Alberto Calderón P.
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Sentí un vacío en el estómago, miré el reloj, <> pensé. Esta frase y la necesidad de satisfacer nuestro apetito, nos acompaña desde el nacimiento y desgraciadamente muchos seres humanos mueren por causas relacionadas con ello.
Cuando te puedes expresar, una de las cosas que se encuentran en tu universo es jugar, comer entre otras prioridades. Todos hemos sentido hambre en mayor o menor medida, muchos la satisfacemos comiendo dos, tres veces al día o más, en otras culturas y regiones del mundo podrán hacerlo de forma distinta, pero nada más lejano que sentir verdaderamente hambre y no poder satisfacer esa necesidad prioritaria. Solo de pensar que es una situación desesperante para quienes no se pueden alimentar y son millones de personas en el mundo que la padecen día con día. Esa palabra tan corta que está asociada a la pobreza y la desigualdad económica en el mundo, creo que es momento de hacer una amplia reflexión que nos lleve a proponer políticas globales, acuerdos internacionales, se requiere de un compromiso real para disminuir la deficiente alimentación de más de dos mil millones de habitantes de nuestro planeta, con terribles hambrunas que por oleajes cíclicos afectan cada año a millones en regiones áridas, por conflictos bélicos, migraciones voluntarias y forzadas, por pobreza extrema, un problema multifactorial que como consecuencia aumentan las enfermedades y mortalidad en regiones vulnerables. Ninguna guerra o epidemia ha matado tanta gente a lo largo de la historia del hombre que el hambre.
Solo de imaginar que millones de gentes no pueden comer cuando se tiene la necesidad de hacerlo, sabiendo que creará un problema crónico por no contar con los nutrientes necesarios y las calorías. En nuestro país como en todos los de América Latina, me atrevo a decir, muchas familias al llegar a los finales de quincena aunado a sus gastos ineludibles, cuando el dinero empieza a escasear lo primero que se sacrifica es la alimentación, gastar menos en ella, cuando no se logra “estirar el gasto”. Se imagina querido lector que lo asalte la angustia de no saber si comerá el día de mañana usted y sus hijos.
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Sentir hambre, es parte de un problema personal, usted se avocará a resolverlo lo más pronto posible, es un acto loable. Uno puede sensibilizarse con el hambre lejana, de otra región, país o continente y conmiserarse con ellos, pero no con los cercanos, cuando escuchamos siento o tengo hambre, esto lo dicen, lo gritan millones de personas, se vuelve tan común, tan indiferente que uno se pregunta: debería pasar algo, producir reacciones para tratar de resolverlo, pero esas palabras han llenado, ocupan y seguirán apareciendo en los espacios de los medios, son temas de historias, libros, ensayos, esas palabras ya no causan el efecto que se desea, deberíamos contar con un mecanismo que le devuelva a las palabras su sentido.
Para terminar con este espinudo tema diré que la agricultura de nuestro planeta podría alimentar dos veces o más a los doce mil millones de habitantes de la tierra, el problema es la mala distribución alimentaria que mata al menos a un niño entre los cero a diez años cada cinco segundos. Es un problema del estado, pero si en algo podemos contribuir con los más necesitados y que esté a nuestro alcance ¡hagámoslo!
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO).
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