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El futuro es negro
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2017-01-31 - 13:06
La primera semana de míster Trump en la Casa Blanca ha sido de vértigo. Decretos, órdenes, twitazzos. En su idea por reconformar el ADN de la sociedad norteamericana, el presidente republicano busca encapsular su nación, lograr la autarquía, mejorar la raza evitando el paulatino mestizaje degenerador.
Las buenas conciencias del mundo no tardaron en reaccionar. “Es una estupidez”, “sólo a un loco se le ocurre”, “se los dije, se los dije...” Tarde o temprano la bomba iba a estallar. La carga se estaba haciendo cada vez más pesada. Lo había advertido el Tea Party desde hace años: Estados Unidos debe ser como antes; feliz, clasemediero, satisfecho, güero (o casi), prepotente y temerario. La apuesta del “melting pot” ya dio de sí. América –dicen ellos– es para los americanos, los pioneros de las trece colonias, John Wayne y Rita Hayworth.
Al igual que la Alemania nazi buscando su “espacio vital” en las invasiones de Polonia, Rumanía y Ucrania; los Estados Unidos lograron expandir su territorio hasta conformar el gran rectángulo de Norteamérica en la injusta guerra con México de 1847. Después fue la conquista del Oeste, la fiebre del oro californiano, las carretas y la exterminación de los apaches. Ellos fueron apenas puntuales, los alemanes demasiado tardíos.
Ahora, piensa Donaldo Trump, se limpiará la demografía norteamericana en demérito de la inmigración de mexicanos, centroamericanos, sirios, africanos, caribeños y uno que otro vietnamita. El muro será más un símbolo que una barrera efectiva, pues siempre se encuentra la manera de burlarlo. En todo caso la empalizada física servirá como una alegoría a la pureza racial. “Ahora gobierna la casta WASP, así que aguántense”, porque el acrónimo significa, precisamente “Blanco, Anglo-Sajón y Protestante”, de modo que las zalamerías populacheras del señor Obama, serán ahora cosa del pasado.
Entonces, si la válvula de presión se tapa, la olla explotará con todos los frijoles dentro. Y es que la emigración mexicana hacia los EU siempre funcionó como ese dispositivo regulador de la presión social. Todo mundo tiene un hermano, un tío, algunos primos, dos hijos viviendo en Los Ángeles, Houston o Chicago y de ese modo, y con las remesas, la vida nacional (durante decenios) fue más o menos llevadera. Ahora con ese flujo social cortado, o peor, retornado por cosa de la deportación de ilegales, el futuro se mira negro.
El pesimismo, entonces, ha vuelto a sentar sus reales en el ánimo nacional. Así se entiende el famoso “gasolinazo” con que iniciamos el año: las finanzas públicas estaban en cero, y con el anuncio del huracán económico que será la ruptura del TLC, el “cobro” del muro y la avalancha de compatriotas expulsados; pues no quedaba más que curarnos en salud (toda vez que, diga lo que se diga, la gasolina sigue siendo más barata al otro lado de la frontera).
Inflación al seis por ciento, son los pronósticos, de modo que una vez pasado el momento patriotero que estamos viviendo en estos días, volverán los epítetos y los señalamientos... gobierno fracasado, la mafia de siempre, urge un cambio, porque dentro de un año –no se olvide– tres candidatos (o cuatro) habrán subido a la palestra para sacarse los ojos en busca del voto popular. Ya nadie recordará el Pacto Por México, ni las reformas estructurales, todo volverá a la rebatinga sexenal y la basura porpagandística festonando las calles.
Pero con todo y ello, con Trump y su muro, la contracción económica y las vacas raquíticas, el país habrá de sobrevivir con su música, su humor, su alegría socarrona, “su optimismo documentado”, como recomendaba el extrañado Carlos Monsiváis.
El pesimismo está de moda, resulta “nice” vituperar a los políticos, esbozar cada cual un horizonte más oscuro. O como decía el camarada Mao, “lo peor es lo mejor”... para los fines revolucionarios. La corrección política invita a lanzar la primera y la segunda piedra, ahora que el desastre se avecina. Ya lo vimos en los motines del 3 de enero; el futuro no existe. En todo caso les pertenece a los robots mecantrónicos que no cobran salarios ni hacen huelgas. Prepárense: los días de Terminator están por venir. Trump es su profeta.


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