23 de Abril de 2024
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Voluntad política y plato de lentejas
Juan Aguilera Azpeitia
2014-12-15 - 09:44
> Regalar no siempre es redimir
> Convicción popular

Estamos muy avanzados en actitudes, prácticas o costumbres que algunos denominan subcultura política, pero en realidad no es otra cosa más que la sujeción o formas para manipular la voluntad de los ciudadanos.
Desde el poder se da de todo y para todo, pantallas, bonos, ayudas, etcétera, en apariencia sin tinte ni color, pero el donante casi siempre, si no es que siempre, pide la credencial de elector, ¿para qué? Adivínelo usted, que no cuesta trabajo.
Los partidos hacen repartos con el color de sus siglas y cuando toman el poder, del tamaño que sea, se llevan a los cargos públicos a sus seguidores, aunque no estén preparados; es la fauna de acompañamiento, llamados en otro tiempo compañeros de viaje, que aplaudieron, apoyaron y... ¡ahora cobran en especie!
Pero, asombrémonos, el dinero con que se manipula es nuestro, ya que los gobiernos y organismos electorales denominados partidos, se sostienen con lo que pagamos de impuestos. Es una millonada enorme. Ya se ha documentado que las elecciones más caras del planeta, son las de México. ¡Honroso primer lugar!
Cambiar este esquema, lo digo con franqueza y preocupación, es muy complejo, porque si en el país hay 53 millones de hambrientos, éstos son candidatos a cambiar su primogenitura, o sea la voluntad electoral, por un plato de lentejas.
¿Es reprobable toda donación?, se preguntará usted. Claro que jamás; es noble, positiva, humanística, siempre y que no lleve el signo ominoso del grillete para la conciencia, que al obsequio no se le vea la cola del “te doy y me obedeces”.
Hay quienes para paliar, rasurarle lo perverso a esta nueva maña, postulan que el receptor puede aceptar cuanto le entreguen y más en etapa electoral, que ya luego votará por quien quiera.
Esa falacia pretende ignorar, en beneficio de los corruptores, los alcances de la psicología en cuanto a la dependencia. Ejemplifiquemos: a un elector, el activista del partido equis, le entrega 500 o mil pesos durante la campaña y le promete tenerlo o tenerla en una lista para a la hora buena, o sea luego de ganar, compensarle de mejor manera, ¿en favor de quién consideran ustedes que emitirá la papeleta? Ideales, cero; programa, cero; personalidad u honestidad de los aspirantes, cero. Lo que cuenta es el “tú me apoyas y yo te doy”.
Sí, las cocinas comunitarias, los desayunos a los niños están perfilados a paliar el hambre, pero sería mejor que a los pobres al filo de la inanición, se les entregara un salario con base en labores comunitarias, ¿empedrar calles, abrir caminos, reparar escuelas, pintar edificios? Eso y mucho más. Es factible, pero con tales programas se perdería el gancho que ensarta la conciencia electoral.
Hace algunos ayeres fui por primera ocasión a Parras de la Fuente, Coahuila.
Entre algunas realidades, con las que me topé allí, fue la de que el pordioserismo era casi nulo.
Al indagar el porqué de la baja mendicidad, pude encontrar un dato que me sorprendió e ilustró: cierto núcleo de personas, debidamente agrupadas, de la sociedad civil, como se dice ahora, se había organizado para tener un comedor, tan grande como los necesitados lo requirieran.
Estaba en el patio de un plantel bien ubicado.
Por las mañanas, muy temprano, se servían desayunos. Podía asistir quien lo requiriera, previa solicitud de los padres, si eran menores de edad los concurrentes. Luego de degustar su porción, acudían a los respectivos planteles.
Al mediodía, en el mismo lugar a todos los enlistados les proporcionaban comida, generosa, por cierto. Nadie que acudiera allí, se quedaba con hambre.
La mendicidad no estaba en las calles, porque no era necesario.
Los donantes para tal efecto, eran anónimos, esto es que nadie se jalaba el cuello, ni presumía de filantropía.
De acciones de tal naturaleza nacieron los desayunos escolares.
Se preguntará alguien si eso es malo. Esencialmente no, pero muestra terrible realidad: el hambre de nuestro pueblo.
Una anécdota lo refresca si recordamos que siendo presidente de México, Adolfo López Mateos hizo un viaje a Japón acompañado, en la comitiva, por su esposa Eva Sámano.
En un momento del recorrido para mostrarle realidades educativas a la pomposamente denominada primera dama, ésta se permitió inquirir respecto al mecanismo asistencial para los escolares. Le ilustraron que no existía ese programa. A su pregunta de ¿por qué?, le dijeron que en ese imperio tal ayuda no se requería.
Cuando fue gobernador de Michoacán Agustín Arriaga Rivera, en Morelia para acabar con los mendigos de todas las edades, brigadas de trabajadoras sociales recorrían la ciudad no para perseguir a los pedigüeños y sí a efecto de encuestarlos. Allí afloraban luces, si eran huérfanos, madres abandonadas, ancianos sin familia, gente sin trabajo o simplemente ociosa. Se visitaban sus domicilios y luego de un diagnóstico resultaban encauzados a la institución que podría auxiliarlos para que se superaran, sobre todo educativamente.
Como se advierte, no es que esté mal que se ayude a quien lo necesita de verdad, pero gobiernos, desde el federal hasta los municipales, pasando por los de los estados y los partidos políticos, donan casi siempre con el avieso propósito de atar las voluntades. Eso debe terminar porque es el rostro de la perversión.

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