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La ceguera
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2017-03-26 - 17:39

La ceguera física y espiritual. En este día, 26 de marzo de 2017, celebramos el Domingo 4 de Cuaresma, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. La Palabra de Dios de hoy presenta a Jesús como la Luz del mundo que sana la ceguera física y espiritual de los seres humanos, que lo aceptan como Señor y Salvador. El texto de la primera lectura (1 Sam 16) narra la unción de David como rey escogido por Dios y consagrado por el profeta Samuel. El Salmo Responsorial (22) nos consuela con la confianza de que Dios nos ama, nos cuida y nos conduce: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. El fragmento de la Carta a los Efesios (5, 8-14) nos recuerda que en otro tiempo fuimos tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, somos luz. El pasaje evangélico es de San Juan (9, 1-41) y relata la curación que hace Jesús de un ciego de nacimiento.


El ciego de nacimiento.- La sanación del ciego es una larga y hermosa narración y afirma que Jesús, al pasar, vio a un ciego de nacimiento, y sus discípulos, llamándole Maestro, le preguntaron si esa ceguera se debía al pecado propio o de los papás del ciego. Jesús les responde que ninguno de ellos ha pecado, es decir que la enfermedad en ese caso no era el castigo por un pecado, sino la debilidad de la naturaleza humana que propicia la manifestación de las obras de Dios. Jesús insiste en la necesidad de que Él haga las obras del Padre que lo ha enviado mientras es de día, porque en la noche ya nadie puede trabajar. Además, afirma: “Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”, confirmando lo que había dicho anteriormente: “Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). San Juan describe el milagro así: “Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: Ve a lavarte en la piscina de Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó y volvió con vista”. La saliva y el barro son posibles alusiones a la creación de Adán o a la Encarnación del mismo Jesús. La mención del lavado de los ojos siempre ha sido vista por la Iglesia como una alusión al bautismo. La piscina de Siloé (El Enviado) se asocia con encargo misionero, esto es, con Jesús enviado por el Padre y los Apóstoles enviados por Jesús: “Como el Padre me envió, así los envío Yo”. La recuperación de la vista física es una milagrosa iluminación progresiva que cada vez se hará más profunda ante una visión espiritual y sobrenatural. Este progreso se advierte en lo que este hombre, que ha sido sanado de su ceguera, va expresando de Jesús: “Ese hombre que se llama Jesús”: “Es un profeta”; “Viene de parte de Dios”; “El Hijo del hombre, el Señor”.


El encuentro con Cristo.- El relato sigue con varias escenas que culminan con el encuentro de Jesús con quien había sido ciego de nacimiento: “Jesús se enteró de que lo habían expulsado los fariseos y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de hombre?” El contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ese es”. El dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró”. Este último paso es consecuencia de los anteriores y constituye la plena iluminación espiritual, la fe como reconocimiento y adhesión a la persona de Cristo, que ha hecho el milagro descubriendo su divinidad envuelta en su humanidad. La narración termina con la ceguera contumaz de las autoridades judías como resultado contrario a la iluminación del que había sido ciego. Toda la actuación de Jesús es un gran proceso que obliga a tomar partido. El ha venido para dar vista a los que no ven y quieren ver hasta lo más profundo, y ha venido también a dejar ciegos a los que viendo no quieren ver con los ojos del espíritu.

* Arzobispo de Xalapa

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