Francisco Cabral Bravo
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Arrumbando los principios en el arcón de los recuerdos. Una pregunta recorre los cuatro puntos cardinales de México. ¿Dónde está la oposición? La pregunta surge y se repite porque frente a la imagen de un Presidente que se debate diario entre ser Moisés, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel o Benito Juárez, Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas, no hay en el campo de la oposición el mismo fenómeno. Y yo me pregunto: ¿Qué es lo que queremos los demócratas? ¿Queremos otro iluminado o iluminada, pero ahora en el campo democrático? ¿Soñamos con la figura de un pastor que guíe a sus ovejas hacia el triunfo?
Si no por sensatez, por mera curiosidad, el Vaticano, en un gesto político al que no se le prestó demasiada atención en México, designó un nuevo anuncio en nuestro país, Joseph Spiteri, un hombre con muy amplia experiencia diplomática en países en conflicto ( viene de ocupar la nunciatura en Líbano) después de siete meses de que la nunciatura estuviera sin ocupar, tras la salida de Franco Coppola, un hombre que, en muchas ocasiones, dejó trascender su disconformidad con la política migratoria y de seguridad del gobierno federal. Los obispos católicos de México destacaron que la presencia del nuevo nuncio monseñor Joseph Spiteri " será instrumento de comunión", que fomente el diálogo entre las instituciones y abone hacia la solidaridad y la paz con todos.
Joseph Spiteri, nuncio apostólico en el Líbano, nació en Malta el 20 de mayo de 1959, por lo que cuenta con 63 años de edad. Como sacerdote católico se ordenó en 1984 e ingreso al servicio diplomático de la Santa Sede en julio de 1988.
Entre los cargos que ha desempeñado, destacan las representaciones pontificias en Panamá, Irak, Portugal, Grecia, Venezuela y México. Entre los idiomas que maneja se encuentran el inglés, el italiano, francés, portugués, alemán y el español.
Cabe recordar que en enero de este año Franco Coppola, quien fungió como nuncio apostólico de nuestro país anuncio que dejaría el cargo en razón de que iniciaría una nueva misión en Bélgica por instrucciones del Santo Padre Francisco.
Pero el asesinato de los dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, la pésima respuesta gubernamental a las demandas de la Iglesia por ese crimen y la agudización de las diferencias con la Iglesia, en general y con los jesuitas, en particular, me imagino que aceleraron la designación de Spiteri, en un momento en que las relaciones entre gobierno federal en la propia Iglesia están en mínimos. La jornada de oración que se escenificó en todas las iglesias del país el domingo 10 de julio, reclamando en los hechos más seguridad, recordó una de las últimas intervenciones del nuncio Franco Coppola en México, en Aguililla, Michoacán, el año pasado. "La mafia florece donde el Estado no está".
Si hay algo en lo que se unen las agendas de la Iglesia y de la administración de Estados Unidos en relación con México, inseguridad y migración. Las demandas sobre la agenda de seguridad se expresan de formas muy diferentes, pero al final plantean lo mismo: hay un vacío en ese ámbito con una estrategia que la ciudadanía en México, y nuestros vecinos y socios comerciales en el norte perciben como un fracaso, algo que no está funcionando y que altera muchos capítulos de la vida cotidiana y de la relación bilateral.
En el tema migratorio, los intereses comunes de la Iglesia y de la Casa Blanca son evidentes. La Iglesia católica es una de las principales protectoras de migrantes latinos en Estados Unidos y participa activamente en su defensa. Su presencia también es muy fuerte en ese ámbito en México, sobre todo en los albergues.
Jesús de Nazaret es el migrante más famoso de la historia, y lo fue de principio a fin de su existencia. Jesús de Nazaret es, sin duda alguna, la persona más importante de la historia de la humanidad, independientemente de que se crea en Él o no.
El propio Joe Biden es un presidente, como lo fue Kennedy, católico, con compromisos efectivos con su Iglesia. Es un círculo perverso casi perfecto: Biden no puede avanzar en su gobierno con estos flujos migratorios; el gobierno mexicano no puede, o no quiere, endurecerse más, pero al mismo tiempo tampoco puede hacerlo plenamente porque hoy, cerca de la mitad de esos migrantes no vienen de Centroamérica, sino de nuestro propio país; la Iglesia tiene como propósito defender a los migrantes de ambos lados de la frontera, pero, sino se emplean medidas más restrictivas, ello terminará favoreciendo a las candidaturas republicanas más xenófobas y racistas en noviembre y el 2024.
La dimensión religiosa de su discurso llega justo en el momento en el que López Obrador se enfrentó a la Compañía de Jesús, una de las órdenes más poderosas del catolicismo en México. Tampoco es casualidad, si se recuerda esa tendencia del primer mandatario a proyectarse como un ministro religioso propia del mundo evangélico. O ahora que se ha recordado el vínculo de varios eminentes personajes del partido oficial con el sentenciado Naasón Joaquín García, el dios de la Luz del Mundo.
Decía en líneas anteriores y vuelvo a insistir en el tema ya veremos próximamente cuál es el verdadero saldo de la visita a Washington del presidente López Obrador. Por principio, cualquier encuentro de estas características tendría que ser provechoso, sobre todo para que, desde Palacio Nacional, si es que se permite, se deja y se quiere, se vea el mundo desde otras perspectivas. Los montajes folklóricos que siempre se adicionan a estas visitas, como los espontáneos mariachis y manifestantes, distorsionan las cosas, pero cualquier encuentro que se dé con franqueza en un mandatario mexicano y uno estadounidense tendría que dejar saldos positivos.
Ya veremos. Estamos desaprovechando una oportunidad económica histórica para la integración de América del Norte. Y hoy, insisto, estamos dejando ir esa oportunidad por orejeras ideológicas obtusas.
Porque esa falta de definiciones, ese dejar librado el futuro al azar, salvo en los temas ideológicos de interés presidencial, comienza a pasar factura en otros ámbitos, incluso el interno en Morena.
Pero si todo se puede para afuera también se lo permitirán adentro. Los golpes internos están a la orden del día en Morena. La sucesión adelantada no sólo ha impuesto precampañas tácitas, sino que también trajo inevitablemente, un aumento del golpeteo en torno a los aspirantes presidenciales. Y, con ello, la guerra interna. El conflicto se abrió.
El Presidente le reiteró la palabra y no lo menciona cuando toca el tema de la sucesión presidencial.
Y, sin embargo, el senador Ricardo Monreal ha logrado ser parte de la conversación pública.
Mientras los otros aspirantes del oficialismo apuestan a la cercanía con López Obrador para poder quedarse con la candidatura en 2024, el zacatecano juega la carta de la rebeldía con causa.
A diferencia de las corcholatas, impedidas de expresar sus puntos de vista si no coinciden con los del Presidente, Monreal se atreve a decir que la actual política de seguridad debe discutirse y que el país necesita trascender la polarización. Y si sus contrincantes no dan entrevistas, él va a todas.
Admite que López Obrador no lo apoya en la búsqueda de la candidatura, pero dice que él siempre ha remado contra la corriente para avanzar en la política, de hecho, así ganó la gubernatura de su estado, y está dispuesto a hacerlo nuevamente. Con mucha claridad, ha advertido que no participará en la encuesta que levantará Morena para designar a quien lo abandere en la elección presidencial. De hacerlo, sostiene, se presentaría a una farsa, a avalar la imposición.
Monreal está en una clara ruta de colisión. Hasta ahora no han tratado de descarrilarlo, pero su posición como coordinador senatorial es cada vez más insostenible. Es cierto, no pasarán muchas más reformas por la Cámara alta, pero el cargo le permite una visibilidad que incomoda en Palacio Nacional.
Mientras no le quiten ese reflector, sus posibilidades de incidir en la contienda seguirán creciendo. Pero privarlo de él también sería costoso, pues le daría una bandera de víctima, siempre muy vistosa en la política, que alguien con su colmillo podría aprovechar muy bien. Monreal es ya un factor de la sucesión. En los próximos meses veremos cómo lidian con él.
Como apunté en una columna previa observo que se han trastocado dos factores que fueron esenciales, para la estabilidad del país: la Iglesia y las Fuerzas Armadas. El retiro de las iglesias, en particular la Iglesia católica, y de las Fuerzas Armadas de la política activa respondió a tiempos y razones distintas, pero en esencia, las dos corporaciones fueron expulsadas de la vida política nacional porque ambas habían amasado demasiada fuerza, tenían amplias bases sociales y representaban un peligro al monopolio del poder del Estado mexicano.
En principio del laicismo fue la fórmula encontrada para mantener a la Iglesia católica a raya, aunque no puede esconderse que mucho hubo de simulación y tolerancia. La historia posrevolucionaria registra el crecimiento de órdenes religiosas, organismos católicos, publicaciones periódicas, educación religiosa y del uso del púlpito con fines políticos. Con todo, su participación política fue prácticamente desterrada del sistema y no puede compararse ni en forma ni en fondo a la de otros países en América Latina.
Como con las iglesias, la desmilitarización de la política no significó que las FA no jugaran papel alguno en el sistema. Siguieron siendo primordiales en el escenario político nacional para solucionar los siempre presentes conflictos rurales y frenar las amenazas provenientes de organizaciones y movimientos sociales que se resistían a encuadrarse en los estrechos márgenes que el sistema procuraba. Y recuerde "Saber manejar los silencios es la prueba más evidente de inteligencia en la conversación".
El político de Zacatecas senador Ricardo Monreal ha repetido que no se quiere pelear con el Presidente de México, pero, a diferencia de las corcholatas, es el único que se atreve a disentir públicamente del Jefe del Ejecutivo.
"Morena no puede alejarse de las clases medias. Morena no puede alejarse de las iglesias, no debe alejarse del sector intelectual, académico, universitario, de los medios de comunicación y de los comunicadores, por eso se habla de que México necesita una etapa de reconciliación nacional" dijo el aspirante presidencial.
La reconciliación de México es el eje del mensaje que Monreal trae como aspirante a la presidencia.
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