CLAROSCUROS - José Luis Ortega Vidal
La muerte no sólo tiene permiso, ya es parte del nosotros…
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2017-03-27 - 06:43
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Acerca del cuento “La muerte tiene permiso” del escritor sonorense Edmundo Valadez puede afirmarse que se trata de una narración de denuncia social y queja existencial.
La atmosfera del argumento que llevó a un grupo de campesinos a tomar justicia por su propia mano ante la burla del Estado y sus representantes, burócratas que lejos de cumplir con su trabajo en el ámbito agrario se corrompen, representa una mexicana versión de Fuente Ovejuna de Lope de Vega.
La historia teatral española y el cuento mexicano comparten un contexto común: las raíces medievales y los elementos económicos del feudalismo arraigados en México hasta la fecha; tardío nuestro arribo al capitalismo…
En el cuento de Valadés el Presidente de San Juan de las Manzanas (el Estado) abusa, roba, viola y es ejecutado por sus gobernados.
Cuando se pide permiso para ejecutarlo en realidad se busca legitimidad ante un Estado reconocido institucionalmente por los oprimidos que ya han convertido en cadáver al cacique.
Este elemento es clave: al mismo tiempo de tomar justicia por mano propia el pueblo respeta las instituciones que, cínicas, siguen sin respetarlo a él; no le cumplen.
Si observamos “La muerte tiene permiso” desde una perspectiva histórico/económica son claros los resabios de una Revolución –la de 1910- que aparecerán durante buena parte del siglo XX en la zona rural mexicana y están en la narración.
El Estado ha fallado y falla una, otra y otra vez.
Los linchamientos son comunes en el México actual.
La Reforma Agraria concluyó décadas atrás pero hay pueblos que nunca la conocieron.
El cuento nos instala en una realidad pasada, presente y futura, lo que resulta angustioso.
Son dos líneas históricas que corren paralelas: el país que ve la clase política –ciega- y el país que sufre la sociedad –víctima y cómplice-.
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En Guerrero, Chihuahua, Durango, Sinaloa y Oaxaca -por ejemplo- hay zonas donde es más viable sembrar amapola que maíz, no obstante la lucha por la erradicación y los éxitos al respecto de parte de las fuerzas armadas federales. (1)
La siembra de amapola y su venta a los narcotraficantes permite comprar comida y sobrevivir.
El maíz dejó de ser elemento de autoconsumo porque la tierra le fue arrebatada a los campesinos o porque la pobreza y la violencia de los caciques y el crimen organizado son variantes de un cáncer sin cura.
Guerrero, Chihuahua y Durango son los principales productores de adormidera.
Sinaloa y Oaxaca producen menos pero siguen en los lugares cuatro y cinco.
Hay estados donde se siembra la planta de cuyas variedades derivan el opio, la heroína y la morfina en áreas muy pequeñas.
En 26 estados mexicanos se ha luchado por erradicar la amapola, lo que finalmente habla de su presencia.
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Es importante detenerse en esta descripción numérica que abarca elementos económicos, literarios y semióticos.
La sociedad se mueve por este conjunto de condiciones y por muchas más, por ello es fundamental realizar acercamientos multifactoriales para tratar de explicar fenómenos como el de la violencia que padecemos actualmente y parecemos condenados a padecer como Sísifo.
A diferencia de los animales a los seres humanos nos motivan aspectos que no tienen límites: desde el hambre –economía- hasta la cosmogonía –antropología- el poder –ciencias políticas- la demografía y la movilidad social –sociología- la duda –filosofía- la fe –teología- etcétera.
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El pasado lunes 20 de marzo, en Acayucan, al sur de Veracruz, se detuvo al joven Igfi Arturo Pérez Gómez, alias ‘Nacho’ o ‘Dory’, de 22 años y líder de un grupo delictivo denominado “Los arturitos”: secuestradores.
Durante febrero, es decir un mes antes, Igfi Arturo fue capturado junto con su cómplice Édgar Yarisse Tadeo Domínguez (a) “El Nacho”, de 21 años.
Ambos fueron puestos en libertad por un criterio judicial singular: el juez consideró que se habían violado sus derechos pues el fiscal los puso a su disposición con una tardanza de 15 minutos.
La flagrancia con que fueron capturados pasó a segundo término.
Son nativos de Jáltipan, Veracruz, donde en la década de los 90s fue cerrada la empresa paraestatal Azufrera Panamericana (APSA) que daba empleo a miles de trabajadores y constituía la principal actividad industrial en el lugar.
Apenas se vieron libres Igfi Arturo y Edgar Yarisse se trasladaron al vecino municipio de Acayucan donde secuestraron a una mujer por cuya liberación pedían 5 millones de pesos.
“Los arturitos” son una banda que incluiría también a Nadia Daniela Morán Villalobos, 20 años, de Puebla; Samanta Salomón Sánchez, 20 años, de Jáltipan; Victor Herrera Prieto, 33 años, de Cosoleacaque; Juan Jesús Reyes Herrera, 21 años, de Cosoleacaque; Daniel Domínguez Contreras, 26 años, de Hidalgotitlán; Marcos Hernández Román, 27 años, de Veracruz-puerto; José Antonio Ronquillo Díaz, 28 años, de Veracruz y Armando Rivera Santiago, 27 años, de Acayucan.
Se investiga si tienen responsabilidad en el asesinato de una menor en un bar de Jáltipan en febrero pasado. (3)
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Esta historia describe una falla en el tejido social.
La liberación en febrero del líder de “Los arturitos” y su cómplice nos remite a elementos de corrupción del sistema político-judicial del Estado veracruzano y a errores en la aplicación del poder del mismo Estado; es decir a elementos de Estado Fallido en el Veracruz actual.
Al verse libres los dos jóvenes volvieron a hacer aquello para lo que la sociedad los preparó y ellos –en su circunstancia- asumieron como materia de conocimiento vital: delinquir.
“Los arturitos” han secuestrado y quizá asesinado; la ley –sin fallas- debe deslindar responsabilidades y cuidar los derechos de victimarios, de víctimas y de potenciales ciudadanos secuestrables o asesinables, es decir todos.
Si profundizamos en torno al Veracruz actual tenemos los 300 cadáveres que suman las fosas de Lomas de Santa Fe en Veracruz y Arbolillo en Alvarado.
Alejandro Solalinde, el sacerdote mexicano propuesto para Premio Nobel de la Paz, denunció estos hechos desde varios años atrás.
Lo ubico en el sexenio de Fidel Herrera y recuerdo la respuesta oficial acusando al clérigo de “inventar historias sobre fosas y violación de derechos humanos por grilla”.
El tiempo le dio la cruel razón a Solalinde que ahora habla de 15 mil desaparecidos sólo en nuestra entidad. Quizá se equivoque. Pueden ser muchos más.
Comparto una impresión como reportero: observo una sociedad cada día más insensible.
La muerte no sólo tiene permiso como lo afirmó con visión profunda Edmundo Valadés, a través de su cuento publicado en 1955.
Hoy la muerte desayuna, come y cena con nosotros y se ha convertido en alguien de la familia.
Día con día alguien es asesinado en algún lugar de Veracruz y la vida continúa, sigue, sin que la piel sufra vibración alguna en la mayor parte de quienes conformamos esta sociedad; sin que las instituciones sean capaces de enfrentar con eficacia el problema; sin que el tema de los muertos logre alcanzar la importancia que nuestra clase política le da a las elecciones y su repartición de poder; sin que la sociedad civil se movilice en masa por víctimas que parecieran ser de unos cuantos y no de todos.
Es como si el hígado de un cuerpo actuara ajeno al cáncer que padecen sus riñones.
¿Por qué? ¿Qué nos ha vuelto tan indiferentes?
Ya nos referimos a la literatura, la economía, la historia, la sociología, la semiología, la antropología, la ciencia política como herramientas que nos ayudan a entender lo que somos.
Urge profundizar en la filosofía –la duda- y también en la teología –la fe- para continuar buscando el por qué la muerte se ha convertido en uno de, y en parte de, nosotros.
1. http://www.uam.es/personal_pdi/economicas/cresa/MexDrugCultivation.pdf
2. http://www.uam.es/personal_pdi/economicas/cresa/MexDrugCultivation.pdf
3. http://plumaslibres.com.mx/2017/03/23/jueces-liberan-dos-secuestradores-menos-1-mes-se-llevan-empresaria-acayucan/
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