21 de Noviembre de 2024
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DESDE CATALUÑA - Amadeo Palliser Cifuentes
El mundo es un teatro y todos nosotros somos unos farsantes
2024-10-20 - 20:16

 


 


Amadeo Palliser Cifuentes / Barcelona 


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La visión general nos muestra que todo es una farsa, una tragedia, y lo triste es que la visión particular y específica nos confirma que todos somos meros peones, polichinelas, que actuamos como farsantes, para ‘sobrevivir’ de la mejor manera posible. A continuación, traslado unas elucubraciones al respecto.


La idea de que el mundo es un teatro no es nueva, pues, Pedro Calderón de la Barca (1600 – 1681), en 1655, escribió su obra titulada ‘El gran teatro del mundo’; Manuel Bretón de los Herreros (1796 – 1873), escribió su obra ‘Todo es farsa en este mundo’ (1835); Karl Heinrich Marx (1818 – 1883), en su obra ‘El Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte’ (1852), escribió: ‘la historia ocurre primero como tragedia y después como farsa’; etc.


Y si nos vamos más atrás en la historia, nos encontramos que la palabra ‘persona’, del griego ‘prósopon: máscara’ hacía referencia a la máscara usada por los personajes teatrales (‘pros’: delante y ‘opos’: cara); otra explicación menciona que la máscara se llamaba así ‘per-sona: para sonar’, es decir, para hacer sonar con más fuerza la voz del actor. Las máscaras mostraban cada una, una mueca correspondiente a diferentes sentimientos: tristeza, alegría…


Y en este ‘theatrum mundi’, como metáfora social, y como escribió Platón (427 a.C. – 347 a.C.) en su obra ‘El banquete’, Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.) discutió de qué género teatral era más parecido a la verdad: la comedia o la tragedia. El matemático, astrónomo y poeta persa, Omar Jaiam (Khayyam) (1048 – 1131), en su obra ‘Rubaiyatas’ consideró que la vida es como un tablero de ajedrez, donde las casillas blancas son los días, y las negras, las noches; y nosotros, los peones, nos movemos influidos por las piezas más poderosas, pero  esos no son los jugadores; y, al final, el autor recuerda que todas las piezas van a parar a la caja, a la misma caja, como metáfora de la muerte igualadora.


En esa línea, nuestra persona y, por extensión, nuestra personalidad, muestran nuestra máscara social. Y la prosopopeya es la figura literaria que consiste en atribuir cualidades o habilidades humanas (como el pensamiento, el habla, etc.) a las cosas inanimadas, por ejemplo: ‘el viento susurraba sin descanso’.


Por todo ello, ¿debemos tomarnos en serio la farsa en la que participamos falsariamente?


Si la respuesta es negativa, nos alinearemos con la generalidad y pasaremos a ser parte de la masa silenciosa, y estaremos totalmente alienados, que es lo que los grandes poderes desean. Esa es la opción seguida por los personajes del mito de la caverna del mencionado Platón, que prefirieron vivir en el fondo de la cueva, contentándose con unas meras sombras.


Mientras que si la respuesta es positiva, el papel es muy complejo, pues exige que nos esforcemos para intentar desvelar lo que nos tienen velado, prohibido, los diferentes poderes e instituciones (religiosas, políticas, económicas, etc.), ya que, como dijo Franklin Delano Roosevelt (1882 – 1945): ‘En política, nada pasa por accidente, y si pasa, puedes apostar lo que quieras que alguien lo ha planteado de esta manera, para que lo parezca’.


Y en ese gran engaño del mundo, juega un gran papel fundamental la historia escrita por los vencedores (vendedores de sus ideologías), pues es su forma para adocenarnos, asegurando sus propios patrones, sus dogmas y sus modelos. Si bien es verdad que, en la actualidad, la profusión de las redes sociales, ‘aparentemente’ les complican el control y nos dan una falsa sensación de libertad, basada, a su vez, en el engaño y en las fake news.


Y, como dijo Roosevelt, con su pensamiento anterior, nada es casual.


Tenemos muchos ejemplos que son claras muestras al respecto, pero me limito a resaltar un par de ellos, totalmente distintos, pero con un mismo nexo común:


 Un primer caso es la obsesión sexual de los Borbones y los placeres mundanos propios de la corte de Versalles, que chocó con la rigidez que caracterizaba la corte de los Austrias. Felipe V introdujo juegos sexuales en la corte madrileña: ‘el impávido’, ‘la gallina ciega’, etc.


En esa línea, desde el primer Borbón español (Felipe V) bipolar, obseso sexual y lujurioso, hasta el actual, y espero que último, (Felipe VI), se han dado dos fenómenos: por un lado, el desenfreno sexual de los monarcas y sus múltiples relaciones fuera del matrimonio y, en segundo lugar, el tabú y la prohibición de hacerlo público, si bien, últimamente se han publicado muchos libros sobre el particular, ¿por qué será?


Y en este momento actual, se dan muchas informaciones sobre la vida sexual de los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, de Felipe VI, de la reina Leticia, y, a la vez, en diferentes medios telemáticos, aparecen ‘semblanzas’ de sus antecesores:


Isabel II (1830 – 1904): casada con Francisco de Asís (1846 – 1902), llamado ‘El Natillas’, por su homosexualidad. Ambos eran primos carnales por partida doble, comportando la hemofilia. Isabel tuvo muchos favoritos y amantes, entre ellos el militar valenciano Enrique Puigmoltó y Mayans (1827 – 1900), conde de Torrefiel y vizconde de Miranda, al que se atribuye la paternidad de Alfonso XII. Isabel II se jactaba y excusaba, diciendo en la corte que ‘¿qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo? Oficialmente, el matrimonio tuvo 12 hijos, pero, según muchos historiadores, ninguno del marido.


Alfonso XIII (1886 – 1941), un promiscuo e inmoral, que hacía el ‘casting’ de algunos burdeles, muchos del Paralel, de Barcelona (donde se le conocía como ‘El Cametes’, El Patitas) e, incluso, invirtió en la industria cinematográfica en películas pornográficas, etc. La periodista Pilar Eyre, especialista sobre la casa real, escribió que Alfonso XIII se acostó con más mujeres que Julio Iglesias y Juan Carlos I, juntos.


Sea como sea, esas historias sexuales de los reyes españoles, no debería ser apenas importante, si bien, cuando por medio hay grandes dispendios del estado para pagar todo tipo de gastos y de tapaderas y, especialmente, por su seguridad (insegura, como es lógico comprender, especialmente, cuando, se hizo pública la grabación oyendo a Juan. Carlos I, confesando a Bárbara Rey, aspectos ocultos del golpe de estado del 23 de febrero de 1981), etc., entonces todo tiene otro calado, un trasfondo político que mancha a todas las instituciones y responsables (irresponsables), ya que participan en el engaño, ocultando y manteniendo como secreto de estado, todos estos temas, bajo el epígrafe de la ‘seguridad del estado’.


Un segundo ejemplo lo tenemos en la falsa promesa de que el esfuerzo, el trabajo duro, garantizan el éxito, que el sacrificio precede y garantiza la victoria. Y esa ‘filosofía’ nos la han transmitido hasta en el seno de nuestras propias familias.


François Auguste René Rodin (1840 – 1917), gran obseso en su trabajo de escultor, consideraba que ‘no hay atajo sin trabajo’; pero, en su falsedad, no reconoció que algunas de sus obras no eran suyas, si no de su amante Camille Claudel (1885 – 1892), que acabó internada en un manicomio. Es decir, que Rodin sí que encontró un falso atajo.


Culturalmente nos han querido imbuir que el sacrificio es básico, que debemos seguir el patrón del mitológico Hércules, cumpliendo con sus 12 trabajos, encomendados por los dioses, y que representa la fuerza, el coraje y la resistencia.


Y siguiendo esa cultura, el resultado es la existencia de muchas personas quemadas (*), pasivas, adocenadas, desmotivadas, apáticas, en definitiva, decepcionadas con el sistema. Y llegado a ese punto, carecen / carecemos, de fuerzas para revertir nuestras vidas.


(*) el psicólogo Herbert J. Freudenberger (1926 – 1999) bautizó esa enfermedad como el ´síndrome de burnout.


Me parece que estos dos ejemplos son suficientes para confirmarnos que estamos muy engañados, en todos los sentidos y en todos los aspectos; y, mientras tanto, no vemos, no nos dejan ver o no queremos ver, que mientras nos movemos al ritmo que mueven sus dedos, como meros polichinelas, todo ‘funciona’, el sistema sigue su ritmo, y, claro, así, vemos que el represor Salvador Illa, por poner otro ejemplo, sigue españolizando todas nuestras instituciones, llegando al extremo de nombrar a Alfredo González Gómez, un ex regidor del ayuntamiento de Madrid, sin vínculos con Catalunya, al frente de la comisión bilateral Generalitat – estado, que, en las últimas reuniones bilaterales, se sentaba en el lado del estado, como secretario de política territorial; y, como dice Albano Dante Fachin, ‘poner a ese señor al frente de esa comisión, es como poner a Felipe VI al frente de ERC’


 Eric Arthur Blair (George Orwell, 1903 – 1950) escribió que ‘en estos momentos de impostura, decir la verdad es un acto revolucionario’


Antoni Gelonch, en su artículo ‘Vocación de rebaño’, señala:


‘(…) malo para aquel que se atreva a salir del rebaño, abandonar el gregarismo y decidir por sí mismo. Que vaya con cuidado, por que los nuevos guardianes de las esencias, autodefinidas como las correctas, no permitirán que pueda expresar libremente su verdad. Se quiere negar el derecho a la disidencia respecto al rebaño, por la fuerza de sus bramidos, y, si no es suficiente, por la elaboración de un decreto de muerte civil, intelectual o social, por parte de los nuevos clérigos del políticamente correcto y del pensamiento único.


(…)


Es demasiado fácil dirimir las situaciones complejas jugando a buenos y malos, en el bien entendido que los que lanzan las fatuas son siempre los buenos, o, al menos así se consideran (…)


(elnacional.cat, 10 de octubre 2024)


En este escrito, el autor, Antoni Gelonch analiza el conflicto judío – palestino, pero me ha parecido interesante extraer esos pensamientos mencionados, ya que permiten cerrar a la perfección el tema que nos ocupa, pues es evidente que el sistema quiere que seamos ovejas y que nos comportemos como ellas, respetando los límites que nos tienen marcados.


Y los procesos se multiplican fractalmente en el sistema, como muy bien expuso Chris Sanders en su película ‘Robot Salvaje’ (The Wild Robot) (2024) que explica el viaje de una robot (la unidad ROZZUM 7134 o ‘Roz’) que ha naufragado en una isla deshabitada y deberá aprender a adaptarse al duro entorno, forjando, poco a poco, relaciones con la fauna local y convirtiéndose en madre adoptiva de una cría de ganso huérfano.


En definitiva, o seguimos viviendo engañados, participando como farsantes, o nos espabilamos y aplicamos para romper todos los tupidos velos que nos han puesto y nos siguen poniendo, por más difícil que sea.


 


amadeopalliser@gmail.com


 


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