Hay lenguas que tienen el efecto boomerang
De acuerdo al sicólogo Dan Kiley, el síndrome de Peter Pan es un complejo padecido por muchos hombres “que se niegan a crecer, madurar y asumir responsabilidades y compromisos”. Mejor descripción para el fiscal yunista, Jorge Winckler, imposible.
Previo a su designación, a propuesta de Yunes al Congreso local, Winckler se desempeñó como abogado de Maryjose Gamboa (por el homicidio por atropellamiento en que se vio involucrada) y Daphne Fernández (la joven abusada por los ‘porkys’ de Costa de Oro).
En ambos casos, las mencionadas fueron víctimas de un proceso sesgado por parte de la Fiscalía General, pese a ello, Jorge se aplicó en la defensa y salió razonablemente airoso.
Estos palmarés generaron expectativas en el sentido de que el pueril funcionario tendría un ejercicio profesional al ser nombrado fiscal, se sabía de su pertenencia al clan político de los Yunes de Boca del Río, pero el lío sería sorteado si entregaba buenas cuentas.
El tema es que con el paso de las semanas Wincklerín ha confirmado ser un tremendo fiasco, el cargo le ha quedado grande y al margen de que hay algunos duartistas detenidos, su propensión a ser lenguaraz (decir tarugadas, lo definen en la calle), ora en las redes sociales, ora en sus declaraciones a los medios, le ha causado un gran daño político, por inferencia, al gobierno de Yunes Linares.
Seguramente su última insensatez (endilgarle un ‘bola de corruptos’ a los diputados locales), habrá provocado el siguiente exabrupto de su patrón: ¡a la próxima te vas!
Desde los primeros desaires a los colectivos de los familiares de los desaparecidos, se empezó a configurar un diagnóstico: Winckler no creció, pasó de lo verde a lo podrido.

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