25 de Abril de 2024
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Como don Porfirio ayer el turno es del PRI
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2016-06-29 - 08:54
Hoy el PRI, como en 1904 el porfirismo, soporta sobre sus espaldas los achaques normales que los años fatalmente acumulan; después de casi un siglo de ejercicio irrestricto del poder, total, desorbitado, jamás compartido, la esclerosis provocada por la vida cerrada a la intemperie, a los desafíos de la competencia, a los riesgos del cambio, a la agonía, vida o muerte, que implica la alternativa de ganar o perder, frente a la certidumbre soberbia del poder como herencia sagrada, patrimonio personal, destino manifiesto, el PRI se gasta y anquilosa; al cerrar el diálogo entre “el palacio y la calle” convirtiendo al gobernante en emperador, dios que en la soledad del despacho dispone de la vida, de los hombres del patrimonio, del destino, de la voluntad, de la libertad, sin más límite que la convicción reiterada de servicio a definiciones confusas sobre “mayorías” que pretenden legitimar en su origen el poder y en el ejercicio justificar la omnipotencia.
Las cosas ya no son iguales; y “el primer priísta del estado”, junto con sus huelelillos y su jefe máximo ‘el innombrable’, creen todavía que hoy es igual que ayer. Creen que su partido es titular y portavoz de las “mayorías”; aíslan y desconocen las ventajas de la alianza inmoral, ilegal, entre gobierno y partido que en abuso indebido de los medios de compulsión, debilitan, paralizan o aniquilan toda posibilidad real y viable de oposición democrática; siguen creyendo, también, en el PRI necesario para la extensión de la paz en el tiempo y del progreso en las estadística; tal vez si alguien les dijo que el PAN o el PRD, en un clima de auténtica libertad democrática pudieran derrotar al PRI, consideraron tal posibilidad como cuento de hadas reservado para la descripción infantil de un Estado de las maravillas; por eso en los tiempos de don Porfirio, la inconformidad, la protesta o la resistencia eran expresiones anecdóticas de minorías minúsculas que pretendían desestabilizar al gobierno legítimo y popular. Todas estas cosas las creía Díaz en certidumbre de convicción.
Don Porfirio minimizó el impacto de las fisuras en su grupo; las consideraba normales y manejables; fue más lejos, las alentaba, en actitud maquiavélica, para debilitar a los demás, y fortalecer su persona. No le resultó, como tampoco tuvo éxito la campaña electoral que acaba de pasar en nuestro estado.
El conflicto entre diferentes grupos políticos priistas dividió y debilitó al grupo gobernante; la piedra monolítica del poder sufrió el impacto del conflicto. Se perciben heridas profundas, fisuras irreparables. Desde luego, el dirigente del PRI Amadeo Flores niega categóricamente la presencia de la herida o la amenaza de la fisura; tal vez, la emoción porque sigue al frente de esa institución política está nutrida en el mundo irreal de un sistema político que en México y Veracruz pretende lograr el prodigio de la alquimia que descubre para el PRI de la eterna juventud o de la vida milenaria.
Tal vez, hoy como en los tiempos de don Porfirio, pocos estudiosos de la política podrían percibir que la “paz priísta” está seriamente deteriorada, gravemente herida; tal vez hoy un dato nuevo y eficiente: el precio de la lección de ayer; y en la lección la posibilidad de la rectificación inteligente, de la respuesta civilizada al desafío, de la capacidad para aceptar, todavía es tiempo, los retos del cambio inaplazable, el reencuentro humilde con la sabiduría que aconseja, en el tiempo que se agota, la construcción de los puentes para el tránsito pacífico de la dictadura al gobierno del pueblo.

rresumen@hotmail.com

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