18 de Mayo de 2024
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Los gobernadores y los reporteros en la década de los 80
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2015-12-30 - 10:06
Quienes comenzamos en el medio periodístico desde los años 80 hemos podido apreciar las diferentes formas de gobernar de quienes han detentado el poder en Veracruz desde don Rafael Hernández Ochoa hasta el actual, Javier Duarte de Ochoa.
El alma mater de muchos de quienes todavía escribimos fue el Diario de Xalapa, por mucho el más importante medio de comunicación de aquellas épocas, dirigido por su fundador, Don Rubén Pabello Acosta, quien utilizaba el seudónimo de A. Puente Rosado, y quien seguirá siendo un referente en el periodismo veracruzano.
Ahí crecimos a su sombra muchos de los que entusiasmados con el periodismo nos dábamos a la tarea de reportear los sucesos más importantes y trascendentes que se registraban en todo el estado de Veracruz.
Así pasaron por Palacio de Gobierno Rafael Hernández Ochoa, Agustín Acosta Lagunes, Fernando Gutiérrez Barrios, Dante Delgado Rannauro y Patricio Chirinos Calero.
Luego vinieron Miguel Alemán Velasco, de 1998 al 2004, Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa, ya en siglo XXI. Todos ellos diferentes en sus formas, en sus modos, en sus tratos con la ciudadanía y con los reporteros.
Y en la redacción del periódico también fuimos pasando uno a uno, José Valencia Sánchez, que ha dirigido varios medios impresos y fuera también director del Diario de Xalapa; don Herminio Ortiz (+), don Antonio Cortes Sánchez (+) Rosa Elvira y Filiberto Vargas, Gustavo Cadena Mathey, Ignacio García, Gabriel Arellano López, Eliseo Tejeda Olmos, don Joaquín Romero (el hombre del clavel en la solapa), Víctor Murguía y René del Valle, (actual director y subdirector del Diario de Xalapa); Francisco Urbina Soto, Santos Solís Ríos, (actual director del periódico Oye Veracruz),Joaquín Rosas Garcés, que ahora dirige su periódico virtual Al Calor Político; las hermanitas Rosa María y Sonia Reyes, de la sección de sociales, Toño Juárez, también de sociales, José Luis Yáñez; el descubridor de tantas y tantas cuevas en Xalapa, Jorge Pabello Olmos, Alfredo Ríos, periodista que actualmente dirige un periódico de Orizaba; Carlos Serrano Bazán, en deportes; Rosalinda Sáenz y Zarate, el columnista Orlando García Ortiz, uno de los más prestigiados de aquella época y quien esto escribe, que comenzó en 1979 y dejó el periódico allá por el año de 1985 para seguir colaborando por unos 8 años más con el periodista Leodegario Gutiérrez (Yayo) en su periódico Política. Y claro otros que ahora escapan a mi memoria.
Podría decirse que hasta antes del año 2000, fecha de la transición política en México, los gobernadores se regían por las reglas escritas y no escritas del sistema político y en sus respectivos gobiernos todo se ejecutada con precisión milimétrica, sin sobresaltos, sin divisiones en la clase gobernante. Todos acataban las reglas y velaban porque la calma prevaleciera.
Los periodistas seguían fielmente las ceremonias protocolarias donde los gobernantes salientes entregaban el poder a sus sucesores sin problema alguno.
No se hablaba de deudas millonarias heredadas, de falta de pagos a proveedores, maestros y pensionados, ni siquiera de graves conflictos que pudiesen poner en riesgo a la entrante administración.
En las sucesiones, el sistema priista cuidaba las formas y en cuanto se daba a conocer el nombre del candidato, todos se volcaban hacia él.
Entonces, el gobernante saliente desaparecía de la escena política para no hacerle sombra y no involucrarse ya en los asuntos que ahora le competían al elegido. El respeto era absoluto.
Era un sistema rígido, centralizado desde la capital del país, autoritario y si, con muchos signos de corrupción pero así funcionaba, como dijera el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, como una “dictadura perfecta” que otras naciones sudamericanas quisieron imitar sin éxito.
Quienes como periodistas o simples reporteros de un medio captamos las opiniones de la gente, de la sociedad, hacia los gobernadores de aquellas épocas, nos damos cuenta ahora de la gran diferencia que existe entre unos y otros, sin implicar que fueran buenos o malos, simplemente que los gobernadores se ajustaban a sus papeles, a sus roles y a las reglas políticas de entonces.
Y los hubo caballeros, como don Fernando Gutiérrez Barrios, el Hombre Leyenda, no de Veracruz, sino de México.
Todo estaba como sintonizado, sincronizado y la prensa escrita jugaba el juego del poder mismo, se adecuaba a las circunstancias. Se criticaba lo indispensable, se hablaba de los logros y las acciones de los gobernantes y éstos complacidos, festejaban cada vez que podían a los periodistas, a los reporteros que con su trabajo mantenían informada a la población que, además no era tan exigente como ahora.
Las cosas cambiaron de Miguel Alemán para adelante. La prensa se volvió más crítica, claro no toda, y los gobernantes priistas, ante la falta de un liderazgo por el triunfo de Fox, aprovecharon la circunstancia y tomaron el control del estado en sus propias manos, sin órdenes superiores.
Así comienzan los gobernadores soberbios, esos que cuando se incendia un mercado en el puerto de Veracruz declaran: “y que quieren que haga, si no soy bombero”.
Los reporteros de aquellas épocas observamos claramente las diferencias de gobernar que, si no eran tan buenas y tenían lo suyo, tampoco cayeron en las vaciladas, en el doble lenguaje, en los ataques certeros ya no a sus contrincantes políticos, sino a sus mismos compañeros de partido, en el revanchismo, en el saqueo a las arcas del gobierno y el endeudamiento impagable, en los mensajes amenazadores por twitter y en tantas bajezas como se ve hoy en día en las practicas de gobernar.
Y claramente se observa que de un Ochoa a otro, hay un gran abismo en cuanto al arte de
mandar y de obedecer, vaya pues, a las formas de hacer política.
Es cierto, las circunstancias cambiaron, pero también cambiaron las personas, los estilos, las formas, el respeto y la educación de quien ha ostentado y ostenta el poder en Veracruz.

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual no las hacen llegar sus autores.

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