Francisco Cabral Bravo
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Con solidaridad y respeto a Cuitlahuac Garcia Jiménez, Eric Cisneros, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernandez Villalpando
Decía mi abuelo que hubo una época en este país en el que la confianza en el otro se tenía de facto, que la traición hacía que perdieras esa confianza, pero que de entrada no se dudaba de la buena fe de la gente.
Hoy es todo lo contrario, la desconfianza es lo que priva en las relaciones personales entre los mexicanos, y la confianza es la que se gana con el paso del tiempo.
Dos concepciones distintas de comunidad de nación.
Digo esto a colación de la acertada columna publicada por el escritor Jorge Volpi, en Reforma, titulada "La República desconfiada". En ella el autor dibuja esta realidad en la que "todos debemos cuidarnos de todos".
Volpi apunta: "La desconfianza, me repetía Othon Canales, es la regla esencial de las relaciones en nuestro país: imposible creer que la persona con quien estas a punto de cerrar un trato o un negocio, con quien estas por establecer un acuerdo político o una alianza, o a la cual contratarás o le compraras bienes o servicios, no esté intentando hacerte trampa o engañarte de algún modo.
Sin embargo, no siempre fue así, y no recurro a la justificación fácil de " todo tiempo pasado fue mejor".
Pero sí debería caber la reflexión al menos para identificar en que momento nos comenzamos a fregar los unos a los otros, cuándo fue que nos convertimos en este país de trenzas.
Hoy no tiene ningún valor la palabra, incluso aquél que confía en ella es criticado.
El pasado 15 de septiembre miles de mexicanos abarrotaron el Zócalo y gritaron "Viva México", nos sentimos orgullosos de nuestra bandera, de pertenecer a éste país, ¿como honrar esa palabra?.
En este ascenso de la traición, descrito por Volpi urge la recuperación de la palabra, y no viene desde la cuarta transformación, ni ningún gobernante, viene del actuar de una sociedad que debe cambiar la costumbre de la desconfianza.
El cumpleaños de la Independencia sirve para un acto de fusión de la masa, como diría Elias Canetti. Se abre un paréntesis, somos uno y ese uno actúa con una dinámica diferente a la de los individuos.
Pocos, muy pocos, son los que realmente conocen las gestas heroicas.
Esa euforia oculta al otro mexicano, al que se han referido Ramos, Paz, Fuentes, Terminada la fiesta, al cerrarse el paréntesis, regresamos a la realidad.
El peor enemigo del mexicano es el mexicano.
La vida cotidiana nos retrata.
De acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores, el respeto interpersonal en México es muy bajo.
Los mexicanos no respetan a los mexicanos.
Los mexicanos no hemos hecho nuestro el valor de la norma como la mejor fórmula de la convivencia.
Seguimos en el nivel básico, en el cual sólo se respeta la norma si violarla trae consecuencias.
Estamos en el peor de los mundos, o en el paraíso de la barbarie, donde cada quien sólo vela por sus intereses.
La selva de la cual nos quería librar Hobbes.
La idea de unidad que aparece cada 15 de septiembre, es la pradera reseca de los sentimientos encontrados de los mexicanos sobre la cual ahora cae desde el poder n discurso de división, de enfrentamiento, de rencor que puede enervar aún más los enconos.
Todo lo que viene del pasado está condenado, va en paquete. No hay logros que defender.
En lugar de sosegar las aguas, de aminorar los odios y animadversiones existentes entre los mexicanos, en lugar de fomentar con las palabras una lectura justa de nuestra historia reciente, con sus problemas evidentes de corrupción y violencia, pero también de avances innegables, ahora se exacerba la lectura de odios hacia la mafia, los enemigos, los adversarios, los canallas, los señoritingos, los títeres, los peleles, los "puchos", las ternuritas, los aprendices de mafiosos, los "pirruris", los fresas, los fifis.
México ya tiene suficientes odios en su haber, no necesitamos nuevos.
Inyectar odio siempre trae consecuencias nefastas.
Al contrario, necesitamos aminorar los existentes con acciones que generen mayor igualdad, que disminuyan la impunidad y, a la vez, cultivando una cultura de la legalidad que tiene en el poder al primer referente.
Menos odios y más legalidad.
Por lo pronto cambio de asunto hoy, los ciudadanos ya no sabemos si los jueces dictan sentencias con base en la inocencia de los acusados o si primero "juzgan" la calidad de las pruebas presentadas por la representación social ( Ministerio Público) y, si encuentran inconsistencias, proceden a dejar en libertad a los indiciados en algún delito, independientemente de si hay razones evidentes para la sociedad de la culpabilidad de un delincuente.
Obvio, es que el principio de inocencia que aplica para cualquier presunto infractor de la ley; sin embargo, debido a la descomposición en la procuración de justicia, hoy ese principio se ha desvirtuado al grado de que, en la actualidad es posible concluir que muchas carpetas de investigación, están mal integradas a propósito para conseguir la libertad de verdaderos criminales, como lo hemos visto desde hace tiempo.
Eso no cambió con la entrada en vigor, hace tres años, del nuevo Sistema de Justicia Penal Acusatorio.
Los vicios son los de siempre y resulta complicado para la sociedad distinguir cuando es una "falla a propósito" del MP, o es el contubernio de jueces con las propias bandas criminales o, en el peor de los casos, es de los dos.
Resulta confuso para la sociedad el hecho de dejar en libertad a un presunto criminal solamente porque se violaron sus derechos al momento de consignar la carpeta de investigación que, por supuesto, al estar mal armada o con datos falsos y obtenidos bajo tortura, pierde validez jurídica.
Pero lo cierto es que lo deficiente en la actuación del Ministerio Público también ha contribuido a que muchos delincuentes estén en las calles.
Es la consecuencia de que en muchas ocasiones, se busque hacer justicia más con criterios políticos y económicos que con principios jurídicos y de legalidad.
En otro contexto se presenta una nueva Ley de Amnistía, que no fue planteada como preferente, para condonar penas a delincuentes menores, mujeres, menores y ancianos, que será muy discutida.
La Ley de extinción de dominio es otra que genera inquietud por su posible uso político o de venganza contra grupos o personas que contarán con escaso margen de defensa.
Lo importante empero es que se mantiene el equilibrio fiscal del 1% y eso impulsa la confianza, pues si no se cumplen metas, se puede recortar más el gasto.
Habrá mucho trabajo legislativo pues ya los Gobernadores se han inconformado por los enormes recortes al Presupuesto, que les impide mantener obras y programas.
Será una negociación muy complicada en materia de salud, educación, seguridad social, cultura y ciencia.
Los recortes a SEGOB fueron de 90%, y se castigó más aún al turismo.
Se favorecieron a los programas sociales, a PEMEX, y seguridad. No hay una visión de género, en el paquete económico, tema que también se abordará.
Habrá mucho trabajo, entre otras leyes secundarias están las que regulan las reformas constitucionales aprobadas en materia de género.
Es un paquete ambicioso. Incluye al Poder Judicial y los diversos Tribunales, así como a los organismos autónomos, que son temas duros porque hay muchas resistencias en éstas áreas.
El Poder Ejecutivo deberá tener Gabinetes Prioritarios, a nivel Federal y Local, lo que implica también cambios legales para garantizarlos.
En cuanto a mujeres indígenas el tema es complejo porque son muchas etnias, con diferentes lenguas y prácticas, con diferentes usos y costumbres, que dificultan englobar en una sola disposición legal el tema de la paridad, que debe cumplirse, pero con gradualismo para no generar violencia.
Por último es necesario elaborar Criterios Generales que guíen a los Congresos Locales en sus modificaciones en materia de paridad para evitar disrupciones, contradicciones o disparidades.
Y recuerde en época de desgracia, como lo han sido los sismos, se aparece el buen México.
Se asoma con los rezos, con las manos que buscan vidas, con los puños en alto pidiendo silencio, con las muestras de solidaridad.
Las tragedias hacen coincidir a los mexicanos.
Pero también se hacen presentes los malos servidores públicos, aquellos que desvían los fondos de ayuda. De acuerdo con reportes de la Auditoría Superior de la Federación, a cargo de David Colmenares, el manejo de los recursos por los sismos de 2017 dejó daños al erario.
Las trampas para desaparecer el dinero ya son investigadas. Los funcionarios involucrados no tardan en pisar la prisión.
Bueno, eso dice el libro, pero los corruptos en México siempre tienen un conejo en la chistera. Y la libran.
Quiero agradecer a los lectores de mi columna su acompañamiento en éstos años.
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