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TIEMPO Y ESPACIO - Maricarmen Delfín Delgado
YA FALTA MENOS
2020-05-22 - 13:00

Maricarmen Delfín Delgado


 


La situación obligada de confinamiento que estamos experimentando en casi todo el mundo es una condición que afecta, caso contrario al fin con que se propuso, la intención es resguardarse de un contagio para no enfermar y ,tal vez, morir, éste es el beneficio esperado de tan prolongado encierro. Lo que en un principio se aceptó y tomó como una aventura pasajera, como la oportunidad para estar más tiempo en casa y atender lo olvidado, para leer, aprender, descansar, relajarse, y disfrutar a la familia dio un giro al repercutir en el estado de ánimo de los que se sujetaron a la orden de no salir de sus hogares.


Con el transcurso de la cuarentena el comportamiento de la gente sufre cambios paulatinos que van acrecentándose con el encierro, la percepción del día a día pasa de lo cotidiano a la desidia para muchos, para otros ansiedad, depresión y en algunos casos, estrés postraumático; todo con repercusiones que alteran la conducta y el humor de las personas confinadas.


La reclusión también puede verse desde otra arista, no es tan catastrófico vivir sin poder salir a divertirse, a convivir con otras personas, a caminar por los centros comerciales, al café con los amigos y la familia, basta pensar que estas restricciones son pasajeras y tarde o temprano volveremos a disfrutar de la extrañada “libertad”, si comparamos nuestra situación con otras ajenas como las que sufre la población que vive en países en guerra, sabremos soportarla.


Es difícil ponerse en la piel de las personas que tiene que sobrevivir a una guerra, el sufrimiento de los que huyen, de los que quedan atrapados bajo los escombros después del estallido de una bomba, los que son perseguidos y amenazados constantemente intentando resistir esos conflictos. Familias acorraladas por días, semanas o meses sin poder salir por alimento con el miedo a que un disparo los alcance, subsistiendo dentro con lo mínimo o nada, es su realidad cotidiana.


Para esos niños no hay juguetes costosos ni aparato con tecnología avanzada que les ayude a resolver las tareas escolares, que les brinde una película o programa infantil para sacarlos del tedio, para ellos no existe el aburrimiento pues la tensión constante de un bombardeo o un ataque los mantiene alertas. Cada día millones de personas sufren lo indeseable a causa de los conflictos bélicos, privadas prácticamente de todo, escondidas por ser blanco de ataques indiscriminados y deliberados, esta gente tiene que vivir oculta siempre, su “cuarentena” es casi perpetua.


Nuestro encierro no es bélico afortunadamente, pero por ello no está exento de situaciones desafortunadas, la situación económica de muchos mexicanos es precaria, sin posibilidades de adquirir lo mínimo para sobrevivir, familias enteras padecen hambre, enfermedades y no cuentan con una vivienda digna, son discriminadas y permanecen desempleadas, en estas condiciones su aislamiento es imposible, tienen que salir para buscar alguna manera de conseguir dinero y alimentos.


Este panorama como punto de reflexión permite valorar la situación de todos y cada uno en el contexto de la contingencia sanitaria, deshacernos de emociones negativas como el miedo, la frustración, el enojo, ambivalencia, desorganización, aburrimiento, tristeza, soledad, ansiedad, evitar el bombardeo mediático y noticias falsas, mantener la comunicación con la familia, los vecinos y los amigos, permanecer fuerte y ecuánime, porque de nada sirve tener el refrigerador lleno pero el alma vacía. ¡Ánimo, ya falta menos!


 


 

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