28 de Abril de 2024
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Cuestión de fe
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2015-05-30 - 08:39
“En dos palabras puedo resumir lo que he aprendido de la vida: sigue adelante.”

Robert Lee Frost

La enfermedad, como algo natural a partir del pecado original, a veces llega sigilosa, sin previo aviso e implacable; tanto, que nos deja momentáneamente noqueados, desconcertados. Por igual ataca a buenos y malos, ricos y pobres, varones y mujeres, niños, jóvenes, adultos y ancianos; creyentes y ateos.
Hay padecimientos que nosotros mismos nos provocamos, como en mi caso, por 31 años de ingerir alcohol, o aquellos que se destruyen los pulmones con el tabaquismo. Sin embargo las enfermedades a veces llegan nada más porque sí, sin ninguna responsabilidad de nuestra parte, y por más que se empeñe alguien en llevar una vida “sana”, haciendo ejercicio, cuidando su alimentación, etc., siempre habrá algún parásito en alimentos sin la suficiente higiene o en el agua de la tubería y tinacos, y hasta virus y parásitos que vuelan por el aire y simplemente nos contagiamos al respirar.
Y sí debemos cuidarnos, por supuesto, para así no agregarle a nuestro organismo enfermedades provocadas por nosotros a las que pudieran llegar de manera fortuita. Aunque eso de que “de manera fortuita” es sólo un decir; porque no hay ningún mal (y para el caso ni ningún bien) que no venga de Dios.
Algunos, por hablar eufemísticamente dicen que Dios “permite” que el mal suceda; temen decir abiertamente que Dios provoca todo el mal (de nuevo, así como todo el bien), porque afirmar que el Señor “permite” el mal, es tanto como asegurar que Dios no tiene el control sobre absolutamente todo y su soberanía quedaría cuestionada.
Si dijéramos que Dios “permitió” que Satanás se ensañara con el pobre de Job, también sería una inexactitud. Si Yahvé-Jesucristo no hubiera tenido el poder de impedir que el maligno le matara los hijos a Job, le hiciera robar y matar todo su ganado, lo cundiera de una maligna lepra, y de remate, recibir el reproche torcido de sus supuestos amigos y el escarnio odioso de envidiosos y resentidos que recordaban con rencor su pasada prosperidad y bonanza, entonces se podría usar sin ambages el verbo “permitir”, pero entonces no sería Dios. Dios provocó a Job todo ese mal, aunque luego lo liberó y lo resarció con creces, también hay que decirlo. Por supuesto que hablamos del “mal” desde el punto de vista de los hombres.
Dios en ocasiones nos provoca un mal material efímero para darnos un bien espiritual perdurable, aunque de momento toda la situación nos sea ininteligible.
***
A veces los hombres nos olvidamos de observar y apreciar la creación, inmersos como estamos en el mundo y sus afanes. Así, nos enfrascamos en carreras vertiginosas y utilitarias a la escuela de los niños, a la oficina o al negocio, sin otra mira que lo inmediata y materialmente provechoso. Como verdaderos burros de trapiche, pareciera que llevamos viseras a los lados, que sólo nos permiten ver y caminar al frente para no distraernos de nuestra signada e inexorable función.
A pocos se nos ocurre que, por ejemplo, mientras esperamos la luz verde del semáforo, podemos robarle unos segundos a la rutina y contemplar la belleza de un árbol, o de las aves revoloteando alrededor; pequeños detalles que hacen bien a nuestro espíritu; pequeños detalles que repetidos y a la larga, nos pueden ahorrar la consulta al neurólogo, medicamentos y pócimas para los nervios y el insomnio, o la tentación de mitigar el stress con paliativos temporales como el alcohol u otras drogas, que a largo plazo no hacen sino empeorar la situación.
El otro día, caminando por el parque Juárez, alcé la vista y contemplé la torre de Catedral enmarcada por el cielo azul y algunas nubes blancas; su hermoso y enorme reloj inglés que antaño se consideraba el indicador de la hora oficial de la ciudad. Bajé la vista y observé a los caminantes, prácticamente todos con la mirada al frente y no pocos al suelo, con expresión tensa, sin sonreír. Tal vez haya problemas y situaciones difíciles en el país, en nuestro estado, en la ciudad, problemas que pueden estar aderezados amargamente con algún problema personal o familiar. Sin embargo, esos instantes de solaz que mencioné antes pueden no sólo mitigar el agobio, sino recargar de energía y optimismo para enfrentar la vida como venga.
Debemos tomar, por lo menos de vez en cuando, la actitud quijotesca y hacer yelmos de Mambrino de las bacías de barbero que son las miserias del mundo. Y ya en ese plan, tal vez nos demos cuenta de que la situación no es tan complicada y adversa como nos parecía; que los problemas y angustias que en determinado momento nos pueden las cuestiones políticas, las vicisitudes de la economía, la inseguridad, que si bien existen realmente, también es cierto que son magnificadas por nuestra mente influida por el amarillismo rampante de ciertas personas llenas de amargura; por el pesimismo irracional de individuos que desahogan traumas personales transponiéndolos a la vida colectiva, y así pretenden consolarse con el mal de muchos.
De todo se puede sacar algo bueno. De cualquier situación podemos destilar la esencia que nos conviene a nosotros y a los demás. Valorar en toda su magnitud todas las bendiciones espirituales y materiales que Dios nos da, no es una actitud tan fácil de tomar como pudiera parecer. Y más, porque algunas de esas bendiciones suelen presentarse al momento como inconvenientes y hasta contrariedades, y es sólo hasta tiempo después, ya vistas en panorámica, que nos damos cabal cuenta de que todo era para nuestro bien, para nuestro crecimiento como seres humanos, para nuestra evolución positiva como criaturas de Dios.
Y aunque parezca slogan de libro de superación personal, una actitud mental positiva es necesaria para la salud física y emocional.
***
Mi agradecimiento eterno a todos aquellos que se preocuparon por mí durante el trance que pasé: familiares, amigos y demás. Los que fueron a cuidarme y a visitarme al hospital y a mi casa; y a los que, no pudiendo estar físicamente cerca de mí, me dirigieron sus oraciones y buenos deseos. A todo el personal del Hospital Civil Dr. Luis F. Nachón. Al director de Oye Veracruz Santos Solís, a quien no pude ni avisar la suspensión de Cotidianidades por la premura de mi internamiento.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

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