28 de Abril de 2024
INICIO
Política Columnas Municipios País Orbe Educativas Cultural Sociedad Negocios Farándula Deportes Sucesos
-
La búsqueda de la verdad
.
2015-09-26 - 12:35
“Dicen que antiguamente
se fue la verdad al cielo,
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto.”
Lope de Vega

Minutos antes de condenarlo a muerte por miedo al populacho y al Sanedrín, Poncio Pilato hizo una pregunta a Jesucristo que, por el dramatismo del pasaje, al leerlo suele pasar desapercibida, pero que es de una trascendencia fundamental, al grado que en estos albores del siglo XXI nos la seguimos haciendo, no sólo los legos, sino aún los eruditos, filósofos y grandes pensadores en general: “¿Qué es la verdad?” (Jn. 18: 38). Desgraciadamente para nosotros no era ni el momento ni el lugar para que el Señor ofreciera toda una disertación sobre el tema; nos hubiese ahorrado unas cuantas discusiones.
Hoy escuchamos términos tales como “verdad histórica”, en mal momento utilizado por el ex procurador Murillo Caram, lo que ahora lo hace blanco de severas críticas y hasta de burlas. Porque aún lo que conocemos como “historia” genera grandes dudas en cuanto a la adecuación de lo que realmente ocurrió con lo que quedó plasmado en la historiografía. Así, el llamado revisionismo histórico se hace necesario, ya que quienes se han encargado de redactar los sucesos acontecidos en los países y el mundo lo han hecho de una manera parcial; es decir, guiados por intereses de conveniencia, ideológicos y hasta personales. Porque aún los historiadores clásicos, Herodoto, Tácito, Flavio Josefo, etc., se sabe que escribieron su relación de los hechos con el filtro del afán de agradar y alabar al hombre del poder, sea el rey, el emperador, general o dictador en turno.
Hoy, por ejemplo, vuelve a surgir la controversia en nuestro país acerca del gobierno de don Porfirio, periodo de lo más grande que le ha tocado vivir a México. Aquí, los historiógrafos de la Revolución, después de la digna aunque equivocada decisión del general Díaz de exiliarse en Francia para evitar que se siguiese derramando sangre en la nación (he aquí la equivocación), dejando llenas las arcas del país, se encargaron por todos los medios de justificar el movimiento que derrocó al presidente don José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. Así, los historiadores oficialistas distorsionaron y hasta inventaron los hechos para satanizar la figura del gran general oaxaqueño, y así satisfacer a los, esos sí, verdaderos buitres que lo sucedieron en el poder. La misión de esos historiógrafos revolucionarios era tapar la evidencia de que después de la partida voluntaria de don Porfirio, el país quedó en condiciones deplorables, tanto que hasta la fecha no se ha repuesto, y que en México no ha habido mejor periodo (para todas las clases sociales) que los 30 años (las leyes de nuestra nación permitían entonces la reelección) de gobierno de don Porfirio Díaz. La planeación, perpetración y financiamiento de la Revolución vino de Estados Unidos, pero ese es otro interesante y extenso tema.
Baste como ejemplo de la necesidad de tomar con pinzas, es decir, digerir con cierto grado de escepticismo sin llegar a la paranoia, el contenido de los libros de historia. Nos dice el doctor Raúl Gutiérrez Sáenz que si la ciencia trata de lo universal y lo necesario, entonces la Historia no es ciencia (Gutiérrez Sáenz, Raúl, “Introducción a la Lógica”). Pero que “la Historia conserva su carácter científico en atención a su método de control estricto de datos, su referencia a las causas de los hechos y la certeza moral que logra” (ibid.). Así que ni el método analítico-sintético, ni la heurística (encontrar documentos antiguos) y hermenéutica (interpretar esos documentos) ni la síntesis basada en todo ello (reconstrucción del pasado) nos garantizan más que cierto grado de exactitud en el conocimiento de los acontecimientos dignos de memoria.
Entonces, ¿qué creer si no podemos estar seguros de la intención y, por ende, de la imparcialidad de los autores de los libros de historia?
Y en cuanto a la comprometedora pregunta de Pilato, trataremos de aclarar un poco el concepto (o tal vez confundirnos un poquito más) y diremos que el diccionario no nos resuelve la situación para nada. “Verdad.- Calidad de lo que es cierto. Conformidad de lo que se dice con lo que existe. Cosa cierta” (Pequeño Larousse Ilustrado). Así, asiéndonos desesperadamente a intentos de definición un poco más especializados leemos que la verdad lógica es la adecuación de la mente con la realidad. La verdad moral es la adecuación de las palabras con el pensamiento, y la verdad ontológica (o metafísica) es la adecuación de la cosa con su idea ejemplar (Gutiérrez Sáenz, Raúl, “Introducción a la Lógica”). Este concepto de verdad es el propio de la filosofía tradicional aristotélico-tomista.
Pero luego vino el idealismo (Kant) a revolverlo todo y a decir que la verdad es el acuerdo de los pensamientos consigo mismos. Error, pues la coherencia entre los pensamientos, la corrección, es sólo un paso hacia la verdad. Un pensamiento puede ser correcto, coherente consigo mismo, pero falso, sin adecuación a la realidad.
Y luego, ya no sé si porque realmente creyeran en esa postura o sólo por llevarle la contraria a los filósofos cristianos surgió el sociologismo (Durkheim) que afirma que la verdad es el acuerdo de los hombres (espíritus) entre sí. Error. Una vez más, el consentimiento universal es un requisito de la verdad, pero no su esencia. Se puede dar el caso en que toda una sociedad o época estuviese equivocada respecto a algo (como el geocentrismo, por ejemplo) y que la verdad la sostuviera un solo individuo entre todos.
Todavía se presentó el pragmatismo (William James) para decir que la verdad depende del éxito de una proposición. Error. Lo mismo: el éxito, la aplicación práctica, la utilidad, no son más que consecuencias de la verdad y no el constitutivo de ésta. Una proposición puede ser verdadera aunque no sea útil o produzca algún éxito.
Entre todo, la postura tradicional aristotélico-tomista es la certera. Quién sabe qué hubiese pensado de todo esto el infortunado procurador romano (infortunado por el paquetote que le tocó asumir) de todo esto.
***
Iguala, a un año
Tanto se ha dicho, que sólo me nace decir que, ante un gobierno federal un tanto medroso, la izquierda radical sigue tratando de sacar provecho de un asunto que se debió totalmente al narcotráfico. En el país, miles de ciudadanos han perdido hijos, hermanos, padres, por hechos de violencia. No hay por qué crear fiscalías especiales y exclusivas por el destino de 43 agitadores marxistas.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.
raulgm42@hotmil.com

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual no las hacen llegar sus autores.

Otras Entradas

Lo más visto