Salvador Muñoz
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Ni siquiera me acerco al mediodía de este jueves, y decidí seguir el consejo de Andrés Manuel López Obrador: “Por salud mental, busquen la forma de protegerse ante el bombardeo de mentiras en la prensa, la radio y TV, en vísperas del informe…”; sí, tomé la determinación de no ver el Cuarto Informe presidencial.
¿Qué caso tiene escuchar a una persona que tiene fama de escupir 80 mentiras por Mañanera, aproximadamente, que multiplicadas por 5 a la semana son para preocuparse? ¿a poco no le da miedo tener a un Presidente calificado por especialistas en discurso, medios, analistas, como mitómano?
Tenemos pues, como Presidente, un mentiroso compulsivo, entendido éste, como una persona con la imperiosa necesidad de mentir sin medir las consecuencias de sus palabras.
El ejemplo más reciente es el AIFA, donde los datos que da, van plasmados con medias verdades y mentiras completas siendo el más cómico, para no decir ridículo, cuando López Obrador lo presume como “el mejor aeropuerto de América Latina”...
Sí, habrá estudiosos y analistas que digan que un 60 por ciento de las personas, al menos en 10 minutos en una conversación, dicen una mentira y estoy de acuerdo… hay las mentiras esporádicas… ¡y mitómanos! que es el apartado en donde entra Andrés Manuel López Obrador.
Y quizás el asunto no es que mienta, sino que sea un mitómano con poder y que a su vez, tenga los medios para expandir, propagar, difundir su mentira…
Pero no es sólo por eso que no me interesó escuchar el Cuarto Informe presidencial… me queda claro que López Obrador está consciente de su mitomanía, lo que no sé es si tenga conciencia clara de las repercusiones de sus mentiras pero si es así, pareciera que no le importa y eso genera otro pequeño problemita entorno al señor Andrés Manuel: ¿tenemos un presidente narcisista?
Le dejo algunos puntos sobre este trastorno:
* Sobrestimación de la propia valía.
* Excesiva necesidad de admiración.
* Constantes fantasías de éxito y de poder.
* Sentimientos de ser especial con respecto a los demás.
* Creencia de derecho adquirido o de que merece un trato especial o se le debe todo.
* Explota a los demás para conseguir sus fines.
* Carece de empatía o capacidad de ponerse en el lugar del otro.
* Sentimientos de envidia hacia los demás o creencia de que es envidiado.
* Actitud arrogante y prepotente.
Sí, creo que tenemos a un López Obrador narcisista que lejos de ser un Presidente, parece dirigente de un partido; que lejos de gobernar un país, parece que busca convertir al país en un partido.
Para lograr este propósito, ha hecho lo que cualquier narcisista haría: generar culto a su persona. El ejemplo más claro de ello: el éxito de sus elecciones lo basan sus mismos feligreses y sus contrincantes en la imagen del Presidente… por eso hay AMLOísmo, lopezobradorismo u obradoristas… ¡ya ni siquiera Pejes o Pejelagartos! ¡Mucho menos Lopismo! Y si bien en torno al Presidente hay mentiras y egocentrismo, lo peor es que hay gente que replica con vehemencia sus desvaríos…
Lo único que puedo agradecer al Presidente, pues, es que me haya dado un excelente consejo: “Por salud mental, busquen la forma de protegerse ante el bombardeo de mentiras en la prensa, la radio y TV, en vísperas del informe…”; por eso, ya no vi su Informe. ¡Gracias, señor Presidente!
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