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Apreciaciones sobre el arte
La utopía de socializar la cultura

2014-03-29 - 14:53
Para Néstor García Canclini en su texto “Artistas, intermediarios y público”, en América Latina existen varios desencuentros entre la modernización social y el modernismo cultural; entre la política de élite y el consumo masivo; entre las innovaciones experimentales y la democratización cultural; señala que el campo cultural se modifica gracias a las exigencias de un público heterogéneo como el latinoamericano que convive con temporalidades históricas distintas.
Entre las vacilaciones y contradicciones irresueltas de esta coexistencia de tradiciones culturales diversas se manifiesta el consumo cultural. En las opiniones y los gustos del público aparecen así, el éxito relativo y el fracaso relativo de la política cultural del Estado. Para Canclini América Latina es una articulación compleja de tradiciones y modernidades diversas y desiguales; es un continente heterogéneo formado por países donde coexisten múltiples lógicas de desarrollo.
En estas contradicciones ha nacido la utopía de socializar la cultura. Una noción que ha permitido reducir la desigualdad en la apropiación de algunos bienes considerados culturales. Esta utopía de socializar la cultura ha acompañado a la lucha contra la injusticia económica, a la idea de abolir las diferencias entre científicos y trabajadores, artistas y pueblo, empresarios y consumidores. Así los discursos de democratización cultural han situado su debate sobre las políticas públicas en el centro del nuevo “humanismo posmoderno”. La discusión gira en torno a cómo anular las distancias entre los museos o espacios culturales y los públicos.
Problematizar las relaciones que los museos y otras instituciones culturales tienen con sus públicos ha permitido generar diversas alternativas de acercamiento, una de las primeras ideas es masificar la cultura por medio de la promoción y difusión cultural, generalmente esta alternativa es exitosa porque alcanza audiencias grandes en una actividad, pero invierte muchos recursos en los medios de comunicación y en generar eventos de gran impacto mediático pero de poca profundidad, se pasa de la cultura de la productividad a la cultura de la especulación y el espectáculo.
Otra alternativa es generar perfiles específicos en los museos y espacios culturales; enfocar la difusión en los públicos objetivos y en mejorar la atención al público en función de resultados concretos, casi siempre cualitativos. Esta alternativa es poderosa porque alcanza muy buena calidad en sus eventos, pero reduce la atención a todos los públicos y genera un cierto autoritarismo privilegiando a unos cuantos.
Pero entonces ¿cómo anular las distancia y diferencia entre artistas y público? ¿entre artistas y receptores? ¿cómo generar condiciones democráticas para que todos tengan acceso a los bienes culturales? Una alternativa es poner los recursos en la educación, en la formación, en un esfuerzo a largo plazo pero con mejores resultados cualitativos y cuantitativos. En este rubro se inscribe la formación de público infantil y juvenil. Pero, como se observa, el campo cultural puede ser todavía un laboratorio. Un lugar donde se juega y ensaya.

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