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Mi venganza
2014-03-04 - 09:04
Pensaba escribir sobre el rostro. Dar la cara y mostrar quiénes somos. Como están haciendo los diputados metropolitanos, que han tapizado la ciudad con sus jetas para celebrar la alegría ciudadana por sus primeros informes que, la verdad, nos valen una pura y reverenda... Caras sonrientes, de jaboncito Camay y photoshop, festinando que “han cumplido” con la ciudadanía, pero embarrándonos sus fachas en anuncios panorámicos que pagamos con nuestro ISR e IVA. Vaya con sus jetas y su descaro que han llenado, seguramente, la chequera de algún listillo impresor.
Estaba en eso cuando se me cruzó la ceremonia de entrega del Oscar. Sobre todo la estatuilla que merecidamente ganó Alfonso Cuarón como director de “Gravedad”. Entonces me vino a la memoria esa historia secreta, de 1980, cuando a los 19 años fue expulsado de la escuela de cine de la UNAM (el CUEC) por la fechoría de haber filmado una película en inglés.
Era los años aún del radicalismo “popular-nacionalista” y el delito anglófilo resultó inadmisible para la directora en turno del CUEC. A la calle, con todo y rollo, que por cierto el cortometraje se titulaba “Vengance is mine”. Habría que colocar pues, una placa de bronce en esas instalaciones universitarias celebrando a Alfonso Cuarón, “OSCAR 2014 como mejor director cinematográfico. Fue expulsado honrosamente por este plantel”. ¡Bravo!
Igualmente se ha dicho que Albert Einstein fue reprobado en Matemáticas y Literatura en sus años de bachiller. Honrosas fueron su boletas de cinco en rojo que luego, con el tiempo, habría de resarcir con la famosa fórmula E=MC2, que transformó como nunca las concepciones científicas en torno a la materia y el universo. Lo mismo que la leyenda de Galileo Galilei en la hoguera, por haberse atrevido a pensar que nuestro planeta no era, por cierto, el centro de la Creación. Así el caso de Cuarón, bañado hoy en champaña y tequila, honrando su inconmensurable imaginación.
Todos hemos sido alguna vez víctimas de ese tipo de injusticias. La burocracia, la mezquindad, las envidias pisoteando el futuro de un espíritu sobresaliente. Recuerdo sin rubor alguno la vez, por ejemplo, que se me impidió ingresar a la Universidad Iberoamericana (mi promedio no ayudaba) y me vi constreñido a cursar la carrera de Comunicación en la UNAM. Ahí, con profesores como Fernando Benítez, Froylán López Narváez, Gustavo Sainz, Hugo Gutiérrez Vega y Miguel Ángel Granados Chapa, se nos abrió un horizonte insospechado, ciertamente distinto, del ser del periodismo, y el arte, y la sociedad. Bendito rechazo, pues.
La vida personal es consecuencia de una serie de resultantes, como en la Física. Estar en el momento oportuno y conocer a las personas pertinentes. Alguien lo podría llamar “fuerza del destino” o simplemente azar. De ahí que la novela de Cuarón esté por escribirse. Las películas en 8 milímetros que filmaba a los 12 años, la casa familiar a una cuadra de los Estudios Churubusco, las escapadas cuando adolescente a las corridas dobles en los cines Estadio y Gloria, su disciplina, su paciencia, su inagotable creatividad.
Ha sido un reconocimiento a la creatividad pero también al arrojo, pues solamente migrando a la “Meca del Cine” –con su escudero Emmanuel Lubeski– pudo desarrollar sus posibilidades cinematográficas de esa manera (antes estuvieron “La princesita”, “Harry Potter III” y “Niños del hombre”). De haber permanecido en México, no nos hagamos tontos, jamás habría logrado esa película imponderable que es, para la historia del cine, “Gravedad”.
Por eso habría que volver a los días de su expulsión en el CUEC en los tiempos en que el cine de ficheras, albures y matones burdeleros eran la gloria de las carteleras nacionales. “Vengance is Mine”, se titulaba su cortometraje de 1980, y hoy está cumplida. Miremos su retrato en la credencial de entonces que está circulando en las redes. Un rostro de hippie, sonriente, provocador; que de eso íbamos a hablar.

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