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DON AGUSTÍN, ECCE HOMO
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2015-04-20 - 11:35
DON AGUSTÍN parecía hosco, difícil en su trato, no le gustaba perder el tiempo en nimiedades y urgía a sus subalternos a imitarle en estar temprano (las 8 de la mañana) en la oficina y así ser respetuosos del tiempo y labor de quienes llegaban de zonas apartadas a gestionar asuntos. Exigía que se atendiera escrupulosamente la tarea del día y por eso también les pedía a los funcionarios irse temprano a sus casas y dar tiempo a la familia. El Palacio de Gobierno dormía en las noches y permanecía apagado. La causa era justificada. Quería que los jefes estuvieran reposados, serenos y despiertos en todas sus facultades para atender con diligencia los asuntos del nuevo día. Nada de retener toda la noche y durmiendo en los corredores del palacio a los campesinos y obreros y laborantes si finalmente, resultaba igual, pues por el desvelo los empleados iniciaban la tarea tarde al otro día.
Exigía disciplina y era honesto consigo mismo y así quería que se mostraran quienes le rodeaban. Descontó rigurosamente el importe del sueldo correspondiente del tiempo de quienes fueron “con permiso oficial” a su campaña y siempre fue austero en su vestir y parco en su alimento.
Su amistad se demostraba en palabras breves de confianza y acercamiento de ideas y espiritual. Su voz era tranquila y paciente y su amistad era recta pero exigente siempre de la corresponsabilidad en el trabajo y el deber cumplido.
Su obra rebasó los límites del presupuesto gracias a su formación académica de Economista y su conocimiento previo de los movimientos presupuestales y de comercio internacional.
De allí el éxito de su fórmula de gobierno que criticaron muchos y se entendió en toda su previsión y visionario conocimiento sólo hasta el final de su sexenio: Dos años de lograr la estabilidad, pagar deudas y planificar lo necesario para generar un Veracruz del futuro. Dos años de ahorro hasta el sacrificio y hasta el último centavo (tiempos de intereses bancarios altos) y los dos últimos de invertir y converger voluntades y proyecciones regionalistas, con lo que se lograrían las grandes obras que hoy todavía definen el progreso de Veracruz: Puentes y más puentes, en el norte y el sur y a lo largo del Estado. Caminos y escuelas y sus obras señeras: EL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA (donde se le encontraba siempre, después de concluir su sexenio, acrecentando sus colecciones y su patrimonio y vigilando su funcionamiento) y el rescate de EL ENCERO, la hacienda de Santa Ana, hoy patrimonio de todos quienes lo visitan y se admiran de ese pedazo vivo de nuestra historia. Allí mismo nació La Academia de Policía.
DON AGUSTÍN amó tanto a Veracruz y sus tierras, como que él mismo nunca dejó de ser hombre de campo y así trabajó en su sueño de hacerlo el “GRANERO Y YUNQUE DE LA NACIÓN”, lo que consiguió en muchos de nuestros cultivos. Poniendo a la entidad en los primeros lugares de producción, abasto nacional y exportación a muchos sitios del extranjero. Protegió e impulsó a sus máximos niveles la industria azucarera y los récords de cosecha y torrefacción de nuestro café abastecieron los mercados de todo México y muchos lugares en el mundo.
De la educación era un creyente fiel y siempre amparó la labor de los maestros.
Conocedor profundo de su historia, sus reacciones y motivaciones, Don Agustín alcanzó el reconocimiento general y el bien de sus conciudadanos TAN SÓLO CON EMPUJE DE SU EJEMPLO.



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