19 de Abril de 2024
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Ahí se ven
A Marco Aurelio Carballo, siempre, del Soconusco a Coyoacán
2015-07-16 - 01:30
El escape de Joaquín Guzmán Loera del penal de máxima seguridad del Altiplano el sábado anterior, conocido en el alto y bajo mundo como El Chapo, deja, en muchas partes del mundo, sin habla: es un narcotraficante habilidoso y con hartos billetes verdes, sin duda.
Fuera de su celda de tres por dos metros, monitoreada de forma permanente desde su recaptura en Mazatlán hace 16 meses, el sujeto ha de respirar profundo a sabiendas de que otra vez dependerá de sus argucias para evitar la máxima de las autoridades federales hoy: su recaptura.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong enfrentó la tarde del martes anterior la embestida de periodistas nacionales y del extranjero: dio respuesta a todos, con más o menor fortuna ante las miradas descompuestas de la titular de la PGR, Arely Gómez –vaya bienvenida-; de Monte Alejandro Rubido, Comisionado Nacional de Seguridad –no movió ni una pestaña- por dos horas y consecuencias políticas y de seguridad: hay ceses, investigación y van por la recaptura.
Ni los Derechos Humanos, ni la certificación de cumplimiento de normas de alta seguridad internacionales al penal de Almoloya -a entregarse en fechas ¿próximas?-, ni los servicios de inteligencia y contrainteligencia, ni la DEA, ni 60 millones de pesos a quien dé informes del paradero, como dijo, son argumentos de peso ante una sociedad incrédula.
Tampoco apetecen calificativos y apelativos bromistas o en serio en las redes en torno a un audaz y sanguinario narcotraficante, que vive bajo una cauda de crímenes de toda laya; miles de niños, jóvenes y adultos cautivos de estupefacientes; lavado dinero sin ton ni son, que es el mero Chapo, como si fuera una pera en dulce.
Así es que el Chapo no se quedó quieto: ahí se ven.
Hizo esta balandronada costosa e ingeniosa en medio de complicidades y silencios absolutos, si los hubo, hasta su salida de esta segunda cárcel federal, si se recuerda Puente Grande en Jalisco en 2001.
De los 17 penales federales y 385 estatales, hay máximo cuidado, los directores están a las vivas y sus barbas, hasta en las regaderas, a remojo, otra vez por el ahí se ven.



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