Jorge Arturo Rodríguez
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No entiendo como es que no entendemos que la vida es breve. Claro, en diferentes etapas de nuestras vidas pensamos diferente. Ya se sabe que el mundo es ancho y ajeno; sin embargo, también es todo lo contrario. Y, a veces, no sabemos ni en donde estamos. Mucho más en estos tiempos, cuando pareciera que nos vale madres si el pajarillo cantó o amaneció muerto de frío, de hambre, o la muerte lo aplastó por la indiferencia humana. Lo cual me lleva a preguntar: ¿Qué mundo vivimos? ¿Qué mundo estamos construyendo o aniquilando? Porque, si bien nos ponemos a observar –pa’ qué pensar-, los siete pecados capitales, lo creamos o no, lo reneguemos o no, están a la orden y en ciertos estadios de la vida nos aprisiona y nos dejamos guiar, cual ciegos en la luminosidad. Ahora más que nunca necesitamos un coscorrón al cuerpo y al espíritu para recapacitar porque nos estamos yendo a la chingada.
Aquí estoy de nuevo, mis fans, vivito y jodiendo. Como dijera el cómico Ángel Martín: “Antes de estar loco era un imbécil”. O como dijera Carlo M. Cipolla, en su libro Las leyes fundamentales de la estupidez humana: “Los seres humanos… poseen el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones cotidianas, provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano. Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, … pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, … de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros. [La estupidez es] una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana”.
He estado observando y observándome –pensando, quizás- a la gente y me he dado cuenta que andamos como si nada, quitados de la pena, que “pecamos” precisamente porque dizque creemos no estar pecando. Somos perfectos, cada quien desde su precario espacio de comodidad (sin considerar, en realidad, a los que están jodidos, porque esa gente no existe, simplemente porque nos resulta molesto para nuestros fines de sobrevivencia feliz). Creo que se entiende, o como lo apunté arriba: no entiendo como es que no entendemos.
Andando el tiempo, con pandemia y sufrimientos, no me queda claro aún por qué no reaccionamos y nos volteamos a vernos, y vernos que somos tan finitos e insignificantes frente a un universo de maravilla cada día menos visto, porque no cegamos en pendejadas.
El escritor Amin Maalouf, en la mesa "La humanidad después del naufragio" realizada de manera virtual en el marco de la 35 Feria Internacional del Libro de Guadalajara, expresó que “cuando pienso en mis nietos, me pregunto; ¿qué mundo van a vivir? Se supone que debíamos progresar, progresamos mucho en tecnología, en términos globales progresamos bastante en lo económico, pero las mentalidades no progresaron, sino que más bien retrocedieron.” Ahí ‘ta.
La columnista Luz del Alma escribió: “Detengámonos a pensar en cuánto nos ocupamos de las enfermedades e incomodidades de nuestro cuerpo y, cómo nos olvidamos de las enfermedades de nuestro espíritu, entre las que figuran: el odio, la intolerancia, los resentimientos, la mentira y, por supuesto la maldad. A estos grandes defectos del ser humano, a veces se les tipifica como enfermedad. Pero en la mayor parte los casos no tienen nada que ver con ninguna disfunción corpórea, sino que son consecuencia de decisiones tomadas con plena conciencia a favor de la maldad. Y por ello son inexcusables. Porque esos actos normalmente dañan a otra (s) persona (s).
Esto específicamente, es a lo que aquí llamo, la enfermedad del espíritu.”
No sé qué sería mejor, si caminar pa’ adelante o pa’ atrás, o como los cangrejos, un paso pa’ delanta y otra pa’ tras. ¿En esas estamos? Habría que detenernos y reflexionar, pero este acto, junto con el de crear, amar, ayudar y etc., como que lo estamos desahuciando.
Mi admirable Irene Vallejo escribió el texto “Ciega envidia”, donde leo: “Cuántas veces la satisfacción que encontramos en lo nuestro se esfuma al saber que otro nos aventaja. El filósofo Epicteto decía que el peor enemigo de los prósperos es la envidia, pues consiste en la tristeza por los bienes que no nos pertenecen, que son siempre la gran mayoría. Lo más curioso de la envidia, en latín “mirar mal”, es que afecta a quienes están cerca, a quienes se conocen, como una manera personal e íntima de odiarse. No envidiamos la fortuna que creemos fuera de nuestro alcance; no envidiamos al remoto millonario, sino al vecino de al lado que vive algo más lujosamente que nosotros o tiene un poco más de suerte. Por eso, el éxito más humilde puede despertar envidia y por eso esta pasión se vuelve fatal para cualquier forma de mérito o excelencia. Condena a quien la sufre y puede ser letal para el que la inspira. Se cobra dos víctimas y no tiene ningún beneficiario.” Aparece el mal… Lo interpreten como lo interpreten. Ay, nanita.
En Salmo 37:8 se lee: “Deja la ira y desecha el enojo; no te excites de manera alguna a hacer lo malo”. Pero tal parece que nos dice que seamos iracundos, coléricos, violentos… Y se nos olvida, por no cansarnos en buscarlo dentro de nosotros mismos, la humildad y la paciencia, quizás porque es más difícil de practicarlas.
Pero aún creo en la Humanidad, a pesar de tantos pesares económicos, políticos, sociales, culturales, ambientales y un sinfín de crueldades. No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre. ¿Será?
Loa días y los temas
En el último mes de este año, les mando mis condolencias a los familiares y amigos que han perdido a seres queridos. Y a los que puedan, felices fiestas decembrinas. Y no se preocupen, porque según el periodista Max Aub, es probable que clonen a Jesucristo: “Me topé con datos de científicos que decían tener muestras de ADN de la sangre de Jesucristo, algo que me llamó muchísimo la atención; entonces decidí averiguar un poco más a fondo. Encontré que uno de estos científicos era un México-americano que había hecho investigaciones muy profundas acerca de este ADN que había salido de un trozo de tela de la sábana santa. Quieren clonar a Jesucristo no es una perspectiva religiosa ni de debate, sino 100% científica.” (eluniversal.com.mx, 10/08/21).
¿O ya está entre nosotros? ¿O algunos creen que son el Mesías?
De cinismo y anexas
Ulrich Richter, en su artículo “El juego del calamar”, escribió: “En efecto, para conseguir el premio los participantes se enfrentarán unos a otros, incluso algunos asesinando a sus contrincantes o compañeros del juego, lo que demuestra la parte terrible de la naturaleza humana de actuar contra nuestros semejantes, al extremo de no respetar la vida por ganar una suma millonaria, lo cual me hace recordar al filósofo Heleno Saña: “En principio, todo hombre es capaz de amar por encima de todo, pero también de matar con la misma pasión, de crear, pero también destruir, de elevarse a la cima más alta de la espiritualidad, pero también de descender a las cimas más tenebrosas. O como Sófocles consigna en su Antígona: Hay muchas cosas terribles, pero nada más terrible que el hombre.” ¡Madres!
Ahí se ven.
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