
O tal vez meta la rectora Sara al equipo de los Halcones, cuando la mayoría son extranjeros.
Lo que sí veremos en el desfile del 20 de noviembre serán las policías de Duarte: la Fuerza Civil y los acreditables del general Bermúdez, que seguramente marcharán con sus bazucas, tanquetas, metralletas y lentes y pasamontañas obscuros.
Y ninguno de ellos sabe lo que esto costó a sus padres, a sus abuelos o a los padres y madres de los abuelos. Hambres, angustias, llantos, frustraciones, esperanzas, ilusiones y otros sentimientos similares, formaron la vida de los que también ya han pasado a la historia y son sólo recuerdos familiares, acaso retratos desleídos que cuelgan de las paredes de las habitaciones.
Canciones que animaron la lucha, son ya solamente motivo de recuerdos para los viejos que, en su nostalgia, han olvidado ya lo que tenían de vida y de acción esas tonadas y melodías, para el pueblo que las vivió y que han pasado definitivamente.
Por eso la Revolución de 1910 es solamente ya un motivo de nostalgia y de remembranza.
Para los políticos de nuestros días, medio enterados del pasado, la Revolución de 1910 se ha convertido únicamente en un motivo de usufructo, cobijados por el PRI y así se sienten con derecho a robar el patrimonio que también falsamente se considera que pertenece a los revolucionarios únicamente, sin reconocer que ese patrimonio, cualquiera que sea su contenido y significado, es el patrimonio del pueblo entero y no de una camarilla encabezada por Enrique Peña Nieto.
Decirse y manifestarse en los desfiles como revolucionarios, herederos de 1910, rinde buenos dividendos en la vida real y ahorra trabajo y esfuerzos. Cuando se hace así, se tienen al alcance de la mano empleos bien remunerados, posiciones de mando fácilmente alcanzadas y conservadas.
Entretanto, en los pueblos y ranchos de Morelos, andan algunos ilusos buscando las huellas de Zapata; en el sur de Sonora, quedan dos o tres guardias viejos y condecorados que guardan los restos de Obregón. Pero todos éstos son ya seres irreales que reclaman a los mexicanos por qué se han olvidado de la Revolución.

rresumen@hotmail.com

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