Zaira Rosas
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Salgo de casa avisando que volveré más tarde, cargo una mochila ligera con lo indispensable: mis llaves, dinero, agua, me regreso por una identificación por si algo me pasa puedan saber quién soy o era, envío mi ubicación en tiempo real para que de algún modo puedan localizarme. Me estoy preparando para acudir a la marcha del #8M pero algunas de estas medidas se toman todos los días.
Voy a la marcha por alzar la voz, por exigir respeto, porque ver a miles de mujeres reunidas en todas las ciudades es una manera de visibilizar toda la violencia, miles de mujeres marchando con pancartas donde señalan a sus abusadores, otras miles unidas por sus amigas, madres, hijas, tías, amigas, abuelas. Todas tenemos una historia de violencia, algunas más intensas que otras y en medio de un mar de mujeres con pañuelos verdes o morados, entiendes perfectamente por qué tantas elegimos estar ahí.
¿Por qué marchas? Fue mi pregunta a múltiples mujeres de distintas edades, para saber cuál era su motivación, de alguna forma también pregunté a otras por qué no lo hacían y quienes no lo hacen es por miedo o incluso falta de empatía, porque creen que marchar no cambia nada, sin embargo al ver a miles de mujeres arrodillarse en sororidad a la búsqueda de una madre, leer cartulinas portadas por abuelas que reconocen la libertad de sus nietas, compruebo que marchar cambia mucho, sobre todo si transforma la empatía de quienes estamos en ese momento presentes.
Lo cambia todo si al escuchar “Recuerda hermana, si te pega no te ama” alguien reacciona y entiende que el amor no se demuestra de esas maneras. Lo cambia todo si somos capaces de entender que antes salir a las calles no era un derecho para todas, lo cambia todo cuando más mujeres se atreven a salir, cuando vamos señalando la responsabilidad de los abusadores y dejamos de revictimizar a las víctimas.
¿Después del 8M qué? después unimos esfuerzos para resignificar las acciones, para compartir desde distintos espacios que el feminismo no es un atropello contra los hombres, es una construcción constante en la búsqueda de equidad, donde los hombres también pueden sumarse como aliados, donde vencemos los constructos culturales que nos hacen creer que el exigir respeto bajo distintas maneras es vandalismo.
Después del 8 de marzo nos toca aprender conceptos como la iconoclasia, para comprender que hay distintas maneras de alzar la voz, yo puedo no ir en medio de la marcha rayando paredes, pero no puedo juzgar a quienes lo hacen, porque sé que, si un día no estoy, si un día desaparezco serán esas mujeres quienes harán que no sea otro número más y se visibilice mi nombre.
En medio de una marcha donde van mujeres adultas y también niñas, se tapiza el palacio con láminas para que este no llegue a ser atacado, ¿Y si así cuidáramos a cada una de las 10 mujeres que son asesinadas en nuestro país cada día?, si con el mismo ímpetu que castigamos a las manifestantes castigáramos a los asesinos, violadores y abusadores, sin duda no se pintarían tantas paredes ni buscaríamos bajo otras formas un poco de justicia.
Es durante el 8M que el gobierno cuida a sus mujeres, cuida que no hagan destrozos, que de inmediato reaccionen sus policías a cualquier provocación y mientras la seguridad lanza gas sin contemplar que también hay niñas, el bloque de mujeres que viste capuchas se encarga de desviar toda la manifestación, las resguarda y busca compartir con todas las presentes que se cubran el rostro, esa simple acción me recuerda que entre todas nos cuidamos y por ese instante de empatía es que marchar un día puede cambiar por completo una vida.
No importa si un 8M sales o decides quedarte en casa, lo que importa es que tengas presente “que esta es tu lucha”, es la lucha de todas para tener libertad de elección, para que se responsabilice a los abusadores y no a las víctimas por su ropa, es para que sientas seguridad de caminar en la calle sin importar tu género, es la lucha incluso por esos hombres a los que tachan de “maricas” por su sensibilidad, esta es la lucha que ha hecho posible que las mujeres votemos y que probablemente en un futuro tengamos a la primera presidenta en el país. Hemos avanzado, pero a esta lucha aún le queda un gran camino pendiente.
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