23 de Abril de 2024
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ESTAMOS BAJO LA LEY DEL PÉNDULO
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2014-12-17 - 09:39
Cada seis años el presidente en turno rectifica lo que hizo el anterior y así va el país, navegando en mares bravos sin rumbo ni puerto.
La incapacidad para combatir la delincuencia organizada se evidenció con el crecimiento de la inseguridad y la violencia a partir de diciembre de 2006, cuando se decidió recurrir al Ejército y la Marina para realizar tareas de seguridad pública. La consecuencia: multiplicación de los crímenes de estado y las violaciones de los derechos humanos.
Así, la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa fue la gota que derramó el vaso y en medio de esa crisis aparece en los medios la noticia de que el contratista del sexenio, Juan Armando Hinojosa, había vendido una lujosa casa blanca ubicada en Lomas de Chapultepec a la familia presidencial. Los resultados han multiplicado las protestas a tal grado, que el festejo por la conmemoración del aniversario de la Revolución mexicana no se efectuó con el presidente al frente. Hay muchísimas cosas que irritan, como el cinismo con el cual Peña Nieto anuncia su compromiso con la transparencia.

ANTECEDENTES DE LA CORRUPCIÓN
EN LA “DICTADURA PERFECTA”

Empecemos con Ávila Camacho. Éste cambió el rumbo a Lázaro Cárdenas; a las agudas tensiones promovidas por Cárdenas que provocaron en la burguesía reacciones de terror, Ávila Camacho, en la palabra y en la acción, dijo e hizo cosas con propósitos deliberados de pacificación; se confesó católico, frenó el reparto agrario, moderó el ejercicio del derecho de huelga, restó virulencia al enfrentamiento entre las clases, aprovechó las amenazas de la guerra para convocar a la unidad nacional, apagó tempestades mediante mensajes pacificadores, ofreció garantía a la inversión privada, inició la domesticación de los líderes obreros, y, en síntesis, creó un clima sedante que contrastó con las tempestades del cardenismo.
Miguel Alemán no fue un presidente rectificador; en todo caso, subordinado el juicio a la geometría política, pudiéramos afirmar que estiró el péndulo ya cargado hacia la derecha para llevarlo a mayores extremos; usó al Ejército para apagar protestas sindicales, montó la infraestructura del charrismo, modificó el artículo 27 constitucional para moderar –mediante el amparo– el reparto de la tierra, coqueteó con la riqueza, estimuló en buen humor el enriquecimiento de amigos y colaboradores.
Correspondió a Ruiz Cortines una nueva rectificación del rumbo; en su discurso inaugural denunció la corrupción y convocó a la honradez; más allá de las tesis desató, estimuló y toleró la virulencia verbal para condenar a los alemanistas que amasaron fortunas ilegítimas a la sombra del poder; devaluó la moneda y endosó el desastre a la frivolidad irresponsable del sexenio anterior; respetó a Miguel Alemán pero persiguió implacable a un “alemanismo” identificado con las peores formas de corrupción.
En aspecto ideológico faltó aliento para mover el péndulo; en el estilo la oscilación estiró hacia los extremos contrarios; del despilfarro al “cuentachilismo”; de la frivolidad a la seriedad republicana. Los reproches contra la corrupción, presentes durante todo el sexenio, se quedaron en los ropajes inofensivos de frases arrancadas a la literatura decimonónica; la gendarmería permaneció acuartelada.
Con Adolfo López Mateos, el péndulo ideológico, por lo menos en la virulencia del discurso, dejó la sensación de un retorno a extremos abandonados; en escaladas verbales se llegó a puntos de crisis; el presidente se definió hombre de izquierda dentro de la Constitución; los organismos de la iniciativa privada formularon en un desplegado la pregunta que los acosaba: “por cuál camino, señor presidente”; no hubo pública respuesta, pero hubo certidumbre de diálogo y entendimiento en la intimidad; el agua no llegó al río; se sustituyó el vocablo comprometedor de “izquierda” por el de “revolucionario”, comodín en la baraja, distante del compromiso, identificado con la indefinición; en el estilo la rectificación es profunda; de la austeridad republicana a la frivolidad de los automóviles de carrera, de la casa modesta en San José Insurgentes al palacio en el Pedregal, de los discursos cuidadosamente anodinos a la oratoria barroca y rococó, de la corbata de moño a la colección de sastrería, de la vida anacoreta al vivir versallesco; en toda la rectificación de estilo y postura, un respeto benevolente a Ruiz Cortines y al ruizcortinismo. (López Mateos nació en el Estado de México).
Díaz Ordaz no tuvo problemas de continuidad; la enfermedad y la muerte liquidaron a López Mateos; en niveles ideológicos, según los izquierdistas, el péndulo volvió a los más radicales extremos de la derecha; Díaz Ordaz quedó prensado en la insurgencia popular del 68. Soberbio, caprichoso, borracho de poder, no pudo liquidar la protesta en los caminos del diálogo inteligente y la aplastó con los recursos de la violencia; en el estilo, rectificaciones esenciales; de la frivolidad al gozo visceral del poder. Su crisis de enfrentamiento con la universidad insurgente borró y agotó su actuación en otras áreas o menesteres; así los recoge la historia: sus seis años quedaron limitados a la cresta violenta del 68.
Luis Echeverría Álvarez fue ejemplo de nomadismo rectificador. El péndulo que con su complicidad y colaboración fue llevado a los extremos de la derecha, volvió hacia la izquierda, por lo menos en las cataratas del verbalismo oficial, cuando el poder absoluto se acumuló en sus manos.
Secretario de Gobernación, fue actor y coautor central en el drama de Tlatelolco; como candidato a la presidencia guardó en Morelia un minuto de silencio por los mártires del 2 de octubre. En excesos verbales, virulencia que se nutrió en oscuros rincones de rencores o revanchas, se gozó al ofender a Díaz Ordaz y al diazordacismo: “fascistas”, “traidores”, fueron adjetivos que sus colaboradores lanzaron sobre el sexenio anterior ante el silencio solidario de Echeverría.
Reformador de superficies, pretendió su lugar en la historia; gigante entre los enanos que lo precedieron, héroe frente a la posteridad. En el estilo, el péndulo regresó también a los extremos opuestos; de los discursos elegantes y de buen corte académico a la oratoria de alcalde de pueblo; del gasto controlado, al despilfarro sin control; del desarrollo estabilizador, al desarrollo compartido.
Y así, en visión de relámpago sobre esos años de historia política priista que fueron la base sólida de un régimen totalitario con su “dictadura perfecta”,se encuentran en el dominador común de los movimientos pendulares identidades que mueven a conclusiones desoladoras: con mayor o menor virulencia, diferencias de matiz, cada seis años se redescubrió un mundo; por lo menos desde 1952, Ruiz Cortines, la familia se lanzó mutuamente acusaciones de enriquecimiento ilícito, y resultó que después de más de medio siglo los ladrones han crecido en su número y los robos en su monto; la administración del dinero, colgada del péndulo, va del despilfarro a la disciplina; los estilos, de la austeridad republicana a la frivolidad juguetona.
Aparentemente, más allá de estos cambios pendulares, todavía hay datos que permanecen: la miseria en el campo, la injusticia, la inseguridad, la crisis económica, la injusta distribución del ingreso, el inmovilismo ideológico, el culto a la personalidad del presidente y la corrupción en la administración de los dineros del pueblo.
En este sexenio –regreso del PRI– prevalece la intención de ocultar la gravedad de la crisis y la debilidad de la república con un gobierno fallido. La compra de la casa blanca deja al descubierto la violación de varias disposiciones legales, las cuales deben ser aclaradas para restituir el estado de derecho que merecemos todos.
rresumen@hotmail.com

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