08 de Mayo de 2024
INICIO
Política Columnas Municipios País Orbe Educativas Cultural Sociedad Negocios Farándula Deportes Sucesos
PROSA APRISA - Arturo Reyes Isidoro
La “madre del año”
.
2015-05-05 - 09:19
Como dice Catón, me gustaría conocer a Toya Graham. Toya es la mujer afroamericana que en un momento inesperado de su vida el lunes pasado 27 de abril saltó a la fama mundial cuando –como decimos en México en un lenguaje que todo mundo entiende en toda su significación– a punta de madrazos sacó a su hijo Michel Singleton, un adolescente de 16 años, de los violentos disturbios en Baltimore donde protestaba por la muerte de otro joven afroamericano, Freddie Gray, quien murió tras ser arrestado por la policía. Toya no se dio cuenta que estaba siendo filmada y tan pronto el respectivo video fue subido a las redes sociales le dio la vuelta al mundo y la mujer se ganó el calificativo de la “madre del año”. Hoy es una celebridad mundial y los periodistas hacen cola para entrevistarla.
Su actitud tiene varios ángulos que comentar. La de la madre enérgica, severa, pero responsable y muy buena madre; la del hijo, con deseos de luchar contra la injusticia y el statu quo (estado del momento actual) que vive la sociedad norteamericana sobre todo por las agresiones con claros signos racistas por la parte de la policía blanca gringa; la de la madre con un alto sentido de lo que es o debe ser la justicia; la del hijo disciplinado que aguanta vara los porrazos pero jamás le falta el respeto a su madre, ni verbal ni físicamente; y, finalmente, el aplauso mundial que se ganan uno y otro.
Pero hay detalles que me tienen sorprendido y que hablan del instinto materno. Toya ha declarado que vio a su hijo en la televisión participando en la manifestación antirracial y no dudo en ir a buscarlo y sacarlo a empujones, jalones y cachetadas de la protesta. “Me giré, le vi con la capucha y el pasamontañas en mitad de la lluvia de objetos y me volví loca… Vi a mi hijo entre la multitud. Estaba ahí, cruzando la calle con su capucha y una máscara. Y en ese momento no me pude contener. Es mi único hijo varón y yo no quería que al final del día se convirtiera en otro Freddie Gray”. Hasta ahí todo es fácil de entender. Lo que me resulta un tanto inexplicable es cómo a la distancia física y ante tanto joven, además con el rostro cubierto, supo que se trataba de su hijo (hace muchos años pasaba yo una tarde de invierno por la Plaza Lerdo cuando me llamó un compadre quien me dijo que su hijito estaba admirado porque se llevaba con los Reyes Magos, pues platicaba con quienes estaban disfrazados de tales, que cargaban a los niños para que un fotógrafo los retratara y les vendiera las fotos. Hicimos plática hasta que me preguntó si no notaba yo algo especial. Le respondí que no. Entonces me dijo que me fijara muy bien en los Reyes Magos. ¡Eran mis hijos Arturo, Daniel y Toño!, adolescentes entonces, quienes me ayudaban ganándose la vida en los más diversos oficios pero no me habían dicho que iban a trabajar de Reyes Magos ni dónde. Los tenía enfrente de mí y no los reconocí, y Toya, en cambio, reconoció al suyo, enmascarado. Qué instinto de mujer).
Pero, además, esta mujer, de 43 años, madre soltera de seis hijos, Michel su único hijo varón, dijo algo admirable a mi juicio: “Es mi único hijo varón y yo no quería que al final del día se convirtiera en otro Freddie Gray. Pero ponerse allí de pie, cometiendo actos vandálicos frente a la Policía no es justicia", explicó a la televisora CBS. Eso también nos habla de otra cultura: la de la legalidad. En efecto, cometer actos vandálicos no es hacer ni hacerse justicia, pero eso vale en una sociedad donde la ley se aplica, ahí sí, sea contra quien sea y se trate de quién se trate, donde el pueblo confía plenamente en sus autoridades porque no se permite la impunidad, como ya sabe usted en dónde (en diciembre de 2013 cruzaba yo la frontera de Tijuana hacia San Isidro, California, cuando en la garita ya de lado norteamericano se armó una discusión. Un hombre se quería saltar varios lugares en la cola que hacíamos. Los demás protestaron, salvo uno quien quería que se le permitiera hacerlo. La protesta subió de tono y entonces se acercó una policía, una mujer por cierto guapa aunque ya entrada en años. Exigió orden, pero el que intervino a favor del que quería violar el orden argumentó que al hombre al que defendía le urgía pasar, que era un pastor religioso y que tenía un familiar enfermo en un hospital al que le urgía llegar a ver. La policía se mantuvo firme. Entonces el otro le dijo que le cambiaría su lugar al pastor. La respuesta me admiró: Es que aquí no se hace lo que cada quien quiere. Aquí se respeta lo que la ley y el orden marcan. Ahí se acabó la discusión).
Pero volviendo a Toya y su hijo, creo que a todo mundo sorprendió ver que Michel jamás se volvió contra su madre, ni le dijo nada, menos le faltó al respeto, no obstante que a punta de guamazos le quitó la capucha y la máscara y a golpes se lo llevó a su casa, él con la cabeza agachada.
"Hay algunos días que yo hago un escudo en mi casa para que él no salga fuera y yo sé que no puedo hacer eso el resto de mi vida… Estaba muy enojada y sorprendida porque uno nunca quiere ver a su hijo en esa situación… Sé que no puedo protegerlo toda mi vida. Él tiene 16 años y está en la calle. Sólo elijo no vivir así más y no quiero esto para él… No digo que no lo volvería a hacer porque es mi hijo. Si zurrarle una o dos veces es la forma que tengo de llegar hasta él, de que comprenda que esa no es forma de vivir y me haga caso, entonces lo haré… Él sabe que lo quiero”, fueron algunos de los argumentos que dio del porqué de su actitud. Reconoció que su hijo no es un chico perfecto, “pero es mi hijo”.
Toya contó que el chamaco le dijo: "Ma, cuando te vi, mi instinto fue correr". "Cuando vi a mi madre dije: ¡oh rayos!, no sabía por qué ella estaba ahí, la vi y pensé que no me iba a reconocer, pero cuando escuché que me gritó que soltara un ladrillo que tenía en las manos, supe que era mi madre, nadie habla así como ella, y lo que siguió fue la Tercera Guerra Mundial”, comentó Michel a Anderson Cooper, de CNN.
Las notas periodísticas dicen que tanto el Facebook de Toya como el de su hijo se llenaron enseguida de mensajes de apoyo, e incluso algunos le pedían a Michael que no se enojara con su madre y que diera gracias a Dios por tenerla a su lado protegiéndolo de la violencia. Por su parte, el comisionado de policía, Anthony Batts, dijo en una conferencia de prensa: “Si observas la escena, tenemos a una madre cogiendo a su hijo con el rostro encapuchado y golpeándolo en la cabeza porque ella estaba muy avergonzada. Ojalá tuviéramos más padres que se hacen cargo de sus hijos”.
Cómo me gustaría conocer a Toya.



Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

Otras Entradas

Lo más visto