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Narrar la propia muerte
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Xalapa, Ver.: / Agencias
Agencias
2023-08-08 - 10:58

Sergio Armin Vásquez Muñoz
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Oliver Sacks, dice Wikipedia, fue un neurólogo y escritor británico de origen judío, aficionado a la química y divulgador de la ciencia. Estudió en la Universidad Yeshiva (universidad privada judía) antes de enseñar neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, y después neurología y psiquiatría en la Universidad de Columbia. También fue profesor visitante en la Universidad de Warwick del Reino Unido. Autor de numerosos best sellers, entre ellos varias colecciones de estudios de casos sobre personas con enfermedad neurológica. Su libro Awakenings (Despertares), de 1973, un relato autobiográfico sobre sus esfuerzos por ayudar a las víctimas de encefalitis letárgica para que recuperasen funciones neurológicas adecuadas, se adaptó al cine en 1990, con Robin Williams y Robert De Niro como protagonistas.
El caso es que por donde se le mire, estamos hablando de una eminencia en el campo de la neurología, acaso el mejor o al menos el más dedicado al tema, además de ser un escritor reconocido y articulista asiduo.
Oliver Wolf Sacks murió el 30 de agosto del año 2015, en Nueva York, a los 80 años.
Antes de morir había dedicado algunos escritos para celebrar y enaltecer la vida, con todas la posibilidades y virtudes que esto implica, pues a su edad podía darse el lujo de opinar sobre cualquier tema y miraba con satisfacción su paso por el mundo. Paradójicamente, tiempo después, sus artículos fueron dedicados a narrar cómo el cáncer invadió su hígado y las consecuencias derivadas por esta situación. Es decir, los últimos escritos de este personaje fueron dedicados a narrar su propia muerte.
Pero, ¿quién puede colocarse en esta situación de narrar los hechos cotidianos, ya sea de vida o de muerte? Yo creo todos podemos, pero pocos lo hacemos, porque la cotidianidad absorbe nuestra atención y nos lleva más a pensar en qué vamos a comer mañana, que en de qué vamos a morir. Nadie piensa en morir, porque nadie quiere morir. La muerte no es nuestra prioridad. Nuestras reflexiones siempre están ocupadas en temas simples. Solo es hasta que nuestra salud se ve comprometida, cuando nos acordamos que nuestro cuerpo es responsabilidad de nosotros mismos. La muerte no es nuestra prioridad, pero tampoco la vida.
Hace poco a un amigo cercano le fue diagnosticado daño avanzado en los riñones. Como es de esperarse se le derrumbó el mundo. Perder la salud de un día para otro, no es alentador. Y es que hay enfermedades que se hacen presentes cuando ya son irreversibles. Aun con todo esto, viendo en situaciones de otros, ejemplos de lo endeble y finito que es nuestro cuerpo, rara vez encaminamos nuestros esfuerzos a cuidarnos. Pocos asumen la responsabilidad de temas como salud personal, cuidado físico, salud emocional, prevención de enfermedades, estudios diagnósticos con fines preventivos.
No es necesario aspirar a narrar la propia muerte. Podemos empezar por crear y propiciar escenarios ideales para prolongar nuestra fecha de caducidad, pues todos la tenemos, ya que actualmente la esperanza de vida en promedio va de los 75 a los 80 años, en especial para las mujeres.
Aspiremos entonces a transitar en mejores circunstancias de salud personal, a corto, mediano o largo plazo. Mientras tanto, narremos las infinitas posibilidades de vida. Abrir los ojos al despertar, es la primera.


 

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