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LA IZQUIERDA Y LOS MÁRTIRES
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2014-11-08 - 10:41
Cuando diversos sectores de la sociedad le reclamaron al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Mancera, el que no actuara contra los vándalos que habían causado destrozos y saqueos en el centro histórico de la ciudad de México el pasado 1 de mayo, él se defendió diciendo que esos encapuchados, anarquistas y demás, lo que estaban buscando era “un muerto”; es decir, que ante los desmanes y rapiña, las fuerzas del orden perdieran la paciencia, arremetieran y en la refriega alguno de los revoltosos resultara muerto, o por lo menos herido de gravedad, para así utilizarlo como bandera para incrementar la intensidad de las protestas, manifestaciones y actos vandálicos.
Y el jefe de Gobierno del Distrito Federal tiene razón, porque a través de la historia, los grupos, partidos y movimientos disidentes que luchan contra un gobierno, contra un sistema, han sabido aprovechar muy bien la imagen de sus mártires ante la opinión pública.
Así, durante los tres primeros siglos de nuestra era, los cristianos se iban ganando la simpatía del pueblo en general, cuando veían cómo eran reprimidos, crucificados, exhibidos y muertos en el circo, por las todopoderosas fuerzas imperiales romanas. Y finalmente vencieron al imperio.
Pero aun en causas menos santas y más cercanas a nuestro tiempo, en 1917 los bolcheviques le sacaban provecho a cada muerto de los suyos, que ellos mismos provocaban por sus acciones violentas, pues así desprestigiaban como “gorilas” a las fuerzas del orden de la Rusia zarista. Los comunistas se encargaron muy bien de hacer que la opinión pública ignorara el hecho de que los agitadores marxistas se tenían bien ganada la represión; el malo era el Zar y punto.
Ahora le vino de perlas a la izquierda en general en México, la muerte de tres y la desaparición y posible asesinato de 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero. Porque fuera de la genuina desesperación de los familiares y algunas excepciones entre los que se manifiestan, los opositores a nuestro sistema de gobierno están aprovechando muy bien la coyuntura para lanzarse viciosamente contra la figura presidencial y todo lo que ésta representa. Y pocos se atreven a mencionar, algunos por timoratos y otros por mala intención, el móvil de esos hechos criminales ocurridos en Iguala. A nadie parece importarle ya la manera violenta y vandálica con que suelen manifestarse los normalistas de Ayotzinapa y que el 26 de septiembre habían secuestrado varios autobuses y se dirigían a reventar el informe de labores de la esposa del alcalde de esa ciudad guerrerense, aunado a que poco antes esos pseudoestudiantes ya habían tomado y destrozado el palacio municipal. A nadie parece importarle ya el hecho de que si jovencitos de un equipo de futbol (ellos sí, inocentes) resultaron involucrados y afectados, fue porque los normalistas de Ayotzinapa habían secuestrado el autobús en el que viajaban esos futbolistas.
Lo que es difícil saber es si esos agitadores normalistas estaban al tanto de que María de los Ángeles Pineda, cuyo festival de informe de labores iban a deshacer, era hermana de uno de los principales cabecillas del grupo criminal Guerreros Unidos, porque ésa fue la perdición de los 46, entre muertos y desaparecidos.
Pero la versión que prevalece en la izquierda mexicana y, desgraciadamente, en la opinión pública internacional, es: “el estado mexicano mató y desapareció a inocentes estudiantes”.
Si un “mártir” resulta sumamente provechoso para la disidencia como lo señaló acertadamente Mancera, imagínese casi 50. ¿Y qué va a pasar en los próximos días, semanas, meses o quizás años?
Posibles escenarios.
Supongamos que el gobierno presenta vivos y sanos a los 43 desaparecidos. ¿Van a terminar las manifestaciones, las tomas de palacios, los saqueos a comercios, los bloqueos a las vías de comunicación, siendo que todo esto, tal vez con menos intensidad, pero ya lo hacían antes del 26 de septiembre? Porque los normalistas de Ayotzinapa y los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ya hacían todos esos desmanes sin que hubiera tres muertos y 43 desaparecidos, en sus protestas contra la reforma educativa. ¿O van a decir: “De todas maneras nos mataron a tres, así que las protestas siguen”?
¿Y si están muertos? No quiero ni pensar cuál sería la reacción psicológica de los mexicanos, y de hecho del mundo por la resonancia mundial que ya ha tenido el caso, si el gobierno comprueba y se ve en la necesidad de informar que los 43 desaparecidos fueron ejecutados. Baste mencionar el alboroto que se ha creado a nivel internacional, que todas las cadenas televisivas importantes del planeta, incluida la árabe Al-Jazeera, manejaron como titular la detención de José Luis Abarca y su esposa.
¿Y si nunca aparecen?
Pero el caso dio un giro inesperado y siniestro a raíz de un operativo en Cocula. De ahí surgió la versión de que los normalistas fueron ejecutados, sus cuerpos incinerados, y los restos fueron echados a un río.
Tomando en cuenta que las autoridades tuvieron conocimiento de esta versión a casi un mes de los sucesos, ¿qué van a encontrar después de 30 días de cuerpos incinerados y arrojados a un río de aguas corrientes? ¿Cuál va a ser la actitud del gobierno, de los que se manifiestan y protestan y de la sociedad en general, más organismos y opinión pública internacional, si simplemente pasa el tiempo y nunca aparecen?
Por lo pronto el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, declaró que la imagen de inseguridad por estos hechos ya empezó a afectar la economía del país. Y dicen que los males no vienen solos, porque ya antes de lo de Iguala el panorama no se veía muy halagador que digamos, por la baja del precio del petróleo.
En fin. Nuestro país ha salido de peores situaciones (recuerdo 1976, al final del sexenio de Luis Echeverría, cuando se habló hasta de un posible golpe de estado), y también saldrá bien librado de ésta. Al tiempo.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

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