Agustín Contreras Stein

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GOBIERNOS van, gobiernos vienen, pero ninguno, hasta estos momentos, ha logrado detener la ola de feminicidios que diariamente se dan en todo el territorio nacional. Las promesas de las autoridades para terminar con este fenómeno social que permanentemente ha puesto en alerta a toda la sociedad, se van quedando en el camino y finalmente se entierran, junto con miles de mujeres, en un cementerio que abarca a todo el país.

Día a día, lamentablemente, los medios de comunicación dan a conocer las cifras de mujeres que han sido asesinadas, donde, solamente, el discurso oficial, atina a mantener la esperanza de que estos hechos serán investigados. La muerte en general, ronda por todos los caminos, carreteras, calles, pueblos y ciudades como una muestra de la falta de seguridad, donde las mujeres han sido el principal objetivo de los ataques. Es indignante conocer qué en la búsqueda de una mujer desaparecida, aparecen otras cinco víctimas que de no ser por el interés particular de familiares y de la propia sociedad, nunca se encontrarían estas evidencias de la maldad que ha cundido por todos los espacios de esta gran nación.

México, es noticia diaria, permanente, constante, ante el mundo, tanto por las muertes de muchas mujeres, como de las famosas desapariciones que siempre tienen un final fatal, además de aquellos casos en que nunca se ha logrado encontrar ningún indicio de vida. La sociedad ha tenido que enfrentar estos enormes retos y preocupada por los hechos que se dan de manera permanente, ha tenido que tomar muchas acciones por su propio derecho, investigando a través de los grupos de búsqueda que se han integrado para tal fin, porque en muchas de las ocasiones ya no confían en las propias autoridades, las qué, a decir verdad, se han visto rebasados por esta ola de hechos sangrientos que han enlutado a miles de familias mexicanas.

Ante este terrible panorama nacional, el pueblo se pregunta. ¿Dónde están las grandes corporaciones policiacas, como la famosa guardia nacional?

¿Dónde están los recursos destinados a garantizar la seguridad de todos los mexicanos, producto de la recaudación mensual de todos los impuestos, con los cuales, se tiene entendido que se cubren todas estas necesidades y derechos que cada habitante de este país, tiene para vivir mejor?

Parece que este asunto, si bien puramente, no es traición a la patria, si lo es a quienes eligieron a este gobierno.

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DESAGRADABLE COINCIDENCIA.

EL SABADO PASADO, alrededor de las trece horas, con cuarenta y siete minutos, este columnista, hacía un pequeño ajuste de tiempo, para salir, posteriormente, al cumplimiento de un compromiso familiar. Mientras esto sucedía, tomé el libro “Rompeolas tres”, del maestro Ignacio González Rebolledo, que tenía, junto con otros libros más, en el buró de mi recámara. Lo comencé a hojear y me entretuve leyendo uno de sus artículos ahí publicados de título “Diálogo con la muerte”.

Este artículo que más bien, lo leo como un cuento de buen sabor literario, comienza de la siguiente manera.

“Se presentó cuando menos la esperaba. Su alta figura, estaba como arrancada de un cuadro impresionista en el que a lo lejos destacaba, la imagen de un monje. Era una gran sombra de contornos difusos.

Pausadamente y sin articular palabra, me dijo: Me parece que ha llegado tu tiempo”.

En ese preciso momento, al terminar de leer esta frase, escuché el timbrazo de mi teléfono. Con una mano sostuve el libro y con la otra tomé el celular. El mensaje, enviado por mi amigo Pepe Valencia, decía claramente “Descanse en paz Ignacio González Rebolledo”.

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Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.

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