Pbro. José Manuel Suazo Reyes
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Nos encontramos ya al final del año litúrgico, por eso el evangelio de este domingo (Mc 13, 24-32) toca el tema de la segunda venida de Jesús. En la primera venida Jesús vino en la humildad de la carne y con la ternura de un niño, su segunda venida llegará como Señor del universo, para juzgar a vivos y muertos.
El lenguaje que se utiliza en estos temas que hablan del fin de los tiempos es de tipo apocalíptico. El lenguaje apocalíptico es un estilo que también utilizaron algunos profetas como es el caso del profeta Daniel que también se lee en este día en la liturgia de la Palabra. El término apocalipsis significa revelación y con las imágenes que se utilizan como las señales en el cielo y en la naturaleza, la mención del Hijo del Hombre que viene entre las nubes, se anuncia simplemente una gran transformación del universo debido a la presencia gloriosa del Hijo de Dios.
Es bueno considerar que la segunda venida de Jesús, junto con el juicio final y el fin del mundo son temas propios de la escatología. La escatología trata de aquellas cosas o realidades que sucederán al final de los tiempos. Los temas escatológicos que escucharemos en estos días, aparecen ahora en la liturgia porque nos acercamos al final del año litúrgico. El próximo domingo se concluirá el año litúrgico con la solemnidad de Cristo Rey.
Es bueno tener presente además el contexto al que responden estos pasajes bíblicos que por su lenguaje lleno de signos nos parecen hasta difíciles de entender. Recordemos que las comunidades cristianas de los primeros siglos vivieron ambientes de verdadera tribulación, como las guerras, las devastaciones, el surgimiento de falsos profetas y de doctrinas heréticas, así como las persecuciones que provocaban estados de desánimo, inseguridad y confusión.Jesús por medio de estos discursos presenta un mensaje de fe y de esperanza.
Con ello se invita a permanecer firmes en la fe para no perderse. Los Discípulos deben mantenerse fieles porque el día de la gran tribulación pasará. El bien triunfará sobre la maldad, la luz disipará todas las tinieblas. En este sentido las palabras de nuestro Señor en el evangelio, lejos de infundir algún tipo de temor, transmiten la certeza de que Él vendrá de nuevo y se encontrará con todos los que creemos en él. Su Palabra es verdadera y se cumplirá; todo lo demás es pasajero, aún las aflicciones más impactantes.
La venida definitiva del Señor, y por tanto el encuentro con él es siempre motivo de alegría y de esperanza. De alegría porque la salvación alcanza su cumplimiento, de esperanza porque las realidades en las que uno confió alcanzarán la plenitud. La llegada de Jesús trae una transformación en el universo, habrá un paso de lo transitorio a lo definitivo. El Hijo del hombre congregará a sus elegidos, es decir a todos los que creímos y confiamos en él e hicimos de su Palabra una luz para nuestras vidas.
Nadie sabe el día ni la hora en que sucederá esta segunda venida de Jesús, lo único que Jesús nos ha asegurado es que volverá y que su presencia es siempre salvífica. Estas promesas serán siempre un aliciente para todo el que pasa por la oscuridad de la persecución, del dolor o del sufrimiento. “Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse”, dice el Señor.
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