27 de Noviembre de 2024
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LA HISTORIA - Ángel Rafael Martínez Alarcón
La ambivalencia civilizatoria  
2022-07-13 - 10:22

Javier Roldán Dávila


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Con un mínimo de abstracción se confirma que el tiempo real es un mito genial  


La exhibición de las primeras imágenes, tomadas por las cámaras del telescopio de la NASA, James Webb, han sorprendido a la comunidad científica y a la humanidad en general, incluso, ameritó que el propio Joe Biden comunicara la hazaña.  


Observar a la nebulosa Anillo del Sur a todo color, con una nitidez no vista antes, nos deja pasmados, un objeto cósmico que se encuentra a 2,500 años luz de nuestro presente. En realidad, cuesta entender las dimensiones del tiempo.  


Lo paradójico, es que de forma simultánea a este espectacular avance tecnológico que, aunque proyectado por los Estados Unidos, tiene coadyuvancia de investigadores de todo el orbe, seguimos siendo testigos de la otra faceta de la civilización: la estupidez humana.  


En este sentido, podemos observar un video en donde un grupo de criminales desuellan el rostro del algún infeliz y, como muestra de machismo, se lo montan, a manera de máscara, escenificando un grotesco sainete.  


Además, las guerras en diversas partes del mundo, siguen cobrando miles de víctimas, ora en Palestina, ora en Ucrania, ora en algún rincón del África. Miles de años de historia conformados como sociedad, no nos han permitido evolucionar a otra forma dominante de solucionar los conflictos.  


Sumemos que, la pobreza en todos sus aspectos, sigue siendo una constante en la vida de cientos de millones de personas. Por otro lado, una elite microscópica acumula riqueza sin límite alguno y, en el colmo, a sus integrantes solemos establecerlos como modelo a seguir, sin descontar que, también, los loamos como altruistas por las limosnas otorgadas.  


Ejemplos sobre nuestro desigual mundo sobran, lo cierto, es que en pleno Siglo XXI, los avances científicos, en buena medida, están disociados del progreso comunitario con las distorsiones que ello provoca. Mientras no se corrija, la función social de las imágenes del telescopio James Webb, será ser gratas al ocio del onanista.  


 


 

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