El papa Francisco confesó haberse puesto a llorar ante el relato y las imágenes de un terreno ocupado ilegalmente en el barrio Villa Lugano de Buenos Aires, demolido el pasado fin de semana.

“Parecía Gaza (...) y me puse a llorar”, reconoció el pontífice en un mensaje enviado por Jorge Mario Bergoglio a su amigo Gustavo Vera, líder de la fundación La Alameda que lucha contra la trata de personas y el trabajo esclavo en Argentina.

“No entiendo nada. A esa gente, a esas mamás con chicos, los acaricio con mis lágrimas. Cuando regresaba de Corea, en el avión, hablé de crueldad. Parece que la crueldad se nos instaló en el corazón”, dijo el líder católico.

Aseguró su cercanía con esa gente, además de ofrecer sus oraciones y su solicitud para que no los dejen solos. También afirmó estar cerca de quienes se acercan a ellos. Finalmente se despidió “con mucha pena en el corazón”.

El barrio Villa Lugano se improvisó en un terreno donde estaba ubicado un cementerio de automóviles de la Policía Federal Argentina y hace años fue cedido por el gobierno de Buenos Aires para la construcción de viviendas.