Amadeo Palliser Cifuentes / Barcelona
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¿Por qué a los setentones nos da la sensación de que el tiempo vuela más rápido?, que somos invisibles, considerados obsoletos, etc.; y sobre este tema a continuación traslado algunas reflexiones.
Estoy hasta el moño de mensajes buenistas, como ‘el paso de los años es inevitable, sentirse viejo es opcional’, pues las percepciones (subjetivas) son todo un complejo mundo, formado de diferentes soles y planetas.
Y lo que nos creemos que es objetivo, sólo lo es hasta cierto punto, ya que estamos invadidos de informaciones parciales e interesadas, como nos muestran los siguientes ejemplos:
Ante esa situación, me parece comprensible que los mayores nos sintamos muy decepcionados (los más jóvenes también, pero pueden seguir confiando en el futuro; mientras que nosotros tenemos un futuro muy corto)
Es comprensible que las personas mayores estemos más cansados de las rutinas, de falsas promesas, de la política de chutar la pelota hacia adelante, sin contar con delanteros.
Por eso, me parece interesante la transcripción de los siguientes párrafos:
‘¿Qué ocurre cuando entras a una habitación a oscuras y hay una vela encendida? Te percatas enseguida de la llama prendida, ¿verdad? Y si esa instancia está completamente iluminada, ¿cuánto puedes tardar en darte cuenta de que hay una vela alumbrando?, con toda probabilidad, mucho más que cuando apenas hay esa fuente de luz.
Ocurre lo mismo con el peso. Una persona puede distinguir perfectamente la diferencia de un peso de 100 gramos de otra de 120, pero no tan fácilmente de un peso de 200 gramos y otro de 220. Siendo la misma diferencia en los dos casos.
En esos casos, nuestra percepción se ve alterada por la Ley de Weber.
Ernst Heinrich Weber, un aclamado médico alemán de finales del siglo XIX desarrolló una importante labor en los campos de la fisiología y la psicología, siendo el primero en darse cuenta de esto y traducir este fenómeno en una ecuación o algoritmo.
La fórmula le mejoró un psicólogo coetáneo, también alemán, Gustav Theodor Fechner, así que la ley, realmente, podría llamarse Weber- Fechner, pero es más conocida por el nombre del primero.
Consiste en que cuando se comparan dos estímulos pequeños, basta una diferencia mínima para distinguirlos perfectamente. Ahora, si son grandes, deben ser muy distintos entre uno y otro para poder darnos cuenta’
(https://search.app/E5xRzxDyk7ggt9Xo8)
Como pasa en muchas ocasiones, esas teorías, vistas desde la actualidad, son muy simples e incompletas, ya que, en este caso, se centran en el valor absoluto del peso, por ejemplo, prescindiendo del valor relativo del diferencial. Y ese valor relativo es fundamental, ya que 20 gramos sobre un total de 100, es el 20%; mientras que 20 gramos de diferencia, respecto a 200 gramos, sólo representa el 10% de diferencial. Y, claro, nuestro cerebro discrimina en ambos sentidos, no se limita exclusivamente al valor absoluto.
Y todos sabemos que cualquier medida, decisión, etc., debe ser debidamente contextualizada, ya que, en caso contrario, nuestras conclusiones serían erróneas, como lo son, generalmente, al evaluar las acciones de los diferentes gobiernos, ya que, interesadamente, nos ocultan información, como hemos visto.
Siguiendo con Weber, en sus experimentos, demostró que la misma distorsión citada sobre el peso, la sufrimos también sobre la altura, el tamaño, de los objetos. Y, también explica por qué el tiempo se acelera cuando nos hacemos mayores, pues:
‘Aunque un año tiene siempre la misma duración, la relación entre lo que dura uno y el tiempo que llevas vivido es cada vez más pequeña (…) es decir, que cada año que pasa añade, perceptualmente, menos al total de nuestra vida, que un año cuando somos niños de corta edad, de ahí que al hacernos mayores nos dé la sensación de que el tiempo pasa más rápido.
Un período de seis meses entre rejas se siente mucho más que un plazo de tres meses. Pero una pena de 20 años y tres meses no se percibe mucho más que otra de 20 años, explica’.
(misma fuente)
Es evidente que un año, para un niño de 10 años, representa un 10% de su vida; mientras que un año, para una persona de 70, apenas representa un 1,4% de nuestra vivencia personal; y, a los 80 años, un año representa apenas el 1,25%.
Y este fenómeno es fundamental, para explicar nuestra percepción de la progresiva mayor velocidad del tiempo, y, consecuentemente, nuestra percepción subjetiva nos hace repetir expresiones como: ‘el tiempo vuela’ o ‘parece que fue ayer’.
Hay explicaciones que aducen esa percepción al exceso de rutina, a la mayor velocidad de nuestro procesamiento mental (de la que discrepo), pero, especialmente, de la falta de eventos memorables, pues, en la juventud, muchas situaciones y rituales se producen por primera vez, mientras que, a nuestra edad, apenas se dan situaciones novedosas.
Ahora bien, me parece evidente que estos últimos años, con el ‘procés’, hemos tenido muchas situaciones novedosas y estimulantes, sin distinción generacional.
Pero, claro, para los jóvenes, las ilusiones producidas, pueden ser enmarcadas en un período más prolongado en el tiempo, con mayores posibilidades y perspectivas
Por el contrario, los mayores no tenemos esa larga perspectiva temporal, que nos pueda permitir relativizarlas.
Ante esta evidencia, es comprensible que los mayores estemos más preocupados y comprometidos con la situación política, y más cabreados por las trifulcas partidistas. Mientras que los jóvenes pueden relativizar mejor la situación, y acompasarse a los nuevos ritmos. Mientras que los mayores queremos que nuestros políticos se apliquen ‘sin prisas, pero sin pausas’
Efectivamente, hay otros factores que inciden, pero sin una regla fija, ya que la mayor experiencia, puede ser positiva o negativa, y la mayor formación por esa veteranía, en general, no es cierta; mientras que la mayor preparación y cualificación de la juventud, es evidente.
Y ante esa complejidad actual, me parece que nuestros líderes políticos deberían tener una perspectiva general, y una empatía a todos los niveles. Pues, adormecer el post-procés, hasta otra generación, como ERC tiene asumido, es dejarnos en la cuneta, hacernos invisibles, prescindibles, a muchas personas que hemos estado y estamos al pie del cañón. Pero, claro, en los momentos de campaña electoral, obviamente sí que se acuerdan de nosotros, pues un voto es un voto.
En definitiva, que los partidos llamados independentistas, deberían definir un programa ilusionante y realista a corto y medio plazo, ya que, en caso contrario, muchos viviremos el resto de nuestros días como un nuevo fracaso histórico.
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