27 de Abril de 2024
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Dolores evitables
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2015-05-28 - 09:20
En ocasiones la realidad supera a la ficción. Hay notas que deben despertar una gran preocupación en la sociedad, porque constatan el nivel de descomposición que se alcanza entre la población.
Los niños juegan a ser adultos. Hay otras vertientes de juego, por supuesto, pero es la imitación del mundo adulto una inclinación natural que les permite ensayar para la vida. De allí el ejemplar éxito de Kidzania, por ejemplo.
Los niños juegan a lo que hacen los adultos cercanos o aquellos que de una u otra manera forman parte de su entorno, incluso a través de los medios de comunicación o de internet.
En México algunos niños, imposible saber cuántos, han empezado a jugar a la violencia, no ya al remoto entretenimiento genérico de las pistolitas sino al juego específico de la delincuencia, de las armas largas, el narcotráfico, el secuestro, el asalto.
La violencia está adquiriendo estatus de habitual, de normal, de hecho cotidiano.
Hechos que nos llevan a hacer la reflexión sobre las razones que llevan a los niños y adolescentes a emular a la peor escoria de la sociedad y hacerlo parte de sus juegos infantiles y fantasías para posteriormente volverlo parte de la realidad, si es que no lo era ya.
Basta ver cualquier día un noticiero nacional o local, algún periódico o una revista al azar.
Siempre habrá un hecho delictivo relacionado con la violencia irracional, la crueldad, la venganza o el enfrentamiento.
A veces los hechos son especialmente graves por la saña que hay en ellos, por la incomprensible conducta de los victimarios o por el número de muertos.
Habituados a la violencia, leemos las notas como si se tratara de un acontecimiento deportivo; a veces, sobresaltados por algún rasgo de novedad, nos petrificamos un instante.
Los niños aprenden lo que viven, decía un poema de hace décadas de Dorothy Law Nolte.
¿Qué es lo que estamos generando como sociedad en las mentes de la juventud que llegan a extremos macabros en busca de diversión?
Mucho se criticó a los medios de comunicación cuando decidieron dejar de publicar fotografías de ejecuciones para evitar hacer apología de la violencia. Esta decisión fue interpretada por algunos sectores como autocensura. La realidad es que la violencia continúa presente en nuestras vidas alcanzando, lo impensable. Niños asesinos de niños.
Cabe pensar que tal vez estas conductas pueden ser detectadas previamente en casa y en la escuela.
De lo que viven los niños, y por tanto de lo que aprenden, todos somos responsables.
¿Será que estos niños nacieron con la disposición genética a ser victimarios, cargados de rencor para matar, destinados fatalmente a arrebatarla vida?
La pregunta incómoda. A quién se le ocurre, se indignarán algunos. Que encierren a quien pretenda afirmar tal cosa, demandarán otros.
Luego entonces no es cuestión de genética ni mandato del destino.
Estas tragedias son producto nuestro.
Brota de nuestro comportamiento, de nuestras acciones y nuestras omisiones. Del México que hemos perfilado día a día. De lo que estamos haciendo, de lo que hemos dejado de hacer. De nuestra forma de relacionarnos, de los antivalores que exaltamos, de la admiración por el que delinque y por ello es famoso, del arrodillamiento frente a la tentación de la riqueza pronta sin importar los medios.
Cada quién podrá encontrar argumentos y pruebas para eximirse de esta responsabilidad colectiva. Pero no es tiempo de hacerse a un lado. Hoy no tiene sentido el Yo no. La suma de todos es el país que somos.
Si los niños juegan a ser adultos, ¿qué modelos estamos ofreciendo?
Los espejos son directos, a veces crueles. Reflejan sin matices lo que enfrente tienen. Son mudos y gritan. Son planos y profundos.
Todas las expresiones de violencia que hoy vivimos a granel fueron alguna vez un caso aislado.
Todos los asesinos de hoy fueron niños. Todos los árboles de hoy fueron semilla.
Los niños aprenden lo que viven.
Los niños juegan a ser adultos.
Y nosotros somos el modelo.
¿A qué adultos querrán parecerse nuestros niños?
La muerte por diversión, es un síntoma que debe ser tomado en cuenta en sus primeras manifestaciones para evitar que su evolución llegue a extremos irremediables.
Solemos hablar de lo que va mal. Es importante hablar de lo que va mal. La baja productividad en el país, el bajo crecimiento, la informalidad, la inseguridad son temas que nos deben preocupar. Sin embargo, también tenemos que ver lo que va bien. No porque sea dato curioso o únicamente como un contrapeso a la malas noticias. Hay que poder explicarlo para ver si es replicable.
Que existe un problema de seguridad en todo el país, incluyendo a Veracruz, nadie lo niega, y el ejecutivo estatal es el primero en admitirlo, sin embargo, la gran diferencia con otras entidades es que en nuestro estado si se toman las medidas pertinentes.
En las últimas semanas la administración del gobernador Javier Duarte de Ochoa ha enfrentado brotes de inseguridad por distintos puntos de la geografía veracruzana.
Cuando menos en la última semana el gobernador ha tenido tres reuniones extraordinarias, con el gabinete de seguridad, incluyendo mandos navales y militares, para analizar qué está fallando y cómo y dónde se puede corregir.
El estado va en la línea del presidente Enrique Peña Nieto en materia de seguridad, de eso no hay la menor duda.
La justicia sostiene el gobernador, es tema prioritario para su administración.
Es respuesta de nuestro compromiso de avanzar en una agenda conjunta con justicia e igualdad para todos.
Duarte de Ochoa aseveró que en Veracruz, se seguirán sumando esfuerzos y fortalezas para edificar una entidad en plena vigencia del Estado de Derecho, donde imperen el orden, la legalidad y la justicia, ejercitando siempre las atribuciones contra quienes actúan al margen de la ley, con una policía moderna, capaz y confiable.
Dicen que las buenas noticias, también son noticia. No sólo deberían de ser noticia, deberían de ser también ejemplo a seguir.


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