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“No tengo padre, ni madre, ni perro que me ladre…
Y así estoy contento, asegura Javier.

2014-08-27 - 09:55
Tiene 83 años y su pasatiempo es ver en la televisión las "películas de guerra y de narco", además de tocar con la guitarra “Cien Años”; aunque la siesta de cuatro o cinco horas al día, es su favorito.

Desde hace cinco años vive en el Asilo Mariana Sayago, se llama Javier Mora Peña, es de Playa Vicente, Veracruz, y nació el 13 de mayo de 1931. Afortunadamente, dice, tiene dos nietos, pero él es un abuelo singular.

Su deporte preferido es el futbol, y aunque empezó apoyando al Cruz Azul, señala que "ya está todo maleta" y por eso ha decidido inclinarse por el León y los Jaguares de Chiapas, y es que en el Veracruz, "son todos maletas también, son pepescas en lugar en tiburones".

Javier no tiene amigos pues está seguro que el único que puede serlo es un perro, "amigo es el que te viene a visitar aquí o a una cárcel, pero si mi familia no me viene a ver, qué puedo esperar. No tengo padre, no tengo madre ni perro que me ladre y así estoy contento", dice convencido.

Durante la entrevista se sentó en una silla que él mismo acomodó en la parte de atrás del salón del asilo. Tienen en sus manos una bolsa de pan y sus ojos claros reflejan la alegría y la pillería de la que ha estado llena su vida.

Fueron sus hijos los que lo llevaron a la casa hogar. La vida en el asilo Sayago, dice, es tranquila, se siente como en casa, no le falta nada. Si se enferma, ahí lo cuidan, lo difícil es cuando el padecimiento es grave y no hay las medicinas que necesita, pues él mismo tiene que comprarlas.

Tiene una hija que vive en Guadalajara y uno más adoptivo que vive en Xalapa y los ve cada que tiene humor de ello, y con un tono de resentimiento y aceptación al mismo tiempo, dice que si pudiera no verlos, estaría mucho mejor.

"Yo de plano digo, ellos se han olvidado de mí; amor con amor se paga. No vienen a visitarme porque son, como dice la vulgaridad, son apretados".

Tiene poco más de un año que dejó de verlos, pero recuerda en tono de broma lo que decía su abuelito: "Con la familia y el Sol, mientras más lejos, mejor".

Aunque no ha convivido mucho con sus nietos, para Javier ser abuelo es algo especial, pues es una de las etapas de la vida “más amorosa”.

"Porque tiene unos nietecitos que a lo mejor ellos me quieren, y pues yo tengo que corresponderles de la misma forma, los niños son muy agradables, son muy cariñosos, tienen una cosa muy especial que no tienen los padres y ese es precisamente el amor de los abuelos, los nietos, hay una frase que dice: ‘Juventud divino tesoro’, pero fíjate que no, para los abuelos el divino tesoro son los nietos".

Y es que para él, no hay amor más sincero que el de ellos. Para Javier es cierto eso de que los abuelos quieren más a los nietos que a los propios hijos, porque “para mí el amor de mis nietos es lo máximo, ya no hay barreras".

Aunque tuvo dos hijos, nunca se casó y con una pícara sonrisa dice que si tuviera pareja, estaría acostado con ella en una hamaca.

"Nunca me he casado, pero ya ve que tengo hijos, por obra del Espíritu Santo, es una cosa muy especial pero me siento feliz, soy feliz", dice en tono de broma.

Hay algo que lo molesta y llena de coraje, y es el que las autoridades sean tan corruptas y que por ello no sean capaces de respetar los 2 mil pesos de pensión que le corresponden.

"Quisiera que regresáramos a la época de la Revolución para acabar con toda esa gente, lo digo sinceramente, los funcionarios son una pestilencia, como ahorita necesitamos unos centavos y ya tenemos seis meses que no nos dan ni un quinto, la pensión que nos tienen que dar por cuenta del DIF no nos la han dado por ser de la tercera edad".

El problema de los adultos mayores es ése, el estar olvidados ya no sólo por su familia, sino por las autoridades, concluyó.

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