Parece que llega la hora de voltear muy en serio a dar validez y sentido a las palabras que a diario se nos ofrecen desde el gobierno, cúpulas empresariales (incluidos medios de comunicación) universidades, partidos en pos de cambios que, al menos, den garantías de crecimiento y desarrollo en una sociedad tan desigual en cuanto a bienestar.
Los retos son conocidos y machacados hasta el límite: seguridad; justicia; frenos a impunidad y corrupción; equilibrio real de poderes; fortalecer el estado de derecho.
A eso se le suman otros lejos incumplimientos como son educación, alimentación, salud; obras de infraestructura (por ejemplo, sólo 33 por ciento de los caminos en el territorio están pavimentados y de ese porcentaje una mínima es de autopsitas); vivienda, cultura.
El secretario de Salud, José Narro(al que se le cuecen las habas con la posibilidad de ser candidato presidencial en 2018) dijo no hace mucho en su calidad de rector de la UNAM que en este barco de 130 millones de habitantes la mitad está en pobreza y de esos hay siete millones de jóvenes alejados de las aulas y de los centros laborales por falta de oportunidades. Con esto, hay para dar y regalar.
Otro que aspira por el PRI, el titular de la Sagarpa, Antonio Calzada, al exponer la relevancia de ventas agropecuarias y pesqueras al exterior mencionaba en un programa televisivo que alcanzan la cantidad de 26 mil millones de dólares cada año, de las cuales 80 por ciento van a Estados Unidos; éste, el mercado natural de ventas por muchas causas, la primera estar a un lado. En esa misma entrevista planteó por otra parte que México importa 70 millones de dólares diarios de alimentos de los Estados Unidos, otra vez. Hay que hacer cuentas, pero el caso es que ya el país compra 50 por ciento de los alimentos que se consumen anualmente en el exterior, claro la mayor parte del vecino.
El asunto es que hay un campo muy abandonado, muy depauperado, expulsor de muchos los millones de migrantes de estados como Michoacán, Jalisco, Puebla, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Zacatecas, Nayarit y bueno, ninguno escapa.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de la nación adjunta lleva inevitablemente a replantear políticas audaces y que no tarden demasiado, hacia un mayor control de lo que gobierno, empresarios, académicos y demás sectores sociales en el mercado interno, porque no hay ninguna claridad, sea como sea, de lo que se viene en un futuro próximo.
Esto supone como una primera instancia que los poderes democráticamente elegidos en el país asuman la calidad de políticos con perspectivas y expectativas claras en cuanto al respeto a las leyes en lo interno y a una transformación de los objetivos que permitan navegar frente a olas tan agitadas de contracción económica y riesgos de todo orden que se avecinan.
Es decir, hay que ponerse las pilas y cada quien desde sus alcances dar los mejor hacia la unidad nacional en pos de estos cambios que requiere la sociedad mexicana.
Atraque 1: A saber que pensaba el gobernador con licencia de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, en la conclusión de su sexenio ¿cómo afrontar lo que estamos viviendo y viendo? Y ¿qué no sabemos? En fin, quizá por eso puso raya de por medio y ahí se ven.
Atraque 2: Así que lamentablemente puras vergüenzas con exgobernadores. Ahí vienen los casos ya muy documentados de los ex de Sonora, Quintana Roo (a quien le gustan los viajes…y las tierras, pues nueve mil 600 hectáreas son hasta donde alcance la vista y más); Nuevo león, Durango y los que se acumulen. Y cuidado con alcaldes que también suelen gastarlas. Ya no digamos en el gobierno federal.
Atraque 3: Hay obras inconclusas en muchas partes del país, en lo que toca a Veracruz una federal, un hospital psiquiátrico a medio construir en la autopista de Orizaba; el túnel sumergido en Coatzacoalcos (millones de dólares por ahí); puentes en Cuitláhuac y la lista es aún mayor.

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