Sergio González Levet
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Dice el refrán popular, no hagas cosas buenas que parezcan malas (o algo similar: para este comentario: no le busques chichis a las culebras). A falta de una formación académica, seria, profunda, tal vez los funcionarios emanados de Morena podrían rebuscar en su memoria la sabiduría exacta del refranero que pervive en las calles y en las bocas de los simples que no son tanto.
Ahí tal vez el Cuitláhuac que nos destinó el Patriarca podría hallar la cordura que no encuentra en ninguna de sus acciones, mandatadas dicen por otro cerebro u otras mentes tan obtusos, pero mucho más malévolos y/o amargados.
¿A qué viene el cuento? A que el Gobernador salió en una de sus reptantes conferencias de prensa a tratar de explicar, como no lo logra nunca, de qué venía el asunto de las declaraciones patrimoniales de los funcionarios del Gobierno estatal, que iban a ser dadas a conocer públicamente en aras de una transparencia que mucho presume, aunque permanece bastante oscura a la vista de los ciudadanos.
Dijo también el novel mandatario que él, como se afirma por decreto presidencial, es un hombre honesto, y qué digo honesto: el más honesto de los gobernadores que ha habido sobre la faz de Veracruz, y que digo de los gobernadores: el ciudadano más honesto de todos los veracruzanos.
Se sinceró el buen Cuic desde el pódium de sus lamentos (…llenos de sonido y furia…) y nos contó sus cuitas sobre cómo no le alcanza a veces el salario para llegar a la quincena, como a la mayoría de los veracruzanos que tienen trabajo, que son una minoría porque los demás viven de milagro (como los viejitos con la limosna de 3,850 pesos bimestrales, que con la inflación arriba del 8% se les han convertido para este pago de septiembre en menos de 2 mil pesos de los de antes de la 4T; de esa manera se esfuman los aumentos programados que se proponen mantener viva la ilusión hasta el primer domingo de junio de 2024).
Pues sí, confesó el Gobernador que no tiene bienes notables y que apenas está terminando de completarse para hacerse una casita en un terrenito con sus ahorritos.
Y ahí viene la pregunta: ¿por qué, si su fortuna es como la del nazareno, que se nutre de almas y amistades y no del dinero maldito que nada vale… por qué, digo, si es pobre, pobrísimo, paupérrimo como un franciscano, los sesudos funcionarios de la Contraloría del Estado decidieron mantener reservada la información financiera de Cuitla, porque “podría poner en peligro su seguridad, de conocerse?
Entonces, ¿tiene o no tiene bienes como para ser secuestrable o asaltable como lo son cotidianamente muchos veracruzanos, aunque él lo niegue (“mentir, robar, traicionar al pueblo”)?
¿De qué otra manera pondría en peligro su seguridad personal el conocimiento público de su magra fortuna, de su riqueza inexistente, si hemos de creer en su dudosa palabra?
¿No será que en realidad le ha ido mejor de lo que supone su sueldo de 56 mil pesos mensuales (que por obra y gracia de esa misma declaración ya se convirtieron en 80 mil)?
¿Será rico Cuitláhuac García al grado de que si da a conocer su riqueza muchos cacos irían ávidamente tras él?
No digas cosas buenas… que resulten malas.
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