Maricarmen Delfín Delgado
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La poesía es una de las formas más antiguas de arte literario, en épocas pasadas los bardos y los poetas se valían de los versos y de la rima para hacer que las historias orales y las leyendas fueran más fáciles de recordar. A lo largo de los siglos, la poesía, al igual que otras ramas del arte, desarrolló muchas formas de representación, las mejores para contar una historia, crear un personaje o expresar un estado de ánimo, mismas que disfrutamos hasta nuestros días.
La sencillez es aparentemente fácil de alcanzar, pero la sencillez envuelta de belleza es lo más complicado de lograr en todos los ámbitos, por paradójico que resulte, y en la poesía no es la excepción, por ilógico que parezca es la más escasa, pero existe, distinguirla y apreciarla requiere de sensibilidad, de abrir los sentidos y el alma.
No significa que cualquier texto sencillo sea bello, debe cumplir con el compromiso que representa la lírica creación, transmitir emociones y sentimientos con suprema belleza posible y la debida musicalidad, por lo tanto, la sencillez en la poesía equivale a denotar el mayor número de impresiones con economía verbal y ornamental sin demeritar la estética y la profundidad del contenido, acto que entraña dificultad, es un don.
María Reyna Sánchez Castillo es poseedora de este don, su trabajo literario así lo demuestra, su delicada pluma transita por el sendero del sentimiento, su mirada enamorada se refleja en cada verso, da cobijo a todas esas sensaciones que creemos impenetrables y nos adentra en ellas sin darnos cuenta. Su dulce personalidad es la fontana donde brotan inspiradas reflexiones, amorosos pensamientos, lúdicos deseos, la felicidad anidada en su corazón.
Alma de Niña, romántica recopilación de 42 creaciones poéticas, donde la autora convida la felicidad con que Dios la ha bendecido, impregnando en cada letra, en cada renglón, en el verso completo los momentos más íntimos donde el amor es el eje central que mantiene plena su alma y sostiene su vida. Con particular mirada femenina, es capaz de sintetizar en una frase todo el universo amoroso, añorar tiempos pasados y revivir sentimientos añejos.
El amor es el motor que mueve al mundo, por lo que ha sido considerado tema recurrido por todos los autores, expuesto sencillamente con lenguaje cotidiano, porque así es este sentimiento, se siente y se expresa, dos grandes en el género así los plasmaron: Rubén Darío con Amo, amas, cito:
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
Amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!
Y Jaime Sabines, en Amor mío, mi amor, cito:
Amor mío, mi amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte.
Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
Te quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
María Reyna lo plasma con delicadeza y dulzura, lo acompaña con elementos de la naturaleza para situarnos en el entorno preciso del hecho, como en Enamorándonos, cito:
“Conocerte en primavera, me condujo a un mundo nuevo, nació en mí por vez primera un sentimiento, un sendero.
Prolongado invierno ha concluido, sereno atardecer nos despertó, nos queremos sin pensarlo, nos sentimos sin medida”.
La esencia, es la característica permanente e invariable que distingue a un ser, sin ella no sería lo que es, prevalece a través de la mirada reforzando el amor y la comprensión, así la mujer eternamente enamorada busca alcanzar sus sueños al lado del amado, disfrutar su presencia, sentir junto a ella su calor, sus labios con apasionados besos, con las manos entrelazadas fundir las almas sin esperarlo.
Los recuerdos yacen latentes, afloran, en Cómo olvidarte, Aguardando, Dulces recuerdos, No pude olvidarte, Huella y Porque no estás!, con fluido lenguaje la autora plasma el hastío que lastima tras la pérdida definitiva o momentánea, la ausencia que deja vacía el alma, la necesidad del reencuentro, del calor que rompa el frío que se siente por la soledad.
El amanecer, el día, el atardecer, la noche acompañan la espera, son testigos del amor que prevalece, la esperanza por la llegada, la impaciencia, y al fin, el ser añorado regresa y fortalece nuevamente el sentimiento en Y mucho más y Amor al fin.
Las miradas como lenguaje del corazón envueltas por la majestuosa brisa, las aves y las flores como escenario, el murmullo de las aves, mariposas alegrando el espacio, poesía que enamora, rimas de conquista, anhelos cumplidos, sonrisas y voz enamorada, se entretejen en Nos queremos, Un amor verdadero y Poesía.
Muchos y variados son los objetos, conceptos, representaciones, elementos naturales e innaturales y sentimientos que existen en el espacio poético de la obra, sobre todo, llaman la atención los relacionados con la naturaleza: aves, flores, mariposas, el nido, el río, el cielo, el aire, la brisa, el faro, la tormenta; poesía visual reflejada en las descripciones de los objetos como signo evocador de la realidad.
Otra característica muy particular es la presencia inevitable del alma en todos los poemas, un mismo vocablo trabajado de tal manera que refuerza de diferente forma el significado del mensaje, de la esencia en cada composición. El alma de María Reyna está presente, se mezcla, se entreteje con otras voces complementarias: vida, soledad, ternura, ilusiones, lágrimas, pupilas.
El alma se considera tradicionalmente como una entidad abstracta, parte inmaterial del ser humano, pero con la capacidad de sentir y transmitir sentimientos y emociones, esta concepción la habilita como el instrumento idóneo para el manifestar lo que llevamos dentro, del lenguaje del corazón poéticamente hablando.
El poema Tierna Infancia, refleja a cabalidad el título de este compendio, la poeta habla con la voz de su niña interior, añora las muñecas, jugar en el jardín, disfrutar los regalos el Día de Reyes, correr por la hierba junto al río, degustar los dulces de la abuela, dormir con la imagen de su ángel guardián, contemplar el atardecer en los brazos de su madre.
María Reyna es así, una mujer madura con alma infantil, persona noble, creadora talentosa, madre amorosa, esposa admirable, sobre todo, amiga incondicional, solidaria y dispuesta. Hoy nos toca corresponder a todo lo que ella ha entregado, a todo ese amor derrochado en su poesía y por su persona, felicitarla por este bien logrado poemario y, abrazar su alma de niña.
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