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Veracruz: pan a prueba
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2016-09-13 - 09:41
El 8 de junio pasado, tres días después de las elecciones locales en Veracruz y otras once entidades donde fueron electos gobernadores, el ex dirigente del Partido Acción Nacional, Germán Martínez Cázares, escribió en el diario Reforma un interesante artículo titulado “¿Cuál PAN ganó?”, en el que celebraba la “aplastante” victoria panista pero a la vez advertía a sus correligionarios y a los líderes triunfadores del blanquiazul que “el éxito es deslumbrante” y que “ojalá no sea cegador”.
“Votos a borbotones no sólo en las siete gubernaturas ganadas, sino también en municipios, desde Tijuana a Cozumel, pasando por Ahome, la tierra del gobernador sinaloense traidor al PAN, o Pachuca, la ciudad natal del secretario Osorio Chong”, reseñaba el ex secretario de la Función Pública, quien inteligentemente planteaba: “¿Qué clase de triunfo fue el del PAN?, ¿qué PAN ganó?, ¿el añejo PAN triunfador de Baja California o el neopanismo priista de Quintana Roo?, ¿el PAN conservador de Aguascalientes (donde incluso la candidata del PRI se mostró abiertamente contra la iniciativa de Peña para reconocer constitucionalmente las uniones homosexuales), o un PAN más abierto y liberal?, ¿el PAN de Javier Corral con Cuauhtémoc Cárdenas en sus mítines o el de Moreno Valle con el PT en los suyos?, ¿el del rudo Miguel Ángel Yunes en Veracruz, o el del tranquilo Rosas Aispuro en Durango? No ganó un solo PAN. Además es ingenuo festejar las conquistas de las alianzas PAN-PRD sin reparar en el fracaso de Sinaloa y Oaxaca donde ‘medio-gobernaba’ el PAN con esos socios, anfibios electorales que nadarán, caminarán o reptarán en 2018, para donde sople el viento de las encuestas presidenciales.”
En su reflexión, Martínez Cázares exponía que los resultados podrían interpretarse como una mano tendida de miles de mexicanos ofreciendo al PAN “otra oportunidad” de gobernar rumbo al 2018. “No es descabellada esa lectura, pero quizá sea superficial; el resultado se debe observar, estudiar y comparar con mayor detenimiento. Sin porras ni matracas, con la serena actitud de quien recibe una responsabilidad, no un premio”, apuntaba. “Los análisis inmediatos y epidérmicos apuran ‘sentencias prontas’, generan expectativas y pueden provocar desilusión. Hace un año tras la elección federal intermedia todo era ‘independiente’, el método era un ‘bronco’ y retumbaba el himno fúnebre de los partidos. Hasta Jorge Castañeda y Pedro Ferriz fantasearon con la silla. ¿No era Beltrones el salvador del PRI? Al PAN le convendría serenar su ánimo y encontrar ese ‘denominador común’ de todas las elecciones locales, para construir una verdadera oferta nacional. También del plato a la boca se puede caer el Palacio Nacional”, ironizaba.
Y resumía: “Hay una profunda corriente social de hartazgo y enojo cívico con el desempeño de las democracias. Que se agiganta con la corrupción. Es un síntoma global, no es estrictamente mexicano y, sin duda, jugó a favor en los triunfos panistas. No sólo es político, es cultural y, por tanto, no se apagará con poner a Yunes o a Corral de sucesores de ‘los impresentables Duartes’. El enfado es penetrante e intenso y se mueve rápidamente, provoca una participación movediza, hace mudanzas ágiles en las preferencias sociales y casi siempre se orientan al antigubernamentalismo. ¿Acaso Jaime Rodríguez en Nuevo León no está en medio de uno de esos torbellinos? Hoy menos que nunca, con redes sociales digitales, una sociedad proclive al espectáculo y a ‘lo efímero’, las victorias o derrotas políticas no son eternas. La volatilidad por los ritmos y formas de comunicación masiva exigen al PAN redoblar el esfuerzo por tener un discurso nacional atractivo, un rumbo de gobierno homogéneo y decente, una lucha frontal contra la corrupción sin excepciones, y una comunicación eficiente de los logros de esos nuevos gobiernos.”
En Veracruz, el estado con el tercer padrón de electores del país, el PAN todavía no asume el gobierno de la entidad –el cambio constitucional de poderes es hasta el 1 de diciembre próximo– pero ya han puesto a prueba su discurso anticorrupción.
Y es que el diario El Universal acaba de publicar que hace un par de semanas la Procuraduría General de la República (PGR) solicitó al director general de Catastro y Valuación de la Secretaría de Gobierno del estado de Veracruz, Domingo Yorio Saqui, otro informe sobre las múltiples propiedades y sociedades mercantiles que tiene el gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares, su esposa Leticia Isabel Márquez Mora y sus hijos Miguel Ángel, Omar y Fernando Yunes Márquez, en las cuales se incluyen bienes inmuebles y empresas de bienes raíces, de cobranza y hasta gasolineras.
Según el diario capitalino, este nuevo oficio, fechado el pasado 31 de agosto, forma parte al igual que el emitido el 28 de junio, de la averiguación previa número AP/PGR/UEIDCSPCAJ/FECCSPF/M-VII/077/2015 que la PGR inició en contra de Yunes Linares por presunto lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y peculado.
Sin embargo, hasta ahora la Comisión Anticorrupción interna del CEN del PAN que preside el ex dirigente Luis Felipe Bravo Mena, no ha salido a favor ni en contra de Yunes pese a que hace tres años la PGR también dio curso a una investigación por los mismos delitos imputados al ex priista, según la indagatoria UEIORPIFAM/AP/114/2013.
Actualmente, la comisión partidista que encabeza Bravo Mena sólo les ha iniciado procesos internos a la ex alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, y al ex gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, quien ya promovió 18 juicios de amparo contra cualquier orden de investigación, localización, presentación, detención y captura que pudiera surgir de las investigaciones que lleva en su contra la PGR por presunto lavado de dinero.

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