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En Cada Elección, La Esperanza
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2015-05-06 - 09:27
Estamos viviendo una etapa de confusión y no de claras definiciones en estos días de campañas que llamamos la hora veracruzana en la cual coinciden, por una parte, lo gastado del vocabulario oficialista –antes eran más bellas las frases y las palabras- y el mantenimiento de un círculo muy cerrado de cúpula en las decisiones políticas. Por la otra, la obsesión de cambios proclamada todos los días y disuelta en frustraciones.
Los candidatos a diputados de Fidel Herrera (los fidelistas) dan la impresión de encontrarse encerrados en el laberinto del triunfalismo y se sienten sin enemigos al frente, es decir, la oposición les pela los dientes. La experiencia de muchos años obliga a suponer que las mujeres y los hombres de la fidelidad (Jorge Carvallo Delfín, Alberto Silva, Elizabeth Morales, Erick Lagos, La Gudiño, Edgar Espinoso, Anilú, Nohemí Guzmán, Adolfo Mota y otros) que hoy, según ellos, encarnan todas las posibilidades de cambio, deben mostrarse muy conformes con la situación que reciben por parte del sistema imperante, con toda su fuerza para bien o para mal. Más bien para lo último.
Después, ya con las responsabilidades constitucionales y con las que acumularán en sus hombros -si la oposición no les da un susto, que es muy probable- sentirán la realidad tradicional de nuestra vida pública. Tendrán que participar en las rectificaciones de rumbo y forma. Es bien sabido que los mexicanos y veracruzanos no podemos conocer bien a sus representantes en la Cámara o en la gubernatura sino hasta partir del momento mismo en que inician su gestión.
Es interesante observar cómo las actitudes y las palabras de los candidatos van siendo distintas a medida que ese recorrido matraquero se desarrolla. En los últimos días de abril y los primeros de mayo han dejado ver algo de ese proceso de revisión, de clarificaciones.
Esa realidad inmodificable, esa oportunidad que el pueblo tiene de mostrar la realidad de la vida veracruzana, tan distinta a la rosada versión oficialista y cortesana, nutre la esperanza popular en las damas y hombres escogidos, no por el pueblo sino por un ente político corrupto guardado en el PRI como reliquia para que participen en la conducción de México desde uno de los puestos de máximas atribuciones y responsabilidades, tomando en cuenta que esta es una oportunidad renovada cada tres años, de esperanza de renovación, de nuevo trato, de nuevos hombres y mujeres.
Hasta ahora el presidente Peña Nieto no ha mostrado una permanente preocupación por la rectificaciones. El balance no es muy elocuente en el procedimiento, en su actitud y la prueba es que el pueblo cuando es encuestado le da un puntaje debajo del 5% en aceptación. Desde luego no se puede extender ese juicio al fondo de la política seguida. Se ha “desacralizado” la aureola que rodea a Peña Nieto desde que tomó posesión. Quizás nunca antes fue más fácil para un ciudadano enterar personalmente de sus angustias a su gobernante como ahora a EPN.
No debe verse en la capacidad de esperanza del pueblo ante la proximidad del relevo de legisladores una censura a los que van a salir. Es lo mismo cada tres años. La aureola que se va configurando en la imagen de los candidatos, esa “magia reverencial” que los hacen fuentes de toda esperanza, individual o colectiva, es producto de una vieja tradición.
Ahora ya no es patética la ausencia de partidos políticos, como antaño. La oposición está entusiasmada con sus candidatos y es actitud explicable porque ven que el pueblo quiere, exige el cambio. Los mexicanos y veracruzanos están conscientes de que ellos, antes no elegían porque las designaciones y triunfos venían de las alturas y no podían influir en favor o en contra. Eran minoría muy precaria la clase politizada y sólo les quedaba cuestionar al sistema en lo general y, naturalmente, estaban en contra de todo lo que brotaba de ese sistema.
La norma general es que cada tres o seis años el candidato sea una fuente de esperanza.
Ojalá los candidatos fidelistas dejen atrás la soberbia que los envuelve y comprendan y sientan esa responsabilidad directa que a lo mejor llegarán a tener y que les dará su partido gubernamental. Su compromiso básico no será con su partido ni con los apéndices partidistas. Será con la gran mayoría de los veracruzanos: con sus compañeros de partido; con los miembros de otros partidos y con los oposicionistas. Tal vez ganen, y de hacerlo se convertirán en una esperanza para los jodidos que esperan justicia y mejor bienestar social.
Sería interesante y espectacular ver y oír los discursos incendiarios lanzados desde la más alta tribuna de la nación a la Gudiño o Anilú o de perdida a doña Noemí Guzmán, lanzando sus propuestas y con ellas hacer llorar o reír al pueblo. Ya veremos a los fidelistas cómo queman el Congreso de la Unión. Esa es la esperanza que abrigamos todos; ojalá no fallen como lo han hecho siempre. Que no maten la esperanza.

rresumen@hotmail.com

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