Salvador Muñoz
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Allá por finales del 2004, estábamos Cecilio García y yo, acompañados de Rafael Cruz Tronco, mejor conocido como El Negro Cruz. Había otra persona que nos acompañaba en esa mesa del bar del Hotel Xalapa, pero se pierde en la penumbra del recuerdo, aunque para ser francos, ni esta persona, ni Cecilio y yo contábamos… el que contaba era el Negro Cruz…
Hablaba de Tío Fide como se habla del amigo, del cuate, del pariente… sin institucionalismos propios del momento porque ya había algunos que se dirigían a Herrera Beltrán como “El Señor Gobernador”... El Negro Cruz se dirigía a su persona de “Tú”, lo que quizás le daba al mismo personaje, ese aire de ser poderoso como Fernando El Magnífico… sí, creo que así se llamaba el protagonista de esa historia política que sólo pidió una cosa al Gobernador cuando asumió el poder: No fue una secretaría, ni una dirección, ni siquiera estar en Nómina… sólo le pidió que donde quiera que lo viera, lo saludara efusivamente por encima de cualquiera y de cualquier cosa.
Y así lo hizo ese Gobernador y entonces, Fernando El Magnífico era objeto de la atención de todos, incluido su Gabinete, pues veían la deferencia del Jefe a esa persona y empezaban a especular qué tanto podía influir en el Gobernador, qué tanto podía acercarlos al Gobernador, qué mucho podía hablar él de ellos al Gobernador…
Pues el Negro Cruz esa sensación me daba al hablar tan de “tú” del Gobernador…
Esa persona que estaba en la mesa, que no recuerdo quién era, intervino en un momento en la plática para sugerirle con mucha insistencia, que contara a Cecilio y a mí, cuando salvó a Fidel…
¿Cómo? ¿Que salvó al Gobernador?
Si hubiera sido un patiño ese personaje que estaba en la mesa y cuya ingrata memoria me lo borra, se podría decir que había cumplido su cometido: generó nuestra expectación, nuestra curiosidad y sobre todo, aún más nuestra atención para escuchar todo oídos, esa historia…
El Negro Cruz empezó diciendo que conoció a Fidel en Nopaltepec, cuando eran niños. Allá en ese pueblito de la Cuenca, se la pasaban jugando…
Cuenta que estaban nadando, sinceramente no recuerdo si nos dijo dónde, en qué parte, ni a qué edad… lo que sí recuerdo es que decía que Fidel se arrojó al agua y su cabeza pegó en una raíz de un árbol y al ver eso, el Negro entró al agua para sacarlo porque estaba en malas condiciones… ¡y el Negro salvó al negro!
Yo me quedé con esa historia de las tantas que platicó aquella tarde que se convirtió en noche, en un rincón del bar del Hotel Xalapa…
Ése quizá fue el encuentro más cercano que tuve con el Negro Cruz y cuando coincidíamos, era de breves comentarios y despedirse, no sin antes hacer una cita bíblica…
El Negro Cruz sin duda ocupa un espacio dentro del anecdotario político de nuestro Veracruz, con esos personajes tan singulares que hacen que la grilla tenga cultura, tenga chiste, tenga historia… un gusto conocer al Negro Cruz.
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