Alfredo Bielma Villanueva
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Los designios de la democracia señalan al dominio de la mayoría, impera la ley del número cuando en el Estado de Derecho se respeta el marco normativo vigente; de allí es que todo gobernante asume que su encargo deviene por voluntad popular y actúa en consecuencia. Pero para evitar rasgos autocráticos en quien gobierna, en México la instauración de órganos autónomos que limitaron el poder presidencial comenzó o se aceleró durante la década finisecular, apenas transcurrida la emblemática elección presidencial de 1988 convertida ya en genuino parteaguas del sistema político nacional. Después del sismo político provocado por aquella elección el gobierno de Salinas de Gortari procedió a abrir las compuertas políticas para atender las exigencias de reformas y reducir la presión ejercida por grupos oposicionistas de gran protagonismo, el PRD sobre todo. Por su lado, para acondicionarse a las nuevas circunstancias el PRI celebró en septiembre de 1990 su XIV Asamblea con el propósito de adaptarse a las nuevas circunstancias y proceder a vincular sus acciones con el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) que el gobierno había echado andar en marzo de 1989, es decir, explotar clientelarmente ese programa social, como bien aprendió MORENA respecto de los actualmente en vigor. En reformas a su Declaración de Principios se definió al PRI como una organización “de ciudadanos, de organizaciones sociales y de sectores”. Se acordó la creación del Consejo Político Nacional, un nuevo órgano de dirección colegiada en su estructura, conformado por los representantes sectoriales, por el presidente y el secretario del CEN partidista. Como método para elegir candidatos a cargos de elección popular se escogió la consulta a la base (pero al momento de ponerlo en práctica, en dos de los siete estados en los que habría cambio de gobernadores, Nuevo León y Colima, hubo serios inconvenientes porque la simulación de la supuesta “consulta a la base” fue puesta en evidencia, en Nuevo León descubrieron que la consigna presidencial apoyaba a Sócrates Rizzo, amigo de Salinas). Ese incidente obligó al dirigente nacional priista, Luís Donaldo Colosio, a declarar que la idea era establecer procedimientos democráticos, pero “sin excesos”, y así la “consulta a la base” se relegó para mekores tiempos y en su lugar se aplicó la fórmula de “candidatos de unidad”. Fue en esa XIV Asamblea cuando el PRI ensayó sustituir la CNOP por el UNE, que con el lema de “Ciudadanos en Movimiento” traducía la idea de privilegiar la ciudadanización del partido, pero el UNE no fue funcional y la CNOP permaneció en la estructura partidista. Fueron tiempos de estremecimientos políticos con inusuales resultados electorales porque en 1990 el PRI sufrió tropiezos en Yucatán en la elección del 25 de noviembre cuando el PAN ganó Mérida con Ana Rosa Payán. La elección intermedia de 1991 fue balsámica para el PRI porque su elevada cosecha de votos le permitió tener 320 diputados, por encima de los 89 del PAN (17.73%), los 41 del PRD (8.25%); del PARM, 15 (2.15%); del PPS, 12 (1.80%) y del PFCRN, 23 (4.36%). Pero, a cambio, el gobierno enfrentó las protestas del PRD con el “éxodo por la democracia” en 1991, al que ya había precedido la movilización del Dr. Salvador Nava Martínez, de San Luís Potosí, quien encabezó una caminata hacia la Ciudad de México en protesta por lo que consideraba una elección fraudulenta en su entidad, no llegó a la capital porque el 9 de octubre de 1991 el flamante gobernador de San Luís Potosí, Fausto Zapata Loredo, apenas a trece días de haber asumido el cargo presentó petición de licencia al cargo ante el Congreso local. Década de sismos electorales, sin duda, porque en Chihuahua y Michoacán el PRI sufrió derrotas frente al PAN y el PRD, respectivamente, en la primera se reconoció el triunfo de Francisco Barrio, pero en Michoacán el gobierno salinista se resistió a concederle el triunfo al PRD. Después vinieron los triunfos opositores de Guanajuato, Querétaro, Tlaxcala, Zacatecas, el Distrito Federal y ya nada fue igual. Tiempos de cambios, sin duda, porque en el ramo de la economía por el Tratado del Libre Comercio ingresamos al mundo de la globalización económica, que implicó realizar cambios estructurales acordes con la modernidad a la que ingresamos. Y así evolucionamos institucionalmente en tres alternancias presidenciales, hasta 2018 cuando gana López Obrador la presidencia de la república e inicia cambios que revierten lo andado durante el periodo neoliberal. La presidenta Claudia Sheinbaum prosigue la lógica de la transformación iniciada por su mentor ideológico y político, es la presidenta y su mandato se acata porque una mayoría electoral la eligió, así son las reglas del juego democrático. Huelga afirmar que no siempre los cambios son buenos, más aún si desconocemos hasta donde vamos a retroceder.
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