27 de Abril de 2024
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La Xalapa de los 80s
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2015-06-13 - 08:43
La prepa Xalapa de la generación 1979-1981 se encontraba convenientemente ubicada en el seminario menor, es decir, en la avenida Ávila Camacho con la entrada justamente frente al Monumento a la Madre. No sé de quién fue la idea de instalar y de permitir que se instalara ahí la preparatoria, ni que tan bueno fuera dejar que los preseminaristas convivieran libremente con nosotros, hombres y mujeres, o qué tan bueno fuera para nosotros convivir con ellos. El hecho es que (lo más natural del mundo) de repente veíamos a alguno de los aspirantes a cura echándole los perros a alguna de las compañeras; u observábamos y escuchábamos, a veces con pasmo, que los preseminaristas se sabían más groserías que nosotros; que también copiaban y sacaban acordeones en los exámenes, y un día hasta fueron cómplices de colocar un cohetón junto a la ventana de la dirección; que también se emocionaban con la voz aguda y los dislates del gaysísimo Freddy Mercury; con los dulces y un tanto melosos exabruptos de José José en su segundo aire; con la voz ronca y varonil de Neil Diamond, o con la voz aún más ronca y grave del gran Barry White. Y estoy seguro que también, como nosotros, hoy recuerdan con nostalgia aquellos tiempos. Mismos tiempos de las boicoteadas olimpiadas de Moscú en represalia por la invasión soviética a Afganistán (irónicamente hoy es Estados Unidos el que tiene invadido ese país). Mismos tiempos en que empezaban a desmoronarse las grandes expectativas de la bonanza petrolera de José López Portillo.
Recuerdo que la orilla de la avenida se llenaba de una interminable y heterogénea hilera de automóviles de los alumnos, hasta que un día, como de las artes de un malvado hechicero, los coches aparecieron sin placas a la hora de la salida. Sí, como era y es típico en nuestras autoridades, primero permiten que se viole la ley de manera generalizada por meses o por años sin hacerla valer, y de repente sorprenden a todos desprevenidos. El enorme estacionamiento de junto fue el gran beneficiado. Se llegó a dar que en las aceras aledañas al Monumento a la Madre, en un acto poco higiénico de flagrante retroactividad, personal de Tránsito acudió a colocar señalamientos de “No estacionarse”, y en ese mismo momento, al terminar de colocarlos, le quitaron las placas a todos los vehículos que por ahí se encontraban. Sí. Estoy seguro que esos preseminaristas, sea que hayan alcanzado su aspiración de entonces de ser sacerdotes o no, también recuerdan con cariño aquellos tiempos preparatorianos.
Ricardo Garibay dice en su novela Triste domingo que nostalgia es “recordar que un día en el pasado estuvimos a punto de ser felices”. Y tiene razón, porque la felicidad plena sólo existe en el más allá, en el cielo, después de la muerte. Y así nosotros, entonces entre los 16 y los 18 años de edad (y algunos reprobados un poco más viejos) sentíamos que teníamos todo el tiempo y todo el mundo por delante, que nada nos podía detener, sin preocuparnos demasiado por el destino, por la fatalidad… y tampoco por las consecuencias a futuro de nuestro hacer y de nuestro no hacer…
Eran los tiempos en que en las fiestas de luz y sonido –reverenda ridiculez pensarán los jóvenes de ahora – al bailar todos los hombres se ponían en una sola hilera, y las muchachas al frente en otra hilera y “… born to be alive…” Los tiempos en que las muchachas no tomaban; así de fácil, aunque iban a las fiestas y aún a la disco, salvo muy contadísimas excepciones, las chicas no ingerían alcohol. En esto hay que reconocer que ha habido un cambio para mal. Y por cierto que tampoco decían palabras altisonantes, y tal parece que en estos dos aspectos, el alcohol y las palabrotas, las mujeres, en vez de esperar que los chicos dejáramos de ser unos borrachos y unos léperos, decidieron igualarse rebajándose al nivel de los varones. Tiempos en que avenidas y calles eran libres, es decir, que no existía el desquiciante y paralizante tráfico vehicular de hoy. Tiempos en que avenidas tan importantes como Ruiz Cortines estaban aún sin pavimentar. Tiempos en que se acabó el monopolio de los cines Xalapa, Radio y Variedades, para dar paso al Cinema Pepe, el Kubrick, la sala Tajín, la Claudio Estrada… Pero aún nada que ver con los multicinemas de estos albores del siglo XXI. Dicen también que recordar es volver a vivir. “¿Qué le pasa al tiempo en nuestra mente?” se pregunta Richard Bach, el autor de Juan Salvador Gaviota, El puente hacia el infinito y Biplano entre otros, ante el hecho de que al recordar los años se pulverizan y nos parece que todo sucedió ayer o hace unos minutos incluso. Y todo o casi todo lo evocamos con nostalgia, según la atinada definición de Ricardo Garibay mencionada un poco antes… “es recordar que un día en el pasado estuvimos a punto de ser felices”… A punto… sólo a punto.
Dice el rey Salomón: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Ec. 3: 1-8).
El hecho es que a esa edad nos movíamos impulsados por ilusiones, sueños y promesas, esperando cada uno de nosotros tomar su camino individual, sin sospechar o tal vez sin importarnos demasiado la inexorabilidad del destino. Había desde aquellos que tenían bien plantados los pies en la tierra y sabían casi con exactitud el rumbo que habrían de tomar sus vidas, principalmente tenían bien decidido la carrera universitaria que iban a estudiar, y hasta algunos la novia o novio con quien pasarían juntos el resto de sus vidas. Y aquellos con quienes la fatalidad, el sino se habría de ensañar de manera especial y terminarían su existencia de una manera totalmente diferente y hasta opuesta a lo que habían pensado y soñado, y ni modo; hay que continuar nuestro peregrinaje, porque eso somos: peregrinos en este mundo como nuestros padres Abraham, Isaac, Jacob (Israel), etc., que a pesar de haber poseído abundantes riquezas, habitaban en tiendas, como símbolo con el que Cristo nos enseña que este mundo y esta vida sólo son el paso temporal hacia un lugar mejor.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.


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